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Eros de primavera: la enfermedad del amor (III) Opinión Ovidio. Crédito: OkDiario

Eros de primavera: la enfermedad del amor (III)

Alejandro Reyes Vergara
Por : Alejandro Reyes Vergara Abogado y consultor
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Invoquemos a Venus y Afrodita, diosas del Amor y la Belleza. Que colmen nuestra copa para saciar el ansia del Amor tan merecido, y para darlo a tantas y tantos que lo necesitan o se lo han ganado


En El Amor en Epidemias de Soledad vimos que la soledad azota a casi la mitad del mundo. Te dije que el Amor no es un antídoto, pero es un remedio que la mitiga. Por ello empecé a investigar, leer y escribir sobre el Amor, alejándome por un tiempo de lo político, la ética y otros dolores contingentes. Y primero quise conversar contigo sobre El Amor del Deseo (I), de la pasión, del enamorado, de la erótica en las parejas, que es uno de varios tipos de Amor. Luego conversamos sobre La Enfermedad del Amor (II), y viste cómo Hipócrates, Platón y Lucrecio describieron de manera sorprendente su germen, su infección, desarrollo y culminación, proponiendo y algunas curas. Entre otras cosas, Hipócrates como primer médico científico llegó a la conclusión que el amor (enamoramiento) era un tipo de locura y lo metió en el mismo saco de tales enfermedades. Platón en sus diálogos sobre el Amor también la califica como enfermedad y locura, describiendo las etapas de su evolución. Después vimos a Lucrecio, un físico, poeta y filósofo notable, pero que va muy lejos. Dice que se pierde el placer del sexo si hay amor, sentimientos o emoción. Recomienda expulsar los humores del sexo a alguien distinto de quien causó la herida de amor. Platón no anda tan lejos, porque dice que la enfermedad es contagiosa, por lo que el enamorado no debe prestar sus favores a cualquiera, sino en especial al amado (para no contagiar a otros). Entonces, siguiendo a Lucrecio por un instante, que afirma que el sexo se estropea con el amor, porque hace perder sus delicias, te puse en el dilema ¿Hay que tener Amor sin sexo? ¿O sexo sin Amor? ¿O ambas combinaciones al mismo tiempo? En rigor las dos primeras combinaciones son compatibles, y al parecer no son muy pocas las parejas que en estos tiempos las practican. Pero te digo ahora que ese triple dilema es falso. Porque existe una cuarta alternativa, que es tener Amor con sexo, que por cierto es lo mejor y preferible. Pese a lo que digan Lucrecio, Platón y otros grandes, me haré tan gigante y te diré no solo es lo más preferible sino lo más satisfactorio, pero no siempre fácil. Pero también hay una quinta alternativa, que no es recomendable ni se la deseo a nadie, que consiste en no tener Amor ni tampoco sexo. Intuyo que ha crecido mucho en el mundo. Pero no conozco datos. Pero hay evidencia sobre el alto sentimiento de soledad, y simultáneamente vivimos en una sociedad muy exigida por el trabajo y en grandes urbes agitadas. También hay mucha población que vive físicamente sola. Esas condiciones por cierto no eliminan, pero creo disminuyen las posibilidades del Amor y también del sexo.   

Sigamos avanzando a tientas por la Caverna del Amor, tan sorprendente como infinita. 

¿Y Ovidio, qué pensaba? Otro poeta gigante, contemporáneo a Catulo y algo de Lucrecio. Ovidio escribió el Arte de Amar en el año 1 a.C. Es divertido, ironiza, juega, pero también parece hablar en serio. En Ars Amandi nos enseña a los hombres cómo buscar a la mujer que debemos amar; cómo mantener por mucho tiempo el amor de esa mujer; y a las mujeres libres enseña todas las astucias para conquistar a un hombre y atarlo por largo tiempo.

Los consejos de Ovidio son prácticos, algunos vigentes en la actualidad. Yo digo que Ovidio no es un estratega del amor, sino que es un táctico. Recomienda jugadas, trucos, movimientos de corto plazo, posiciones para ganar batallas en la conquista y mantención del amor, tanto para hombres y mujeres. Y de tanto dar batallas puedes ganar la guerra del Amor. O tener una estrategia que llevamos adelante con esas tácticas. 

Te mencionaré pocas. A los hombres, para buscar a la amada, propone seguir las prácticas de los cazadores para encontrar las mejores presas. Hay que buscar mujeres adecuadas allí donde hay muchas. ¡Lógico! Ovidio ofrece facilitar mucho las cosas, porque dice que en ocasiones, “…lo ajeno cautiva el corazón más que lo propio; es más fértil la cosecha de los campos ajenos, ubres más cargadas de leche tiene el rebaño del vecino.” 

