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Calidad en educación: las ATE y la promesa basada en recetas internacionales

Óscar Luna Osorio
Por : Óscar Luna Osorio Profesor de inglés.
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Mejorar la calidad de la educación parece ser el tema más importante para todos los actores involucrados y que nadie en su sano juicio se atrevería a discutir o poner en duda. Sin embargo, esta necesidad se enfrenta desde su génesis a un problema semántico, pues mejorar la calidad de la educación puede tener una connotación distinta según a quién se le pregunte y en qué basa sus argumentos. Desde un punto de vista más holístico, la educación debiese ser un medio y no necesariamente un fin en sí mismo. Esto es, un medio para que la persona desarrolle al máximo sus capacidades y habilidades, siendo el principal motor la expansión de horizontes cognitivos y la libertad.

Por otro lado, y para algunos grupos, mejorar la calidad de la educación significa abiertamente subir los resultados del Simce. La publicación periódica de resultados en las pruebas estandarizadas ayudó a crear una especie de mercado próspero para las ATE, pues la creación de distintos rankings de colegios con los mejores y peores resultados significó que muchas escuelas corrieran hacia los brazos de cualquier salvador mesiánico que ofreciera revertir tales cifras desalentadoras. Es más, es de conocimiento público que existen diferencias abismales entre colegios de distintos GSE, existiendo una brecha de hasta 110 puntos entre instituciones vulnerables y las de niveles socioeconómicos más acomodados. (Fuente: ttp://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2016/06/07/simce-2016-se-perpetua-la-brecha-socioeconomica-y-disminuye-la-de-genero/).

Es bajo esta terrible inequidad que las ATE (empresas de Asistencia Técnica Educativa) vieron en las escuelas con bajos resultados la mina de oro para su nicho de negocio, ya que se ampararon en la ley SEP, que permitió destinar recursos de las escuelas para ser dirigidos a procesos de capacitación docente y de mejora educativa en todos sus niveles.

Sería interesante encontrar estudios que demostraran el real impacto de las ATE en las escuelas asesoradas, lamentablemente en el espectro de los medios informativos no se registran tales estudios o, bien, son de difícil acceso, por lo que el lucro en educación encontró otro canal de latencia sin vigilancia.

Ahora bien, en el plano de las discusiones respecto a la pertinencia y necesidades reales de las escuelas por encontrar asesorías que ayuden de manera significativa a mejorar prácticas docentes y de cultura escolar, cabe mencionar que en su mayoría los profesores y principales actores de la educación tienen poca o ninguna injerencia en la elección de talleres o cursos destinados a ellos mismos, siendo los selectos directorios de las corporaciones o asociaciones quienes a puertas cerradas toman tales decisiones.

[cita tipo=»destaque»]Sería interesante encontrar estudios que demostraran el real impacto de las ATE en las escuelas asesoradas, lamentablemente en el espectro de los medios informativos no se registran tales estudios o, bien, son de difícil acceso, por lo que el lucro en educación encontró otro canal de latencia sin vigilancia.[/cita]

Bajo esta perspectiva es que, dentro de la oferta de mercado de las ATE, una importante corriente internacional de marketing invadió los directorios de estas empresas, las que encontraron en algunos métodos norteamericanos la solución a bajos resultados en pruebas estandarizadas. La propagación de best sellers educacionales, especialmente de autores como Paul Bambrick-Santoyo, de Uncommon Schools, y de Doug Lemov, y la apropiación –o compra– de metodologías “efectivas” de enseñanza en el aula y de efectividad en la mejora de la cultura escolar y educativa, generó una unísona voz respecto al discurso de cómo lograr la mejora en resultados.

En importante mencionar que las principales empresas asesoras de educación están bajo el alero de esta metodología norteamericana, además de grandes agrupaciones educacionales que reúnen a varios colegios particulares subvencionados de Chile.

El problema planteado aquí sugiere tres inconvenientes: primero, la gran influencia que tienen estos métodos casi a modo de recetas que prometen mejorar los resultados siempre y cuando se compren sus libros, se asista a sus seminarios y se capacite a líderes bajo esta ideología extranjera, casi como adhesión a una campaña militar al más puro estilo de We want you, eslogan típico norteamericano. Desconociendo las particularidades y múltiples contextos de las escuelas chilenas que poco o nada tienen que ver con la cultura anglosajona.

Segundo: respecto a las personas encargadas de capacitar a profesores y a profesionales de la educación, son en su mayoría profesores desertores del sistema y/o profesores con menos de 5 años de experiencia u otros profesionales que no están relacionados con la gestión directa en el aula. El problema radica en que estos profesionales dictan cátedra sobre cómo educar y enseñar desde su escuálida experiencia y desde su descontextualizada noción de lo que implica trabajar en el aula. Basta con visitar las páginas webs de estas ATE y revisar los currículos de los relatores para comprobar esta afirmación.

Tercero: la discusión que se ha implantado en el sector educativo tiene como fuente la mejora de resultados basándose principalmente en lo que el Simce dicta, centrando el eje en temas meramente numéricos y cuantitativos, relegando el tema de la calidad a un segundo plano, siguiendo la lógica de mercado que impera en nuestro país.

A modo de conclusión, las ATE encontraron un mercado fructífero en las escuelas con bajos resultados en pruebas estandarizadas como el Simce, a las que les prometieron mejorar sus números con recetas exitosas internacionales, pero que no necesariamente representan las realidades locales de nuestro país, por lo que su pertinencia e impacto se diluirán tan pronto aparezca una nueva moda educativa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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