
Conclusiones del debate I
Para ser Presidente no solo se debe saber, sino también ser capaz de dar la sensación de estar en control, de estar al mando y de poder liderar. Espero que para la próxima mejoren sus apariencias presidenciales, lleguen más preparados y se tomen un Armonyl.
Aparte de ciertos aspectos estéticos –tales como que a algunos los cuellos italianos no les quedan bien, lo mismo que las corbatas amarillas o naranjas, que no dan un aspecto presidenciable, al igual que un estilo ochentero más propio de las películas de esa época–, un debate de ocho no es un debate que permita discusiones con altura o tener más claridad de lo que piensa un candidato sobre materias críticas que nos preocupan.
Un debate de ocho es algo en donde los que encabezan las encuestas tratan de salir sin daños, y en donde uno esperaría que los retadores ubicados en los lugares más atrasados traten de romperla con comentarios avezados, faltos de buen gusto o con pintas que llamen la atención, algo que se dio en esta oportunidad.
Es por eso por lo que comencé la columna con un comentario sobre las apariencias. Es un debate de candidatos a la Presidencia donde hay que buscar aparecer presidenciable, transmitir una imagen, algo que tenían todos los anteriores presidentes que salieron electos, hasta Boric, en su estilo sin corbatas.
A un debate se entra con una estrategia y es por ello que cuesta entender los errores no forzados de los que encabezan las preferencias. Se mantiene la calma y se habla sobre el tema en cuestión. Se habla con claridad, sin dudas, de corrido y directo al punto, algo que estuvo un poco ausente en esta oportunidad. Tampoco es bueno ponerse a pelear, menos con la persona que está al lado, ya que uno corre el riesgo de quedar distraído, condición que no sirve para meter goles o evitar que se los metan.
Excepto Johannes Kaiser, ninguno aprovechó bien el módulo de seguridad del debate. Algunos, porque se pusieron a hablar de otros temas; otros, porque no dejaron claro qué iban a hacer. También los hubo quienes basan su estrategia en colocar minas antipersonales, una idea que puede sonar bien para muchos y ser inicialmente efectiva, pero que el invierno altiplánico hace inviable al poco tiempo. Una cosa es pensar que la desesperación por seguridad es muy alta y otra es atentar contra el buen sentido común de los chilenos.
Tampoco ayudaron las preguntas realizadas por el panel. Se olvidaron de la insurgencia de la macrozona sur, no preguntaron por la efectividad del trabajo que se está realizando actualmente por parte del Ministerio Público y cómo es que esperan financiar sus ideas, algo importante en un país en que la Hacienda Pública está apretada. Tampoco se preguntó de Reglas de Uso de la Fuerza, del empleo de los militares en apoyo a las policías, de la necesidad de mejor y oportuna inteligencia, y así muchas otras cosas más.
Sin embargo, preguntaron por el tema de la tenencia de armas, algo que es importante, pero no lo más crítico en estos días. Nadie abordó en forma seria la falta de policías, la necesidad del trabajo integrado de policías y Ministerio Público, o que en Chile la dotación de fiscales es insuficiente. Tampoco se preguntó por el Ministerio de Seguridad Pública o la forma en que se debe manejar la relación con Bolivia, un Estado fallido que nos afecta, pero con el que –como indicó ME-O– tenemos una cierta dependencia económica.
Tampoco quedó claro en el debate si los candidatos principales a la fecha están bien preparados para asumir la dirección de la seguridad nacional y la seguridad pública, roles que son muy propios a la Presidencia de un país en que se declara que el principal problema que tenemos es la seguridad.
Fueron algunos de los candidatos que a la fecha están en ubicaciones más retrasadas los que se manejaron mejor en los temas de seguridad. Marco Enríquez-Ominami, quizás por los años de práctica; Johannes Kaiser, porque efectivamente se maneja en eso; y Harold Mayne-Nicholls, por tener una aproximación de mucho sentido común. Esperamos que en una próxima oportunidad José Antonio Kast, Jeannette Jara y Evelyn Matthei nos puedan dejar claro por qué ellos y no los que siguen son las más aspectados para la Presidencia de la República de Chile.
Quedó claro, eso sí, que tener un doctorado no asegura respuestas y soluciones más inteligentes. Para ser Presidente no solo se debe saber, sino también ser capaz de dar la sensación de estar en control, de estar al mando y de poder liderar. Espero que para la próxima mejoren sus apariencias presidenciales, lleguen más preparados y se tomen un Armonyl. Vean videos de los debates en que participó Lagos, un maestro en estas materias.
¡Que gane el más mejor!
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