CULTURA
Crédito: Magadalena Siedlecki
Editor español: “La literatura es una experiencia profundamente transformadora”
Javier Serena, director de la revista Cuadernos Hispanoamericanos, estará este sábado en la Furia del Libro en el conversatorio “Cánon imposible”, con Santiago Wills, Marina Berri y Elvira Navarro, en un espacio para pensar los límites y tensiones del canon literario contemporáneo.
El escritor y editor español Javier Serena, director de la revista Cuadernos Hispanoamericanos, es uno de los invitados de la Furia del Libro, que se desarrolla hasta el domingo en el Centro Cultural Gabriela Mistral.
Fundada en 1948, Cuadernos Hispanoamericanos es una de las revistas culturales más longevas y decisivas del espacio iberoamericano. Editada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), la publicación ha sido, durante casi ocho décadas, un lugar de diálogo crítico, descubrimiento de voces y reflexión literaria más allá de las fronteras nacionales.
Serena la dirige desde 2018 y ha asumido el desafío de dialogar con ese legado sin con-vertirlo en un peso, abriendo la revista a nuevas generaciones y miradas sin renunciar a la exigencia crítica que la ha caracterizado.
Trayectoria
Serena es autor de las novelas Atila (Tropo, 2015; Sloper, 2022), Últimas palabras en la Tierra (Gadir, 2018) y Apuntes para una despedida (Almadía, 2025).
Sus libros han sido traducidos al inglés y al italiano, y ha sido becario de la Fundación Antonio Gala, la Funda-ción Valparaíso, la Fundación Axóuxere y de la residencia Les Récollets. Esa doble expe-riencia —como escritor y como editor— atraviesa su manera de pensar la literatura como un espacio de comunidad, diálogo y circulación transnacional.
En el marco de su participación en La Furia del Libro, Cuadernos Hispanoamericanos llegó a Santiago de Chile con una nutrida delegación de autoras y autores para realizar mesas, talleres y lecturas, además de impulsar el proyecto “Arqueologías futuras”, un dossier de crónicas urbanas que propone pensar las grandes capitales latinoamericanas desde aquello que merece sobrevivir a las transformaciones aceleradas de este tiempo.
En esta conversación, Serena habla sobre la tradición y el presente de la revista, la idea de una literatura en español sin fronteras, el rol de las revistas culturales frente a la inmediatez y el algoritmo, los desafíos económicos de los proyectos editoriales independientes y el lugar que la literatura puede ocupar en tiempos de incertidumbre política y social.
– Al asumir la dirección de Cuadernos Hispanoamericanos, te encontraste con una tradición de casi 80 años. ¿Cómo equilibraste ese legado con la necesidad de abrir la revista a nuevas voces y perspectivas?
– Creo que, por una cuestión generacional, autores y autoras más jóvenes, de mi edad, fueron apareciendo en la revista, al tiempo que mantuvimos el interés en otros más veteranos. Creo que esa convivencia es positiva. Por ejemplo, en la portada, que es algo en lo que muchos lectores se fijan mucho, trato de alternar autores o autoras muy jóvenes, con un puñado de libros publicados, con otros que tiene una obra muy vasta y son mucho mayores. Pienso más bien en alguna afinidad literaria entre todos ellos, que el interés sea recíproco. Me gusta pensar por ejemplo en autores como Vila-Matas que suele prestar atención y ser generoso con los más jóvenes.
– Vienes a Chile acompañado de una delegación de autores vinculados a Cuadernos Hispanoamericanos, que participarán en talleres, lecturas y actividades. ¿Qué implica para la revista impulsar esta presencia colectiva en un evento como La Furia del Libro?
– Parte del trabajo de la revista es generar una actividad en torno a ella, ser una plataforma para la discusión, una comunidad, por así decirlo, viva, que, además de la lectura de la publicación, tenga una realidad externa. Y esta participación forma parte de muchas otras, como el festival de Cuadernos Hispanoamericanos que hicimos en junio del 2023. La Furia es una feria de la que conocíamos la importancia que tiene y teníamos muchas ganas de venir, y han sido todo facilidades por su parte.
– Defiendes la idea de pensar la literatura en español sin fronteras nacionales. ¿De qué manera este viaje a Chile y la presencia de autores de distintos países encarnan esa visión transnacional de la creación literaria?
– Me cuesta mucho pensar en la literatura en español acotada a un solo país, sí. Supongo que, porque cuando empecé a ser lectura, toda la literatura de Latinoamérica, sin la mediación de la traducción, fue un descubrimiento de un lengua y unas formas y unos mundos que realmente resultaban muy atractivos. Pensar en mi acercamiento a la literatura en esos años sólo por la literatura de mi país me parece más difícil, y en las traducciones siempre hay una distancia. Con eso de pensar la literatura en español sin fronteras nacionales tampoco me atrevo a decir que haya una sola literatura en español: sólo aprecio una curiosidad, un deseo por saber qué ocurre en otros países, en otros mercados editoriales, allá donde voy. Y además creo que la población de lengua española convive en muchos países, por lo que plantear esas fronteras nacionales literarias me parece algo artificioso y una pérdida.
– En un panorama donde las redes sociales y la inmediatez marcan el ritmo, ¿por qué siguen siendo necesarias las revistas culturales? ¿Qué tipo de conversación crítica o literaria permiten que otros formatos no logran sostener?
– Creo en la convivencia de todos los formatos. Yo mismo descubro muchos libros por leer en redes sociales. Pero es verdad que creo que son necesarios los espacios para el razonamiento crítico, el pensamiento, la entrevista, en profundidad. Creo que tiene que ver con la profundidad y la voluntad de complejizar y enriquecer los discursos y con la resistencia a la inmediatez. En una revista como esta el diálogo literario que hay es con un presente más expendido que el de las redes sociales o la prensa diaria.
