Yo opino
Créditos: El Mostrador.
La Miss Metalera: belleza, rebeldía y control simbólico
El reciente triunfo de Ignacia Fernández como Miss Mundo Chile 2025 ha sacudido los estereotipos más arraigados sobre feminidad y belleza. Cantante de rock metal, intérprete de voz gutural —una técnica poco asociada a las mujeres y al canon de lo “bello”—, Fernández irrumpe en un certamen tradicional con una imagen que fusiona extremos: el brillo institucional de la pasarela y la oscuridad expresiva del escenario. La artista se somete a los rituales del concurso —vestido de gala, sonrisa medida, protocolo escénico—, pero lo hace desde una identidad que no renuncia a su rebeldía. El resultado es una paradoja fascinante: la coexistencia del poder oscuro y del glamour institucional. Su figura, destacada por medios y músicos en todo el mundo, encarna una tensión estética y cultural que divide opiniones, pero genera admiración genuina.
Desde la teoría del cuerpo propuesta por Joanne Entwistle, “la moda es una práctica corporal situada socialmente, un espacio donde el individuo negocia su identidad dentro de las normas y expectativas culturales”. La Miss metalera ilustra con precisión esa idea: no abandona su identidad transgresora, sino que la traduce en el lenguaje visual de la belleza aceptada. Su vestido brillante reemplaza la chaqueta de cuero, pero la actitud
—fuerte, dominante, desafiante— permanece intacta.
La psicología del vestir permite leer este tipo de performances como estrategias de negociación identitaria. El cuerpo vestido funciona como un puente entre mundos. En el caso de Fernández, el metal se hace pasarela sin perder potencia. Se viste con símbolos que la sociedad asocia al orden y la perfección, pero los habita desde la fuerza de lo diferente. El corsé y el tul no la encierran: la amplifican.
Para quienes enseñamos moda, su figura representa una lección pedagógica invaluable. Demuestra que la belleza no es un concepto cerrado, sino un territorio de mediación entre poder y pertenencia. Y que incluso los espacios más normativos pueden ser resignificados desde la autenticidad.
En tiempos de discursos homogéneos sobre el cuerpo y la imagen, la Miss metalera recuerda que el verdadero estilo no consiste en adaptarse, sino en redefinir los límites desde la diferencia.
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