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Chowra Makaremi, antropóloga: “Los movimientos feministas son en sí una contrapedagogía” BRAGA Créditos: Cedida.

Chowra Makaremi, antropóloga: “Los movimientos feministas son en sí una contrapedagogía”

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Javiera Burgos López
Por : Javiera Burgos López Periodista de El Mostrador.
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La antropóloga franco-iraní Chowra Makaremi presentó Resistencias afectivas, libro que explora cómo los vínculos y los afectos se convierten en fuerza política frente a las “políticas de la crueldad”. Desde el feminismo y las luchas globales, propone una nueva mirada sobre la resistencia.


Los movimientos sociales cambian y van generando nuevos matices. Sin embargo, en cada uno de ellos -o en su gran mayoría- el feminismo y la igualdad de género están presentes.

Y es que es difícil hablar de política y movimientos sociales sin hablar de feminismo debido a que todo se entremezcla en la vida cotidiana. Bajo este contexto, Chowra Makaremi, antropóloga, investigadora y directora de cine franco-iraní, lanzó el libro “Résistances affectives. Les politiques de l’attachement contre les politiques de la cruauté  (“Resistencias afectivas. Las políticas del apego frente a las políticas de la crueldad”)”, el que indaga las formas de vivir y sobrevivir a través de los afectos y de las maneras en que conforman la textura de una resistencia que es una experiencia sensible y afectiva frente a la violencia política de baja y alta intensidad, así como una confrontación a las políticas actuales de crueldad.

Para abordar un poco más esta visión, Makaremi estará presente en el seminario “Perspectivas globales en estudios sobre mujeres y género: migraciones, afectos y resistencias”, organizado por el Instituto de Historia, junto al Centro de Estudiantes y la Consejería Académica de Historia UC. Durante la jornada habría un espacio de diálogo en torno al libro “Résistances affectives: Les politiques de l’attachement face aux politiques de la cruauté”.

El libro además explora una dimensión que a menudo pasa desapercibida en los movimientos sociales contemporáneos: el modo feminista y la articulación de estos mismos. “Resistencia afectiva” busca indagar las formas de vivir y sobrevivir a través de los afectos y de las maneras en que conforman la textura de una resistencia que es una experiencia sensible y afectiva frente a la violencia política de baja y alta intensidad, así como una confrontación a las políticas actuales de crueldad. Para conocer más acerca del libro, El Mostrador Braga conversó con Chowra Makaremi.

– En el libro opones las “políticas del afecto” a las “políticas de la crueldad”. ¿Cómo defines cada concepto y por qué consideras que el afecto puede ser un eje estratégico para repensar la acción política contemporánea?

Para definir las políticas de crueldad me centro en los trabajos de investigadoras feministas en ciencias sociales (como los de Rita Segato, Salwa Ismail, Nazan Ustündag o Nadera Shalhoub-Kevorkian). Todas estas investigadoras intentan definir la forma en la que la crueldad ha devenido una técnica de poder. Estas políticas tienen aspectos comunes: se centran en los vínculos y la capacidad de apego. Buscan crear un mundo en el que la vulnerabilidad de los demás quede expuesta a través de su sufrimiento y en el que las líneas de afiliación política se negocien mediante la aceptación de ese sufrimiento, aunque sea una aceptación forzada por el silencio. No solo busca matar, sino paralizar los afectos y desactivar el deseo de relación. Para ello, se instala en el infinito que separa un cuerpo humano vivo de un cuerpo muerto. Entonces es cuando la violencia se vuelve una pedagogía; una forma de socialización. En este sentido debemos también observar lo que que violencia construye y no solo lo que destruye; crea una forma de ciudadanía global que acepta, consiente esta definición que legitima y normaliza la violencia. En este sentido, es importante entender el rol que juega la sociedad, y no entender la violencia como una práctica que involucra solo a víctimas y perpetradores. Si lo que importa en una sociedad es el triunfo del poder, escenificado a través del cuerpo viril, y no las formas negociadas de coexistencia, lo femenino
que los poderes militarizados buscan destruir no es una esencia, sino una función de producción de vínculos: algo que conviene desarticular para gobernar un cuerpo social debilitado.

Los movimientos feministas tienen mucho que aportar a este acto de resistencia desde políticas fundadas en el apego. Si la crueldad busca atomizar a los individuos (a partir de la indiferencia, la disociación y la desarticulación filial), el reivindicar los vínculos es el punto clave de la resistencia. Los movimiemtos feministas son en sí una contrapedagogía: no son actos aislados, sino que se convierten en una respuesta que se despliega en el tiempo y en el espacio y se traspasa entre generaciones. Por otra parte, las políticas de la crueldad son fuertemente masculinas (culto de la fuerza, al autoritarismo), de ahí que los movimientos feministas estén mejor posicionadas para hacerle frente y por qué las investigadoras feministas pueden cartografiar estas políticas de la crueldad de mejor manera. La soberanía afectiva puede ser captada mejor por estas investigadoras (diversos registros; una gramática que reconfigure nuestra estructura social); la socialización masculina es muy pobre en el registro de las emociones.