Sugiere el buen uso del vino en la conquista. Dice que “prepara los corazones y la pasión llega antes: se esfuman los pensamientos…surgen las risas e incluso el apocado cobra atrevimiento…en los vinos la llama del amor se unió a la llama. Pero no te fíes mucho de la luz parpadeante del candil: la noche y el vino estorban…La noche difumina los defectos…las mujeres en la oscuridad son todas bellas.”  

Ese consejo creo que es válido para hombres y mujeres, porque ellas tampoco saben muy bien con quién se meten en noches dionisíacas, de largas penumbras, bailes y alabanzas al dios Baco. Y que terminan en agitaciones y reposos sobre la arena, hasta el amanecer. 

¿Y qué aconseja Ovidio al hombre para mantener a la mujer por largo tiempo? ¡Agachar el moño, definitivamente! Fíjate lo que nos dice este entendido: “cediendo saldrás vencedor. Haz solo y siempre todo lo que ella quiere. Si critica a alguien, critícale tú también; todo lo que ella apruebe, apruébalo tú también; lo que ella afirme, afírmalo tú…” Hasta cuando juegues con ella, déjate ganar por ella. Si quieres que sea tuya, haz que crea que estás atónito, hechizado con su hermosura. Dile que “desencadena incendios” a su paso. 

¿Un sabio y experto actual te aconsejaría lo mismo? Creo que sí. Absolutamente. ¡Otra cosa es ser capaz de aplicar la receta! Si tú eres hombre, es demasiada resignación, nublar la razón, consentir en todo y cerrar la boca ¡Es mucho pedir! Creo que sólo grandes sabios y eminentes maestros podrían llegar a dominar la práctica de esta receta. Quizás hay otras alternativas, cuando se trate de peticiones, opiniones o misiones imposibles. Una es decir siempre que sí, pero hacer que no toda vez que así convenga a la luz de la razón, la prudencia y el bien común. Otra alternativa es decir siempre que sí, y luego, en los casos antes señalados dejar pasar el tiempo hasta que las cosas retomen su cauce natural. Pero hay que advertir a los hombres jóvenes que ambas alternativas son riesgosas. 

Sobre la infidelidad masculina con la adúltera rival, Ovidio advierte que “ni el rojizo jabalí es tan furioso en el ímpetu de su ira…como arde una mujer que ha sorprendido a la adúltera rival en el lecho de su esposo: es furibunda la indignación de su corazón traicionado…”  Por eso también Ovidio llama al hombre a ser cauto si anda en malos pasos: “ten en cuenta que, si se descubre algún día todo lo que escondes, aunque sea muy claro, niégalo rotundamente. No te muestres nunca blando en esto ni remiso…Y no des tregua a tu inquebrantable postura.”  

¿Eres mujer? ¿Qué te aconseja Ovidio para conquistar al hombre, mantener su amor y atarlo durante mucho tiempo? Ovidio se fija mucho en los cuidados del cuerpo y en la forma de vestir, en los juegos, la música, la danza y todas las cualidades que pueden atar al hombre. En esto Ovidio era realmente un experto. Sacó un libro especial sobre ello, si es hombre, blanco, hetero-patriarcal y del siglo I. También da a “las amazonas” y a las” vírgenes guerreras” las armas “para que bajen en paridad y triunfe aquel que sea más querido por Venus…No sería justo que dieseis batalla desnuda contra varones armados; ni para vosotros varones, sería gloria un triunfo así.” ¡Vaya vaya Ovidio! ¡Fuiste un adelantado en dos milenios en la igualdad y paridad de género, al menos en las armas y batallas del amor! Al menos, gran Ovidio, hiciste un modesto aporte a la causa feminista hace 2000 años.

Por último, transmitiré un par de consejos importantes y bellos de Ovidio para las mujeres, que creo aplicable a los hombres: “Si todavía podéis, si todavía tu cuerpo es primavera, gozad de la vida: los años pasan como las aguas de un río. La corriente que ya pasó no vuelve, como tampoco vuelve la hora que ha pasado. Gozad de la vida: corre rápidamente la envidiada edad y no es tan buena la que viene como la que hubo. Entre esas zarzas vi la violeta, y en esas espinas un día cogí una flor.” 

¡Qué poesía por dios Ovidio!  Tiene un aire de las advertencias que nos hace el filósofo Séneca en la misma época al hablarnos sobre la brevedad de la vida, y del gran poeta Horacio, también contemporáneo a ellos, en el Carpe Diem, aprovecha el día.  

Y aquí va otra de Ovidio con la que termino, también aplicable a hombres y mujeres para que consientan a los que aman: “¡Vosotras que sois mortales, seguid los ejemplos de las diosas! ¡No neguéis vuestros favores a quien con pasión os ama!”

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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