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Mujeres, menopausia y apnea del sueño: un problema de salud invisible en Chile Opinión

Mujeres, menopausia y apnea del sueño: un problema de salud invisible en Chile

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Juan Carrillo Azócar
Por : Juan Carrillo Azócar Médico - cirujano por la Universidad de Concepción. Director Departamento de Sueño, Asociación Latino Americana de Tórax (ALAT). Máster en Medicina y Fisiología del Sueño. Magister (c) en Salud Pública.
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La menopausia es inevitable, pero sus consecuencias sobre el sueño pueden manejarse.


Cuando pensamos en apnea del sueño, usualmente viene a la mente la imagen de un hombre roncando. Sin embargo, existe un grupo que sufre en silencio esta condición: las mujeres en etapa de climaterio. En Chile, donde el 100% de las mujeres vivirá esta transición, poco se habla de cómo afecta su calidad de sueño y, por ende, su salud integral.

La menopausia es mucho más que el fin de la menstruación. Es un terremoto hormonal cuyas réplicas afectan desde los huesos hasta la respiración nocturna. En Chile, donde la esperanza de vida femenina supera los 80 años, las mujeres pasarán más de un tercio de su vida en esta etapa. ¿Por qué seguimos tratando sus síntomas como si fueran inevitables?

Cuando los ovarios dejan de producir estrógenos y progesterona, el cuerpo femenino sufre cambios que van mucho más allá de los sofocos. Hay tres cambios o fenómenos fisiológicos y metabólicos que ocurren en simultáneo: 1) fragmentación del sueño: el 60% de las mujeres menopáusicas reporta insomnio; 2) riesgo respiratorio: la probabilidad de apnea del sueño se triplica tras la menopausia; 3) tormenta metabólica: aumento de peso, resistencia a la insulina y presión arterial elevada.

Pero la menopausia no solo trae sofocos y cambios de humor. La disminución de estrógenos y progesterona –hormonas que ayudan a mantener abiertas las vías respiratorias durante el sueño– hace que las mujeres en esta etapa sean más vulnerables a desarrollar apnea del sueño. A esto se suma que, en Chile, el 34% de las mujeres adultas vive con obesidad (ENS 2016-2017), principal factor de riesgo para esta condición.

Mientras los hombres suelen presentar ronquidos fuertes –lo que alerta sobre el problema–, las mujeres frecuentemente reportan: insomnio, fatiga crónica, dolores de cabeza matinales y cambios de humor.

Estos síntomas suelen atribuirse erróneamente solo a la menopausia, retrasando el diagnóstico por años, incluso por siempre. Según estudios chilenos, por cada mujer diagnosticada con apnea del sueño, hay tres hombres detectados, pese a que después de la menopausia la prevalencia tiende a igualarse.

La conexión entre menopausia y apnea del sueño es alarmante: 1) una de cada cuatro mujeres posmenopáusicas tiene apnea no diagnosticada; 2) la falta de estrógenos hace que el cerebro sea menos sensible a los bajos niveles de oxígeno; 3) cada apnea nocturna es un miniestrés cardíaco que suma riesgo cardiovascular.

La apnea del sueño no tratada en mujeres posmenopáusicas aumenta significativamente el riesgo de hipertensión arterial, diabetes tipo 2, depresión y ansiedad, y deterioro cognitivo precoz. Peor aún, algunas investigaciones muestran que las mujeres con apnea del sueño tienen hasta 70% más riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular que los hombres con la misma condición.

El tratamiento combinado para mujeres perimenopáusicas con trastornos respiratorios del sueño es una fórmula que podría ser utilizada de manera más sistemática, y debería incluir: 1) evaluación integral (estudio de sueño + perfil hormonal); 2) terapia de reemplazo hormonal personalizada (parches transdérmicos o gel para evitar efectos colaterales); 3) CPAP adaptado (equipos más silenciosos y mascarillas más pequeñas para mujeres), y 4) seguimiento conjunto (ginecólogo + broncopulmonar).

Los resultados son promisorios. Las pacientes reportan disminución significativa de los sofocos nocturnos, mejoría en calidad del sueño, reducción de las cifras de presión arterial y mejor calidad de vida.

¿Qué se necesita para cambiar esta situación? Consideramos que hay tres niveles en los cuales se puede y es necesario actuar:

  1. Conciencia social: dejar de ver la apnea del sueño como un “problema de hombres”.
  2. Mejor capacitación médica: incorporar preguntas sobre sueño en controles ginecológicos de mujeres >45 años, o con sospecha de menopausia precoz.
  3. Acceso al diagnóstico: menos del 10% de los centros de salud públicos cuenta con equipos para detectar y confirmar apnea del sueño.

La menopausia es inevitable, pero sus consecuencias sobre el sueño pueden manejarse. Como sociedad, debemos dejar de normalizar que “dormir mal es parte de la edad” y exigir políticas de salud que consideren esta problemática. Después de todo, cuando las mujeres duermen mejor, toda la sociedad funciona mejor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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