
Femicidio en Chile: un largo camino por recorrer
El reciente fallo del Tercer Tribunal Oral en lo Penal de Santiago, que condenó a 15 años y un día de pena efectiva a Cristofer Arnoldo Pino Pino por el asesinato de Sandra Almeida Lizama, sienta un precedente ya que nunca antes en la historia de nuestro país un asesinato lesbofóbico había sido considerado como femicidio.
Además de ajustarse a nuestra institucionalidad y código penal, esta sentencia marca un hito en nuestra jurisprudencia, reconociendo la lucha de los movimientos feministas respecto a estos crímenes contra las mujeres, lo que ha sido fruto de una larga batalla, ya que recién el año 2010 se promulgó la ley que tipifica el asesinato de una mujer por quien ha sido su cónyuge o sobreviviente, ampliando el concepto que se conocía como parricidio, figura que dice de asesinar a familiares y a convivientes.
Esto vino seguido de otro avance en el 2020 con la modificación de la Ley N° 21.21, conocida como “Ley Gabriela”, que amplía la tipificación del femicidio, incluyendo relaciones de noviazgo y pololeo, así como razones de género, redefiniendo las sanciones.
Lo mismo sucede con la obtención por parte de la Fiscalía de Atacama de la primera condena a 5 años de presidio por suicidio femicida en Chile, pena que el imputado cumplirá bajo libertad vigilada intensiva, tras acreditar su participación en los hechos que llevaron a una mujer a quitarse la vida en Copiapó en el año 2023.
Esto marca un precedente en la aplicación de la Ley N° 21.523, mejor conocida como “Ley Antonia”, que tipifica este delito, sancionando con penas de 3 a 10 años de presidio a quienes, mediante violencia o manipulación, inducen a sus parejas o exparejas al suicidio.
Sin embargo, aún tenemos mucho camino por recorrer, ya que hay quienes sienten que estas modificaciones legales no eran necesarias, razón por lo que es necesario considerar que el parricidio tradicional no contempla todas las figuras que establece el femicidio.
Esto refuerza la necesidad de contar con una figura legal que incluya y señale ante la opinión pública, los crímenes que se cometen contra las mujeres por su sexo, orientación sexual, identidad de género, independiente de quien sea el perpetrador, recalcando que el femicidio es el punto culmine de una escalada de violencia dirigida a las mujeres y es justamente gracias a su tipificación es que se ha podido dar a conocer que esto no responde a un crimen pasional, sino que a una problemática que viene desde los orígenes de la civilización.
Esto ha quedado evidenciado en la cantidad de mujeres que han sido asesinadas a manos de hombres en nuestro país, número que ha sido posible obtener justamente gracias a la tipificación de este delito.
Aunque se debe reconocer que la respuesta ante el femicidio se ha fortalecido, hay que poner aún más énfasis en la prevención de la violencia intrafamiliar, reforzando la protección de las víctimas, robusteciendo el seguimiento de estas medidas por medio de los tribunales; además de intensificar el apoyo psicológico y la educación de las víctimas de violencia intrafamiliar, para que puedan salir del círculo de la violencia.
Esto se debe a que muchas mujeres quedan expuestas a recaer en la etapa que dentro del ciclo de violencia se denomina “la luna de miel”, porque esta manipulación viene de la mano de la violencia económica ejercida por los hombres en lo cotidiano y en la brecha de género que existe en las remuneraciones, razón por la cual debemos fortalecer en las niñas la idea de que no deben depender económicamente de sus parejas.
También se debe tener en cuenta que este escenario, que muchas mujeres se ven obligadas a ejercer el trabajo sexual para mantener a sus hijos y a sus familias. Algo similar ocurre con las mujeres pertenecientes a las disidencias sexuales, quienes muchas veces ven restringidas sus oportunidades producto de la discriminación.
Por eso, es vital que desde la academia sigamos difundiendo y visibilizando estas situaciones a través de un enfoque educativo, ya que esa es la única forma de erradicar la violencia de género es enseñando la importancia del respeto y la igualdad, ojalá desde los primeros años de vida, de manera que los niños no crezcan para convertirse en hombres que ejercen la violencia de género y nuestras estudiantes, y todas las niñas, mujeres y disidencias sientan la confianza de denunciar cualquier atisbo de violencia contra ellas.
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