– La inteligencia artificial está transformando prácticas creativas y editoriales. Desde tu perspectiva, ¿qué oportunidades y qué riesgos abre la IA para la literatura y para proyectos como Cuadernos Hispanoamericanos? ¿Crees que cambiará la manera en que leemos o valoramos un texto literario?
– Hicimos en su día un dossier en Cuadernos Hispanoamericanos sobre el asunto. Finalmente, creo que hay consenso en que, junto a las innegables posibilidades de la IA, no parece er que la creación literaria vaya a ser la actividad más afectada. Creo que una limitación tiene que ver con la imposibilidad del error genuino, no deliberado ni aprendido. De ese error, de esa disidencia con la tradición, surgen las voces literarias más interesantes. En ese sentido, creo que la creación más valiosa es difícil de sustituir por la escritura de las máquinas. Pero sin duda la IA ayudara a muchas labores, de corrección, de nota de prensa, redes sociales, etc. Cambiará la manera de leer un texto en la medida en que sea más evidente la singularidad de lo más valioso, y lo prescindible lo será todavía más.
– Vivimos tiempos políticamente intensos en muchos países hispanoamericanos y también en España. ¿Cómo pueden responder las revistas culturales a estas tensiones e incluso a la censura? ¿La literatura tiene un papel particular en periodos de violencia e incertidumbre?
– Siempre me ha costado pensar en la literatura como una herramienta o un vehículo para cumplir una función, y sin embargo es probable que la cumpla de manera indirecta. Creo que la literatura es una experiencia profundamente transformadora. El problema es cuántos lectores se someten a esa experiencia de lectura, pero sin duda un buen lector es alguien transformado, alterado por todos los estados de conciencia y experiencias ajenas a los que se ha sometido. No creo que sea alguien igual que si no lo hubiera hecho, tampoco “mejor” o “peor”, que me parecen nociones básicas. Pero si más capaces de complejizar los discursos, de tener un pensamiento propio, de estar menos expuestos a la manipulación.
Entonces, en tiempos en que el algoritmo parece determinar tantas cosas, una sociedad de lectores estaría mejor protegida del algoritmo, por ejemplo. Al menos eso se lograría, aunque, insisto, sería un beneficio indirecto de una experiencia que es revolucionaria de manera más compleja, internamente.
– El viernes participaste como moderador de la mesa “Arqueologías futuras”, con autores como Romina Paula, Hernán Ronsino, Diego Zúñiga, Santiago Wills, Elvira Navarro, Álvaro Bisama, Nona Fernández y Alejandra Costamagna. ¿Qué te interesa explorar en esa conversación y qué vínculos ves entre sus obras y las preocupaciones literarias del presente?
– Es un proyecto de crónicas de ciudades y tiene que ver con la intención de hacer reportajes de las grandes ciudades de habla española, con una premisa: escribir sobre aquello que nos gustaría que prevaleciera de cada ciudad, con la conciencia de que muchas ciudades -desde luego las europeas- están cambiando a una velocidad vertiginosa. Esa preocupación por las ciudades es una preocupación por los ecosistemas vivos que son las ciudades, y parte de la noción de las ciudades como una comunidad, como un ente orgánico.
Ahora estamos a punto de publicar un dossier sobre literatura y ciudad y un autor recordaba a Barthes cuando decía que las ciudades son un sujeto con posibilidad de diálogo, que se nutre de sus habitantes y viceversa. Hay en parte esa preocupación por mantener la ciudad como un espacio habitable no sólo físicamente, sino por la posibilidad de construir una identidad en un espacio donde el pasado y el presente generen ese enraizamiento en los individuos.
– Desde tu experiencia, ¿qué desafíos enfrentan hoy quienes buscan crear o sostener proyectos culturales y literarios en el ámbito hispanoamericano?
– Lo más complejo de una publicación literaria es la cuestión económica, o, por decirlo de otra manera: tener la independencia económica para mantener la independencia en los contenidos y en la selección de colaboradores o temas o libros a los que prestar atención. Que las revistas estén libres de la necesidad de atraer a más lectores y funcionen tratando de preservar su calidad y su independencia, que creo que es la manera, a largo plazo, de tener más y mejores lectores. De alguna manera, las revistas deben ofrecer algo distinto a las redes sociales o a la prensa diaria: una independencia de la urgencia editorial o del exitismo, una confianza en un criterio que los lectores reconozcan como válido.
– Mirando hacia adelante, ¿qué te gustaría que representara Cuadernos Hispanoamericanos para los lectores y autores jóvenes? ¿Cuál imaginas que será su aporte en la construcción de un espacio cultural iberoamericano más abierto y conectado?
– Me gustaría pensar en esta revista como un espacio que proponga lecturas estimulante, que nos haga redescubrir a autores o a autoras olvidados, que de un espacio principal a autores o autoras que no lo tienen en otros medios masivos, que los editores independientes y también los grandes editores lo tengan como un espacio donde puedan acceder por igual, y, por supuesto, que sea una revista donde no importe el origen nacional de los autores o las autoras y puede ser una plataforma compartida por todos los lectores y escritores en lengua española.
Creo que eso sugiere una comunidad de editores, de autores y autoras, de lectores, que pueden reconocer esta revista como un lugar propio, al que pertenecen y que les pertenece. Sentir esa complicidad y ese sentido de pertenencia sería la mayor satisfacción como editor.
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