– Analizas movilizaciones tan diversas como Black Lives Matter en Estados Unidos, las manifestaciones en Irán y en Buenos Aires. ¿Qué elementos comunes ha identificado en estos procesos que nos permiten hablar de una “resistencia afectiva” más allá de los contextos locales?

La indignación es un movimiento político más complicado de lo que parece, y esta complejidad nos remite a la niebla que se cierne sobre nuestro poder de actuar. ¿Cómo nuestros vínculos más elementales alimentan formas de organización y acción que dan cuerpo a la cuestión de la resistencia y, a veces, la desplazan? Loobservamos cada vez que la experiencia colectiva del duelo y la experiencia íntima de la paternidad se transforman en movimientos políticos basados en el dolor, la ira y el amor: las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, la lucha de Assa Traoré en Francia, el movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos, la resistencia de las madres musulmanas de Shaheen Bagh, que ha renovado la lucha por las libertades públicas en la India, el levantamiento Mujer, Vida, Libertad en Irán. La pregunta sería entonces: ¿Cómo nos prepara esta resistencia, a través del apego a los demás, a la vida, a las experiencias sensibles —a menudo observada en terrenos lejanos de violencia y guerra — para afrontar lo que nos está sucediendo aquí?

Estas cuestiones abren en primer lugar la resistencia afectiva: las formas de actuar, de aguantar, de recomponerse basadas en nuestros recuerdos emocionales y los conocimientos derivados de nuestras vidas afectivas. También implican una economía estratégica de las emociones: el entramado afectivo y moral de nuestras estrategias de lucha, de respuesta, de preservación, deliberadas o impensadas. Estas cobran sentido y relevancia frente a la violencia contra la que surgen y a la que se enfrentan. Al pensar, concretamente, en lo que la violencia hace a nuestros cuerpos y a nuestros vínculos, a través de las políticas de borrado y crueldad, se comprende mejor por qué y cómo un movimiento de rechazo parte exactamente de donde el poder nos atrapa, en la unión de lo íntimo y lo político. Esto es lo que explora este libro, al examinar las experiencias de resistencia: el milagro de su formación, su infinita persistencia frente a las políticas de crueldad y sus múltiples puntos de anclaje, en el peligro y en la dulzura, en las llamadas de la muerte y las llamadas de la vida. La niebla no es una pantalla, es un lugar donde la mirada aprende a desear; en su interior, la opacidad se atenúa.

– Desde el punto de vista latinoamericano -y tomando en cuenta el hecho de que tu libro oscila entre lo íntimo, lo emocional y lo político- cuál podría ser la pertinencia de sus análisis para comprender los movimientos sociales de la región, donde la memoria, el vínculo social y el duelo colectivo han sido determinantes? ¿Adviertes alguna especificidad regional que deberíamos tener en cuenta a la hora de leer el libro?

Creo que es más bien al contrario: el libro se nutre de la experiencia de las sublevaciones estudiadas en la región y no busca proponer un modelo de análisis. El libro se presenta como espacio y propuesta de reflexión (gramática de lucha a la que aportan las sublevaciones feministas y que han otorgado un determinado lenguaje de resistencia). Lo que ha experimentado la región puede analizarse en una dimensión global: convivimos con personas que han sido protagonistas de ello, que se han forjado en esas luchas y que luego circulan por todo el mundo. Ahora bien, es importante conectar, mantener la memoria de esas experiencias insurreccionales recientes y aprovechar lo que allí se dijo y se practicó. Por ejemplo, seguir el
increíble hilo de la participación feminista. No fue poca cosa. Y no es poca cosa escuchar a las mujeres baluchis de Irán salir a manifestarse a la calle en 2022 y rebelarse doblemente, contra la represión del Estado y contra el control patriarcal de su comunidad, que les prohíbe el espacio público, forjando, en baluchi, un eslogan tan cercano a la canción del colectivo chileno LasTesis: «El cabrón eres tú, el obseso eres tú, la mujer liberada soy yo». Estas prácticas, estas microsacudidas, estos discursos y estas imágenes nos preparan para afrontar los momentos de repliegue a los que nos enfrentamos hoy en día. Sobre todo porque su recuerdo tiende a desvanecerse bajo la realidad y los espectros de las guerras, mediante las cuales los gobiernos amenazados se han mantenido, reinstaurando una geopolítica compuesta por enemigos, alianzas y supervivencias nacionales. Recuperando el control para escribir una historia de la continuación del mundo contra las mujeres y sin ellas.

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