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“Belén”: una lucha judicial por el derecho de las mujeres CULTURA

“Belén”: una lucha judicial por el derecho de las mujeres

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Llega a Amazon “Belén”, filme elegido por Argentina para los Oscar y los Goya, que adquiere especial resonancia en el clima sociopolítico actual. Más que un thriller judicial basado en hechos reales, surge como una obra que irrumpe en un momento de fuerte tensión y debate político.


En Argentina se ha consolidado en los últimos años una nueva oleada de misoginia, alentada de manera explícita o festejada desde las más altas esferas gubernamentales. Los discursos de Javier Milei en Davos, donde relativizó conceptos fundamentales como el de “femicidio”; las declaraciones de Patricia Bullrich responsabilizando al movimiento feminista por la violencia de género; o incluso el caso mediático de un streamer que calificó al consentimiento como “injusto”, un gesto retórico que bordea abiertamente la apología de la violación, son solo manifestaciones sintomáticas de un clima cultural regresivo. A ello se suma el reciente doble femicidio perpetrado por el creador de “Varones Unidos”, una figura del movimiento libertario, que opera como recordatorio brutal de las consecuencias materiales de estos discursos.

Es en este contexto que Belén adquiere un carácter que trasciende lo cinematográfico. La película recupera el caso de una joven tucumana que en 2014 ingresó a un hospital por un dolor abdominal sin saber que estaba embarazada. Allí despertó esposada, rodeada de policías y acusada de haberse provocado un aborto. Tras dos años de prisión preventiva, fue condenada a ocho años por homicidio agravado. La cinta sigue la lucha de la abogada que tomó su defensa (interpretada por Dolores Fonzi, también directora del film) y el movimiento social que convirtió el caso en un emblema de la lucha por la legalización del aborto.

El contraste con otra de las aspirantes argentinas a los Oscar, Homo argentum, protagonizada por Francella y ensalzada por Milei como parte de su “batalla cultural”, no podría ser más elocuente. Mientras aquella se inscribe en un imaginario conservador y reaccionario, Belén se posiciona sin ambages en un cine progresista y feminista, un cine que hoy, paradójicamente, se revela como antisistémico. Que Argentina haya elegido Belén como representante internacional es no solo un gesto político lúcido, sino también una elección artística coherente: el film es más sólido, más pertinente para la sensibilidad de la Academia y, en última instancia, más cinematográficamente logrado que su contrincante.

Es cierto que existen precedentes más depurados en el abordaje cinematográfico del aborto: 4 meses, 2 semanas, 3 días de Cristian Mungiu; Una canta, la otra no de Agnès Varda; El acontecimiento, basado en el texto autobiográfico de Annie Ernaux, obras que han explorado el tema desde perspectivas formales y políticas diversas. Sin embargo, esto no le resta valor a Belén, que, pese a ser apenas la segunda incursión de Fonzi en la dirección, se erige como un ejemplo nítido de cine de resistencia frente al resurgimiento de una masculinidad reaccionaria en el país.

Las interpretaciones constituyen uno de los pilares más sólidos del film. Fonzi brinda una actuación precisa y contenida como la abogada; Laura Paredes destaca con igual solvencia en el rol de la asistente; pero es Camila Plate quien se impone de manera rotunda, encarnando a Belén con una mezcla de fragilidad y fuerza que trasciende la pantalla. Su desempeño (galardonado en San Sebastián) captura la complejidad emocional de un personaje que es simultáneamente víctima y símbolo colectivo.

Belén no es una obra exenta de problemas. Su ritmo irregular y ciertos lugares comunes del drama judicial hollywoodense, incluida la estructura clásica del camino del héroe, la privan de alcanzar un nivel de excelencia formal. Asimismo, los paralelismos con Argentina, 1985, de Santiago Mitre, son evidentes, aunque no iguala el virtuosismo de aquel film. Sin embargo, estos reparos no opacan su potencia política ni su urgencia narrativa. Fonzi dirige el material con sensibilidad y rigor, apostando por un cine que interpela, que denuncia y que reclama.

El film funciona como un alegato contundente contra la criminalización de mujeres, sobre todo mujeres pobres y como una reflexión incisiva sobre la justicia patriarcal y la manipulación mediática. Curiosamente, su estructura clásica la convierte, en el panorama audiovisual argentino actual, en uno de los gestos más subversivos del año. Belén es, en suma, una película imperfecta pero indispensable: un acto de memoria, una intervención política y un recordatorio de que el cine, incluso en su forma más tradicional, puede convertirse en un arma crítica de primer orden.

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