
“Iósif Grigulevich. El hombre de Stalin en América Latina”: la fascinante vida de un espía soviético
Hoy más que nunca, resulta prioritario volver a libros como este, que ofrecen claves para entender los mecanismos del poder contemporáneo. Que las lecciones necesarias no sean silenciadas por el fanatismo ni sepultadas por la obsecuencia, ahora que se asoman los monstruos y reina la incertidumbre.
Walter Benjamin concibe el pasado no como una suma pacífica, un todo homogéneo y acumulativo, sino como un conjunto de constelaciones: pequeños fragmentos que revelan la injusticia y el sufrimiento de los oprimidos. La historia, en ese sentido, sería un ejercicio de liberación del pasado.
No hay allí un continuo lineal de progreso, como lo entendería el historicismo tradicional, sino más bien imágenes que fulguran en el presente y buscan impugnar la narrativa dominante de los vencedores.
En cierta forma, la labor que emprende Nil Nikandrov (1946), escritor y periodista ruso, con Iósif Grigulevich es una liberación del pasado, de su biografía tan enigmática y reservada, como de los agitados años de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que también tuvo su desarrollo en América Latina —en México, Argentina y también en Chile—, incluso antes de que comenzaran los bombardeos, los campos de exterminio y la pérdida de decenas de millones de vidas.
Arthur, el alias de Grigulevich, fue un espía soviético. La trama nos lleva por su infancia en Vilna, Lituania, sus primeras actividades para el Partido Comunista, sus dos años de reclusión, su primer viaje a Argentina por instrucción del Comintern (Internacional Comunista o Tercera Internacional), su paso por España en los tiempos de la guerra civil.
Lector voraz, gran orador, fue recaudador de dinero para los presos políticos y miembro del consejo de redacción de la revista Socorro Rojo. También fue vendedor viajero de radios, agente de seguros, electricista y periodista. En 1941 era el único agente activo del Departamento Exterior del NKVD en el conteniente sudamericano.
Decir que Iósif Grigulevich fue el hombre de Stalin en América Latina no es una exageración. Catalogado, según sus propias palabras, como “el hombre adecuado en el momento y lugar adecuados”, participó en la operación cuyo objetivo era asesinar a León Trotsky, por la cual recibió la Orden de la Estrella Roja.
Se ocultó durante dos meses en una clínica psiquiátrica en los suburbios de la Ciudad de México; luego se refugió en Argentina, donde obtuvo la nacionalidad de pleno derecho mediante pagos en el mercado negro. Al otro lado de la cordillera, tuvo la misión de crear una red de inteligencia y un grupo operativo encargado de sabotear cualquier transferencia —motivada por la venta de materias primas estratégicas— desde Sudamérica, incluido Chile, hacia los países del Eje, así como de reclutar voluntarios dispuestos a integrarse a las unidades de la Resistencia en Europa.
Todo esto mientras se desempeñaba como empresario dedicado a la fabricación de velas y, más tarde, como representante comercial de la vitivinícola Concha y Toro y de la farmacéutica Andrade, entre otras compañías. La vida de un espía debe llevarse con bajo perfil, construyendo una “tapadera” convincente. Ese fue un consejo que alguna vez le dieron a Iósif, en pleno apogeo de la Segunda Guerra Mundial, cuando la caza de espías arreciaba de lado y lado.
El libro, publicado por Ceibo Ediciones y traducido por primera vez al castellano, es el primero de dos tomos. Se trata de una investigación exhaustiva realizada por el autor, que incluye la revisión de los archivos de la inteligencia soviética, entrevistas a familiares, cercanos y figuras influyentes, como Volodia Teitelboim y Luis Corvalán en Chile, además de las notas autobiográficas del propio Iósif. Por las páginas de este ensayo desfilan figuras de la talla de Diego Rivera, Frida Kahlo, Ernest Hemingway, Pablo Neruda y Marta Brunet.
Es particularmente interesante analizar el escenario social, político y económico de las sociedades latinoamericanas durante las décadas de 1930 y 1940, contexto en el que se inscribe Miguel o Joseph o José o Yuzik o Felipe, los nombres de guerra de Iósif. La supuesta neutralidad frente a la conflagración mundial en ciernes no fue más que una excusa para promover el crecimiento de las fuerzas productivas, beneficiando exclusivamente a las élites políticas y económicas.
Es un recordatorio de que, en tiempos de guerra, las ganancias se concentran en manos de unos pocos, mientras la mayoría de la población carga con las consecuencias.
Hoy más que nunca, resulta prioritario volver a libros como este, que ofrecen claves para entender los mecanismos del poder contemporáneo. Que las lecciones necesarias no sean silenciadas por el fanatismo ni sepultadas por la obsecuencia, ahora que se asoman los monstruos y reina la incertidumbre.
Ficha técnica:
Nil Nikandrov. “Iósif Grigulevich. El hombre de Stalin en América Latina”. Ceibo Ediciones, 2025. 232 páginas.
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