
¿Por qué creer en un candidato que guarda silencio?
¿Qué está pasando? ¿De verdad estamos frente a un electorado que prefiere el misterio por sobre la claridad?
Es inquietante –y al mismo tiempo revelador– observar cómo, en la antesala de una elección crucial para Chile, uno de los candidatos que menos se expone públicamente y evita pronunciarse sobre los temas de interés nacional, lidera las encuestas semana tras semana. ¿Qué nos dice esto sobre el estado actual de nuestra democracia y del vínculo entre la ciudadanía y la política?, al menos es para cuestionárselo.
Mientras tanto, vemos a otra candidata que sí se atreve a hablar con claridad. Que pone sobre la mesa ideas, propuestas, y se expone al debate y al contraste de miradas. Una candidatura que busca construir puentes y sumar desde distintas sensibilidades políticas, que incluso ha logrado algo inédito: el respaldo de un partido de centro que nunca antes había apoyado a una candidatura de la derecha tradicional. Esa amplitud de apoyos no es menor y debería ser valorada como un signo de madurez y capacidad de gobernabilidad.
Sin embargo, los resultados de las encuestas parecen premiar la estrategia del silencio. ¿Qué está pasando? ¿De verdad estamos frente a un electorado que prefiere el misterio por sobre la claridad? ¿O será que aún nos cuesta interpretar lo que las cifras reflejan, sobre todo después de haber vivido dos procesos constitucionales fallidos marcados por la polarización?
Chile ha sido históricamente un país moderado. Cuesta entender que, tras experiencias tan recientes, elijamos nuevamente a un extremo, aunque ahora camuflado bajo un ropaje de supuesta sensatez. Porque el silencio también es una decisión política. Y cuando se guarda en temas que afectan directamente la vida de millones de personas –la seguridad, la salud, la educación, la migración o el crecimiento económico–, eso no es prudencia: es evasión.
Hoy más que nunca necesitamos liderazgos que digan lo que piensan, que escuchen, que se atrevan a dialogar con quienes piensan distinto y que comprendan que la gobernabilidad de Chile no se puede construir desde trincheras. Se necesita sensatez, apertura y compromiso real con el bien común. Callar, en este contexto, no debería ser una virtud.
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