Publicidad
El populismo tecnocrático que está vaciando nuestras aulas Opinión

El populismo tecnocrático que está vaciando nuestras aulas

Publicidad
Álvaro Ramis Olivos
Por : Álvaro Ramis Olivos Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAcademia). Teólogo, doctor en filosofía
Ver Más

Si no desmontamos este populismo tecnocrático, corremos el riesgo de perder una generación de docentes y de dejar un vacío irreversible en las aulas. No basta con buenas intenciones ni con medidas técnicamente elegantes. Hace falta voluntad política para pensar en soluciones reales y sostenibles.


En los últimos años la política educativa chilena ha insistido en una fórmula que se presenta como incuestionable: subir los puntajes de ingreso a las carreras de pedagogía para garantizar mejores docentes y, con ello, mejorar la calidad de la educación. Esta medida, defendida como una solución “técnica” y “sin alternativa”, es un claro ejemplo de populismo tecnocrático: decisiones que se venden como neutras y científicas, pero que terminan profundizando los problemas que buscan resolver.

En la superficie, la idea parece razonable. ¿Quién podría oponerse a que ingresen a pedagogía los estudiantes con mejores resultados en pruebas estandarizadas? El discurso dominante repite que así se “elevará la vara” y se formarán mejores profesores. Pero la realidad es mucho más compleja y los resultados son alarmantes: la matrícula en las carreras de pedagogía ha caído de manera dramática, especialmente en áreas críticas como matemáticas, ciencias y lenguaje, y en regiones fuera de Santiago.

Hoy enfrentamos un déficit crónico de profesores, que se ha vuelto estructural en amplios campos del conocimiento. A esto se suma que muchos establecimientos, especialmente en zonas rurales o vulnerables, deben cubrir vacantes con profesionales sin la formación adecuada. Lejos de elevar la calidad, esta política ha terminado generando un daño profundo a la provisión de docentes, afectando al sistema educativo en todos sus niveles.

Este es el sello del populismo tecnocrático: imponer medidas con un aparente respaldo técnico, simplificar problemas complejos y presentar la política como “la única solución posible”, deslegitimando cualquier alternativa como “ideológica” o poco seria. Bajo esta lógica, se ha priorizado un criterio de selección estrecho y cuantitativo que ignora otros factores esenciales: la vocación docente, las trayectorias educativas diversas y la necesidad de acompañar a los futuros profesores durante su formación.

Es urgente cambiar el rumbo. Mejorar la calidad de la educación no pasa por cerrar las puertas a quienes quieren enseñar, sino por construir políticas integrales que: atraigan a más estudiantes con vocación y compromiso, no solo a quienes superan un umbral en pruebas estandarizadas; fortalezcan la formación inicial con programas exigentes y pertinentes; y dignifiquen las condiciones laborales de los profesores para que la pedagogía vuelva a ser una carrera altamente deseable.

Si no desmontamos este populismo tecnocrático, corremos el riesgo de perder una generación de docentes y de dejar un vacío irreversible en nuestras aulas. No basta con buenas intenciones ni con medidas técnicamente elegantes. Hace falta voluntad política para pensar en soluciones reales y sostenibles.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.

Publicidad