Plata Quemada: ¿Thriller policial o drama homosexual?
Protagonizada por Leonardo Sbaraglia, Eduardo Noriega, Pablo Echarri, este nuevo filme argentino se presenta aparentemente como una dura historia de intrigas policiales pero entre líneas se aprecia la intención del director por desviar la cinta hacia un potente drama de amor de los protagonistas.
El cuarto largometraje del realizador trasandino Marcelo Piñeyro va más allá de la crónica policial y nos propone una reflexión sobre problemas más profundos relativos a la condición humana y sobre las intimidades de la relación amorosa entre los dos personajes principales.
Plata Quemada se basa en un hecho real que sucedió en Buenos Aires y Montevideo entre el 28 de septiembre y el 4 de noviembre de 1965. Según los organismos de calificación cinematográfica, por su contenido violento y el tratamiento «no condenatorio» hacia la homosexualidad la película ha recibido la calificación «no autorizada para menores de 18 años».
Sin embargo la película induce más de lo que muestra, por ello la indignación del director al enterarse de la calificación, en Argentina y Chile, que deja fuera de las salas un gran porcentaje de público.
Lo extraño es que la cinta de Piñeyro visualmente no exhibe nada que pudiese atentar contra el criterio formado de la platea. Es más, el realizador se preocupa de los detalles en las escenas de contenido sexual, para no chocar ni choquear al espectador tan poco acostumbrado a presenciar planos compuestos de desenlaces homosexuales, intentado sugerir en tales casos, dejando a la imaginación el completo desarrollo de las secuencias.
El filme nos es presentado en un comienzo como un trabajo de intrigas propio del cine negro, pero rápidamente se desvía de tal rumbo para desarrollar la interesante relación de amor-desamor entre los dos principales delincuentes, creando así una gran atmósfera caótica que mezcla el desenlace de esta pasión con el ambiente de tensión y acción provocada por la situación en que se encuentran tras el asalto.
La argumento de Plata Quemada se mueve en torno de El Nene y Angel (Leonardo Sbaraglia y Eduardo Noriega), dos jóvenes delincuentes que por su método de trabajo se ganaron el apodo de "mellizos", quienes no se despegan, y sólo participan en un atraco cuando hay cabida para los dos. Se conocieron practicando sexo en el baño de una estación ferroviaria, y desde entonces no se separan.
Cuando su asociación parecía estar en crisis se les presenta un nuevo atraco: arrebatar de una camioneta municipal siete millones de pesos. Para el delito que desencadena la trama se les suma el Cuervo (Pablo Echarri) en calidad de chofer.
Corre 1965, y el plan, simple en un principio, se complica y Angel es gravemente herido. La banda, que también incluye a una suerte de coordinador (Ricardo Bartís) y a un contacto político (Carlos Roffe), decide dejar que la calma llegue, escondiéndose en Montevideo.
Pero la temporada en Uruguay se convierte en una espera claustrofóbica y agobiante que exaspera los ánimos, detona las reservas y despierta los recelos de estos dramáticos héroes.
Lo destacable de la cinta es que el realizador trasandino logra crear cierta afinidad entre los personajes y el público, despegándolos del contexto de la historia para formar en medio de la narración una esfera independiente entre los dos personajes.
Lo que resulta un tanto desalentador, es la postura de Piñeyro en torno a algunas escenas íntimas en las cuales los besos y las caricias dejan de lado a la espontaneidad real de los sucesos, pero al contrario, cuando la escena corresponde a sexo entre hombre y mujer, no tiene tapujos en mostrarnos los detalles de manera muy explícita.
Pese a este conservadurismo, Plata Quemada se presenta como un filme audaz dentro de su contexto, con una hermosa fotografía, un cuidado guión, actuaciones relevantes y frescas, y un nivel de dirección bastante superior en relación a otras «grandes producciones» del cine argentino contemporáneo.