
Caso Australis: ¿dónde está la CMF?
Entonces, una sociedad anónima abierta en bolsa, que envió sus estados financieros “cumpliendo” en apariencia con la normativa vigente y pasando el visto bueno de los auditores, pero en cuyo origen las cifras tienen un pequeño detallito –son fruto de una grave infracción a la normativa ambiental…–.
El caso Australis es digno de análisis porque refleja que se nos pasan elefantes caminando frente a nuestras narices y no nos damos cuenta.
Antes del análisis, un poco de contexto. El empresario chileno Isidoro Quiroga vendió a la compañía china Joyvio la salmonera Australis en US$ 921 millones en 2019 y, en ese proceso, los chinos alegaron que en el due diligence y a la hora de negociar la compraventa se les ocultaron graves problemas de sobreproducción de salmón, con el fin de alcanzar un precio más alto, y dijeron ser víctimas de una estafa.
Los chinos pedían deshacer la venta y que se les devuelva lo pagado más US$ 300 millones en daños. Señalaron que la sobreproducción sistemática fue para justificar los múltiplos de valorización de la compañía que terminaron pagando; sin sobreproducción –dijeron–, la empresa valdría la mitad de lo que se pagó. Por su parte, la versión chilena del cuento planteaba que los chinos estaban al tanto de dicha “irregularidad”, la cual habría sido informada.
Recientemente, un tribunal arbitral rechazó anular el contrato y descartó dolo, pero condenó a Quiroga y su familia a restituir parte del precio por sobrevaloración y pagar casi US$ 300 millones a Joyvio, dueña de Australis, por entregarle información incompleta en la venta de la salmonera. La sentencia es la mayor en la historia arbitral chilena.
El tribunal dio por acreditada la sobreproducción de salmones. Quiroga niega los cargos y su defensa intentará anular dicha sentencia.
La discusión legal que viene tiene que ver con plata, evidentemente, y tecnicismos: determinar si la sentencia corresponde a una indemnización o a una compensación, ya que dependiendo de ello se aplicarían cláusulas distintas en el contrato original, y el monto puede variar considerablemente. Mientras tanto, el taxímetro de los abogados sigue corriendo.
En definitiva, este caso se ha centrado en determinar si los chinos sabían o no sabían de esta ilegalidad, y no en la ilegalidad en sí. La sobreproducción, que es el meollo y origen del asunto, hasta ahora se ha centrado como un problema ambiental, y ha dado origen a importantes multas de la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA). Pero nada se ha hablado de la infracción a la Ley de Valores (Australis es una empresa que se transaba en bolsa antes de esta transacción).
Estamos hablando de una sobreproducción de 50% en varios años. El potencial de cosecha de los 47 sitios de Australis era de 117 mil toneladas por año, mientras que la cosecha autorizada era de tan solo 72 mil toneladas por año. La pregunta que debería centrar la discusión es: ¿nadie se dio cuenta? Qué raro. Se pudieron producir, transportar y exportar decenas de miles de toneladas en exceso (y millones y millones de dólares de diferencia) y nadie vio nada, nadie dijo nada, nadie supo nada. Ni aduanas, ni el SII, ni la CMF, ni los auditores, ni analistas, ni las estadísticas de comercio exterior llamaron la atención… qué raro. Ni el PxQ en los análisis llamó la atención. Pasó piola.
A Australis nunca “la pillaron” realmente; se autodenunció.
Me quiero centrar en la Ley de Valores. La CMF no ha dicho nada. No se registran sanciones formales impuestas por la CMF contra Australis en el período 2015-2025, según los registros oficiales. Tampoco se han informado procedimientos sancionatorios vigentes en el mismo período.
Entonces, una sociedad anónima abierta en bolsa, que envió sus estados financieros “cumpliendo” en apariencia con la normativa vigente y pasando el visto bueno de los auditores, pero en cuyo origen las cifras tienen un pequeño detallito –son fruto de una grave infracción a la normativa ambiental–… ¿no es competencia de la CMF? Veamos.
La Ley de Mercado de Valores (Ley 18045), en su Art. 9 señala que el emisor debe “divulgar en forma veraz, suficiente y oportuna toda información esencial respecto de sí mismo, de los valores ofrecidos y de la oferta. Se entiende por información esencial aquella que un hombre juicioso consideraría importante para sus decisiones sobre inversión”. El Art. 10 es más claro aún respecto del caso Australis, ya que exige a las instituciones que deben entregar información veraz “referida a los impactos ambientales y de cambio climático de las entidades inscritas, incluyendo la identificación, evaluación y gestión de los riesgos relacionados con esos factores, junto a las correspondientes métricas. La Comisión deberá especificar la forma, la publicidad y la periodicidad de la información a entregar por parte de las entidades inscritas, la que al menos será anual. En la elaboración de la citada normativa, la Comisión considerará estándares o recomendaciones nacionales o internacionales sobre la materia”.
El Artículo 59 de la Ley 18.045 señala las sanciones por entregar información falsa al mercado. Los estados financieros de Australis evidenciaron una situación financiera de la compañía que operaba fuera de la norma ambiental, una situación real pero falsa para un inversionista (y acreedor) que tomó sus decisiones basándose en el desarrollo de equilibrio en el mediano y largo plazo de la compañía y que compró acciones (o prestó plata) cuando estas se transaban en bolsa.
El caso Australis tiene eso de especial. Y uno pediría a la CMF una rigurosidad analítica que fuera más allá de un análisis somero del cumplimiento de la normativa respecto de los estados financieros de Australis, porque en este caso efectivamente hubo daño al mercado de valores que va al corazón de la fe pública. Y este daño es tanto o más importante que el conflicto Quiroga-Joyvio, y apunta a la esencia del quehacer de la CMF.
En 1837, en danés Hans Christian Andersen escribió la fábula El traje nuevo del emperador. La historia trata sobre un emperador que es engañado por dos tejedores para creer que le están confeccionando un traje mágico invisible para los tontos y los ineptos. La gente de la corte, temiendo parecer tonta, elogia el traje inexistente. Finalmente, un inocente niño grita que el rey está desnudo, lo que lleva a todos a admitir la verdad. Ya es hora de que alguien le diga a la CMF que el rey está desnudo.
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