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Geopolítica de la Inteligencia Artificial (XII): Estados Unidos versus Europa, el caso Google Opinión Archivo

Geopolítica de la Inteligencia Artificial (XII): Estados Unidos versus Europa, el caso Google

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Marcos López Oneto
Por : Marcos López Oneto Abogado, Doctor en Derecho, team resercher Center for AI and Digital Policy
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La disputa no es entre mercado y política, sino sobre la forma en que ambos se entrelazan. Europa todavía apuesta por la primacía del derecho y la regulación; Estados Unidos, por la fuerza de sus corporaciones y el pragmatismo económico.


La reciente confrontación entre Estados Unidos y Europa en torno a Google ilustra cómo la inteligencia artificial (IA) y la economía digital se han convertido en campos de batalla geopolíticos. No se trata únicamente de sanciones económicas, sino de visiones contrapuestas sobre el rol de la regulación tecnológica, la soberanía digital y la protección de derechos en la era algorítmica.

El caso Google: sanciones históricas en Europa

La Comisión Europea impuso a Google una multa de 2.950 millones de euros (3.450 millones de dólares) por prácticas anticompetitivas en el mercado de la publicidad en línea desde 2014. Según la vicepresidenta ejecutiva Teresa Ribera, la empresa “abusó de su posición dominante en adtech, perjudicando a editores, anunciantes y consumidores”. A esta sanción se suman multas adicionales: 325 millones de euros en Francia por violaciones vinculadas a cookies y anuncios en Gmail, y 425 millones de dólares en Estados Unidos, dictados por un jurado en California, por rastrear usuarios pese a que tenían desactivadas sus configuraciones de privacidad.

La ofensiva europea busca frenar lo que considera un monopolio de facto de Google en el ecosistema digital, alineado con una estrategia más amplia: fortalecer la autonomía digital del continente mediante normativas como el Digital Markets Act y el AI Act, que buscan imponer límites claros a las grandes tecnológicas.

La reacción estadounidense: soberanía económica y política

El enfoque estadounidense contrasta de manera drástica. Un tribunal federal en Washington rechazó la solicitud del Departamento de Justicia de obligar a Google a desprenderse de su navegador Chrome, optando por medidas correctivas más limitadas. Esta decisión refleja la renuencia de EE. UU. a debilitar a sus gigantes tecnológicos, considerados activos estratégicos en la competencia global por la supremacía digital y de IA.

A su turno, el expresidente Donald Trump calificó la multa europea como “discriminatoria” y amenazó con invocar la Sección 301, una herramienta de política comercial que permite imponer aranceles a países que, según Washington, obstaculizan el comercio estadounidense. Así, la defensa de Google se convierte en un asunto de soberanía nacional y geopolítica comercial, donde se entrelazan el poder tecnológico y la política exterior.

Dos modelos en pugna: regulacionismo europeo vs. pragmatismo estadounidense

La confrontación revela dos paradigmas:

  • Europa se posiciona como el regulador global, decidido a frenar abusos de mercado, proteger derechos digitales y limitar la concentración de poder en pocas plataformas. Su estrategia busca marcar estándares internacionales, con el objetivo de proyectar su “poder normativo” más allá de sus fronteras.
  • Estados Unidos, en cambio, privilegia la innovación y la competitividad de sus empresas, aun a costa de mayores riesgos de concentración. Considera que debilitar a sus campeones tecnológicos puede abrir espacio a competidores estratégicos, especialmente de China, en la carrera global por la IA y el control de la economía de datos.

Implicancias geopolíticas

El caso Google no es un episodio aislado, sino un síntoma de la nueva geopolítica de la inteligencia artificial. La pugna no se limita a la regulación de plataformas: afecta el diseño de las cadenas de valor digitales, la soberanía sobre los datos y la capacidad de proyectar poder blando a través de normas internacionales.

La disputa no es entre mercado y política, sino sobre la forma en que ambos se entrelazan. Europa todavía apuesta por la primacía del derecho y la regulación; Estados Unidos, por la fuerza de sus corporaciones y el pragmatismo económico. El desenlace marcará el futuro equilibrio de poder en la gobernanza tecnológica global frente a una China que avanza sin pausa.

En efecto, China avanza con paso firme en la dirección del control. Su nuevo régimen de etiquetado obligatorio para todo contenido generado por IA —textos, imágenes, audios y videos— revela un doble rostro. Por un lado, la sofisticación técnica: metadatos incrustados, marcas visibles y clasificación de material como “confirmado” o “sospechoso”. Por otro, la impronta autoritaria: la amenaza de suspensiones de servicio y el refuerzo de la narrativa de “cibersoberanía”. Es un modelo de gobernanza algorítmica pensado menos para la transparencia ciudadana que para blindar el poder estatal frente a la avalancha de desinformación y creatividad digital.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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