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La abdicación de Chile Vamos (y la traición a Evelyn) Opinión

La abdicación de Chile Vamos (y la traición a Evelyn)

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Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Más allá de la guerra sucia dentro de un mismo sector, aquí lo que se vio en juego fue, en primer lugar, la lealtad con Matthei, pero, de fondo, la convicción y defensa de un proyecto político de centroderecha, que una parte importante de Chile Vamos parece haber abandonado en unos pocos días.


El viernes 1 de agosto, Carlos Larraín –el hombre influyente, financista y expresidente de Renovación Nacional– le dio el golpe de gracia a la campaña de Matthei, declarando que su candidato era Kast. En paralelo, el diputado Andrés Celis, también RN, sumaba su apoyo al republicano, afirmando que “la mitad de los diputados” de su partido estaban en la misma posición –es decir, 12–.

Fue el punto culminante de una semana en que la candidatura de la exalcaldesa terminó por naufragar en el mar más peligroso y amargo de todos: el de los tiburones propios. El lunes 28 de julio partió con las duras y sentidas declaraciones de Evelyn, denunciando una campaña “asquerosa” en su contra, apuntando con el dedo a los republicanos y en particular a su líder, José Antonio Kast. Además, anunció una querella –respaldada por los senadores de RN– contra quienes desplegaron la guerra sucia, montando una estrategia para que la población la percibiera con problemas de salud mental, diagnosticándola con alzhéimer.

Fue el momento en que se le vio mejor a Evelyn en todo este año. Empoderada, con fuerza y decisión, volvió a asomar la mujer con coraje, sin miedo, pero con una ventaja respecto de otros momentos: calmada, en control. La grave denuncia –que pulverizó las reglas del fair play–, hizo pensar que a partir de ese momento se produciría un punto de inflexión en su candidatura. O al menos debe haber sido el diseño de su equipo.

Si la ciudadanía lograba identificar la maniobra de la otra derecha y quedaba despejada cualquier duda respecto de las condiciones mentales de Evelyn, sería positivo para ella.

No tengo certezas, aunque sí sospechas, del verdadero objetivo buscado con la grave denuncia y la amenaza de querella, pero lo cierto es que los suyos, partiendo por los candidatos al Parlamento de RN y la UDI –Evópoli pareció perplejo y descolocado–, fueron abandonando el barco de a uno. Si incluso los propios “querellantes” terminaron por darle vuelta la espalda y aceptar la rendición incondicional.

Por supuesto, las presiones, llamadas y WhatsApp en defensa de intereses –como proteger un cupo parlamentario– lograron que Matthei desistiera de las acciones judiciales y tuviera que tragarse sus propias palabras y la rabia de haber sido tratada como una persona con debilidad mental y alzhéimer, firmando una paz unilateral, como cuando se negocia con Trump.

Porque la verdad es que nunca José Antonio Kast fue capaz de decir que lamentaba el hecho y, menos, reconocer una mínima responsabilidad por la agresiva campaña gatillada desde su entorno. Tanto es así, que JAK apareció en la semana en redes sociales junto al candidato por Los Ríos que habló de la “locura temporal” de Evelyn.

La paradoja de este episodio fue que José Antonio Kast, unilateralmente, dio por “cerrado el capítulo”, dejando en una posición bastante debilitada e incómoda a la denunciante. Y pese que la UDI el fin de semana salió a ratificar su respaldo a Matthei, los movimientos y conversaciones de las bases de Chile Vamos parecieron alinearse más con Larraín y Celis que con la versión oficial del partido en que milita la exsenadora y exministra.

Más allá de la guerra sucia dentro de un mismo sector, aquí lo que se vio en juego fue, en primer lugar, la lealtad con Matthei, pero, de fondo, la convicción y defensa de un proyecto político de centroderecha, que una parte importante de Chile Vamos parece haber abandonado en unos pocos días, proyectando lo obvio: el pragmatismo es más fuerte.

La pregunta es qué tipo de entendimiento o gobernabilidad podría ofrecer el sector si Kast llega a la segunda vuelta, luego de esta fractura y desconfianzas generadas entre las dos derechas, y sobre todo, después que los republicanos torpedearon, de la manera más miserable, a quien, durante los últimos dos años, todo el país pensó que sería la próxima Presidenta.

Por tanto, lo que parecía una oportunidad para repuntar y recuperar el voto ciudadano que migró hacia Kast en los últimos meses –producto de la campaña “asquerosa” y los múltiples errores no forzados propios–, terminó convirtiéndose en una especie de autogol –así lo calificó la senadora RN Paulina Núñez– para la candidata.

En menos de 48 horas, un grupo importante de parlamentarios tomó distancia de la iniciativa hasta dejar en el casi total abandono a Evelyn y su denuncia. Claro que concordemos que la abanderada de Chile Vamos eligió una fecha crítica para confrontar a Republicanos: justo la semana en que se iniciaban las conversaciones para acercar posiciones e intentar armar una sola lista parlamentaria o al menos pactos de omisión.

¿Respondió entonces a una estrategia el contrataque de Evelyn? ¿Qué perseguía la exalcaldesa? Si el objetivo fue alinear o aleonar a los suyos, definitivamente el fracaso fue estrepitoso. ¿O no sería que Matthei buscaba tener argumentos para bajar su candidatura con cierta dignidad? O, lo que es peor, ¿alguien no la habrá convencido de hacer la denuncia para así tener razones para dar de baja a la exalcaldesa y sumar fuerzas detrás de JAK?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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