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Defender la democracia no basta Opinión

Defender la democracia no basta

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Simón Rubiños Cea
Por : Simón Rubiños Cea Magíster en políticas públicas e ingeniero constructor. Analista y asesor político.
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no basta cuidar la democracia; hay que hacerla cumplir. Ahí es donde el progresismo tiene la mayor oportunidad para volver a ser sinónimo de esperanza para el Chile del futuro.


Cada jornada electoral pareciera ser la definitiva, aquella en la que se juega el destino del país; convocar a votar diciendo lo opuesto no sería muy atractivo. Sin embargo, mucha gente no distingue cuán distintos son los proyectos que disputan la presidencia. Por eso, narrativas tipo «defendamos la democracia» resultan insuficientes.

La alternancia política es un indicador de salud democrática, pero si no hay diferencias en la praxis ni en el día a día, votar por un partido u otro termina dando lo mismo. Así surge la fatiga democrática, fenómeno que combina pérdida de apoyo, confianza y satisfacción, que en esta elección se expresa en la dicotomía «recortar el Estado» vs. «defender la democracia».

En la primera se ubica la derecha, que en septiembre concentró cerca del 59% de las preferencias en encuestas, sumando a Matthei, Kast, Kaiser y Parisi. Ese espectro vio el «surgimiento» de «nuevas corrientes» – extrema, outsider o libertaria – a las cuales la derecha tradicional se pliega sin mayores reparos, como en EE.UU., España o Argentina, y también en Chile, donde Matthei bajó del 23% al 15,5% entre el primer y el tercer trimestre de 2025; Kast pasó del 10,9% al 25,7% en el mismo periodo.

Por eso, más que «surgir», el auge de estas corrientes es una «develación» de quienes juraron jugar dentro de la democracia pactan con o adoptan agendas de estos movimientos: reducción parcial del Estado, limitación de derechos y recorte de políticas sociales.

En la segunda se ubica la izquierda, que convirtió cada elección en un evento al filo de la democracia. En muchos países se leen frases tipo «¡unámonos para cuidarla!», como si eso bastara para impedir que sus opositores copen cargos de elección; partidos otrora revolucionarios hoy emergen como defensores de lo instituido frente a la debacle que representa la «derecha develada».

Esto convirtió la democracia en algo que hay que cuidar a toda costa, obviando sus falencias y las responsabilidades de partidos antes protagónicos, pero que hoy buscan la supervivencia porque se volvieron sinónimo de descontento. Y esto es lo que las derechas han sabido interpretar, con viejas recetas disfrazadas de nuevas bajo eslóganes como «viva la libertad carajo», «la fuerza del cambio» o «Make America Great Again».

En otras palabras, unirse para defender la democracia no basta, sino que hay que demostrar que esta puede resolver los problemas de los barrios y de las personas al salir por las mañanas y al volver a sus casas por la noche; es decir, hacer que la democracia cumpla con transformar la realidad de la gente. Pero, ¿cómo? Las recetas pueden variar, pero la cohesión debe ser programática y en la praxis alrededor de tres factores: diferenciar, traducir y cumplir.

Primero, diferenciar el horizonte progresista. Un futuro con derechos es sinónimo de un futuro seguro, con libertades y progreso en cada hogar. La pregunta no es cuánta democracia sacrificar para sentir seguridad, sino qué seguridad es sostenible junto a la consolidación de derechos; Segundo, hay que simplificar el lenguaje y traducir propuestas en certezas cotidianas, coherentes con las necesidades de la población; Y tercero, cumplir con compromiso y coherencia, porque no bastan las buenas ideas, sino que hay que demostrar capacidad, eficiencia y disciplina para seducir a la población.

En resumen, no basta cuidar la democracia; hay que hacerla cumplir. Ahí es donde el progresismo tiene la mayor oportunidad para volver a ser sinónimo de esperanza para el Chile del futuro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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