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El diálogo se queda Opinión

El diálogo se queda

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Nuestra responsabilidad como organizaciones de la sociedad civil es ser una buena bisagra, un puente.


El Centro para la Paz y el Diálogo Nansen termina su misión en Chile después de seis años. Ha sido un tiempo marcado por talleres, encuentros y sobre todo por la formación de muchos en metodologías para generar conversaciones urgentes y conducentes a una mejor convivencia.

Nansen llegó en los tiempos más complejos de las últimas décadas. Tiempos en el que los distintos movimientos, el llamado estallido social, los fallidos procesos de cambio constitucional, la pandemia, y sobre todo la fractura de confianza que nos atraviesa, han remecido fuertemente nuestras vidas y nos mostraron que necesitábamos mayores esfuerzos para salir adelante como sociedad y que los acuerdos aparentes, no eran tales, o al menos tenían y siguen teniendo muchos grises que deben ser comprendidos y valorados.

Y poder, en ese contexto convulso, sentarnos a conversar y a entender en profundidad los aspectos, sentimientos, datos objetivos que le duelen a Chile, permitió ver luces de esperanza y comprender de manera más colectiva que nadie puede por sí solo. Que nos necesitamos. Pero, como en todo ciclo, las luces también vienen acompañadas de momentos más opacos y con ello la frustración que también debemos ser capaces de acoger. 

Y es ahí donde la persistencia de la conversación necesaria a la que nos convocó Nansen, nos confirma que el desafío de mantener cierto equilibrio y no cesar en el intento requiere de mucha convicción, paciencia, articulación y compromiso. Aprendimos que toda urgencia tiene unos tiempos que necesitamos respetar. La calidad y la sostenibilidad del resultado depende de este factor.

Y es que estamos enfrentando un tiempo inédito de diálogos que necesariamente deben ser incómodos, porque están definiendo la posibilidad de acordar un futuro común con corresponsabilidad. Por ello es una conversación necesaria entre quienes piensan parecido, pero fundamentalmente con quienes piensan distinto. El problema no es tener diferencias, sino la incapacidad de abordarlas.

Y ahí es donde nuestra convivencia esta tensionada por antagonismos basados en desinformación, en prejuicios, desconfianzas instaladas, que no nos permiten ver con claridad que a lo que sí debemos temer es a la falta de encuentro, al racismo, al clasismo, a la exclusión, a la falta de democracia. Debemos temer a la falta de escucha.

Nuestra responsabilidad como organizaciones de la sociedad civil es ser una buena bisagra, un puente. Un facilitador y un amplificador de procesos sencillos pero significativos, que generen inclusión y que inviten a la corresponsabilidad de generar mayores grados de paz social en nuestro país. 

Gracias Nansen por ayudarnos a profundizar, priorizar y aprender sobre la importancia de estar disponibles a confiar, escuchar y sobre todo a dialogar sin cansancio. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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