
Cómo ganar una elección presidencial: divide y vencerás
La opinión pública y analistas de la plaza coinciden en que hay dos temas principales: delincuencia y migración. Todo lo demás aparece como accesorio a ojos del electorado. En este sentido, todas las encuestas coinciden en que José Antonio Kast es el candidato mejor asociado a esos temas.
Delincuencia, delincuencia, delincuencia. Así como el entonces candidato a diputado Sergio Velasco inmortalizó sus dos segundos de franja electoral con el mítico “trabajo, trabajo, trabajo” en 2005, las candidaturas presidenciales de hoy repiten sin descanso la palabra que más eco genera en el electorado. Las elecciones en esta era dominada por redes sociales no se ganan por programas sofisticados, experticia técnica ni por propuestas realistas: se ganan por sintonizar con los temas divisivos o polarizantes de la sociedad.
Estos ejes de confrontación política ayudan a distinguir de mejor forma a las diversas candidaturas. Conversar sobre otros temas, aunque relevantes, tiene hoy un rol más informativo que emocional en un mundo dominado por la dopamina obtenida al ver videos de 30 segundos en TikTok. Por ejemplo, proponer aumentar el sueldo mínimo en un Chile que avanza hacia el desarrollo no genera tanto impacto como discutir medidas de seguridad pública y cómo reducir la migración ilegal.
Los temas divisivos son cíclicos: dependen del ánimo social, no de los programas políticos. Son síntomas del momento, más que causas del voto y “derechización” o “izquierdización” del electorado. Algo que hoy moviliza electores puede quedar completamente desplazado mañana. Pensemos en Pamela Jiles: si las elecciones hubieran sido en 2020, habría sido electa Presidenta gracias a su protagonismo en los retiros de fondos previsionales, un tema intensamente divisivo en esa época, pero cuando la discusión sobre fondos previsionales dejó de estar en el centro del debate, su figura política también perdió fuerza.
Este fenómeno es global. Un ejemplo cercano es Javier Milei en Argentina, quien –a mi juicio– no gana por su retórica libertaria ni por su discurso contra “la casta”. Gana porque el tema divisivo de la elección argentina fue la inflación acumulada, agudizada por la crisis del COVID-19. Y el mismo Milei llevaba cerca de 10 años hablando en TV sobre la inflación. Si el eje hubiera sido otro, cabe preguntarse si habría alcanzado la presidencia. Por lo mismo, políticos como Rojo Edwards, que trató de importar la impronta libertaria de Milei, no entendieron la razón de fondo de su éxito, pues la inflación no es tema antagónico en Chile.
Hoy, la opinión pública y analistas de la plaza coinciden en que hay dos temas principales: delincuencia y migración. Todo lo demás aparece como accesorio a ojos del electorado. En este sentido, todas las encuestas coinciden en que José Antonio Kast es el candidato mejor asociado a esos temas, lo que le da una ventaja inicial.
En cambio, los atributos mejor evaluados de Jeannette Jara –empatía y capacidad de conciliación– hubiesen sido probablemente valiosos en 2021, cuando el país intentaba reconstruir confianzas tras el estallido social, pero resultan menos eficaces frente a las preocupaciones actuales.
En este contexto, también surge Johannes Kaiser como un presidenciable plausible, no necesariamente por su trayectoria, sino porque sus temas están alineados con las prioridades actuales del electorado. Si estos temas dejaran de ser centrales, probablemente él no estaría mencionado en esta columna.
Ahora bien, ¿basta con hablar de una temática polarizante para posicionarse? La respuesta es no. La mayoría del electorado no cuenta con las herramientas necesarias para evaluar si una persona es capaz de resolver un problema complejo, pero utiliza ciertos “proxies” para inferir competencia o credibilidad. Uno de los más efectivos es haber sido el primero en instalar el tema.
En ese sentido, José Antonio Kast corre con ventaja, dado que puso sobre la mesa la migración y la delincuencia ya en 2017, cuando ambos asuntos no eran prioritarios en la agenda pública. Ocho años después, cuando estos temas se vuelven centrales, Kast recoge los frutos de haber anticipado el debate, mientras que otros candidatos son percibidos como oportunistas por sumarse cuando el tema ya está instalado.
Se trata de un fenómeno que ya hemos visto antes. En 2021, el Frente Amplio capitalizó electoralmente su rol como promotor de un discurso de recambio generacional y crítica estructural al poder. Haber sido los primeros en representar esa narrativa, a inicios de la década del 2010, les otorgó legitimidad cuando llegó el momento del estallido social y la búsqueda del nuevo Chile. En ese contexto, no fue una sorpresa que sus liderazgos emergieran como los más creíbles para encabezar el nuevo ciclo político.
En esta lógica, el problema estructural de la candidatura de Evelyn Matthei es que no se asocia claramente a ningún tema divisivo. Su nombre comenzó a ganar fuerza por una razón: históricamente ha sido percibida como una figura de carácter firme y decidido, cualidades que sintonizan con la expectativa de alguien capaz de enfrentar la delincuencia y la migración irregular. Haber renunciado a ese sello o intentar construir otras cualidades es un error estratégico que la tiene al borde de perder una carrera que hace un año parecía ganada con holgura.
¿Cómo identificar cuál es el tema divisivo de una candidatura?
Piensa en el primer tema que se te viene a la cabeza cuando escuchas el nombre de un candidato o candidata. No importa si lo apoyas o no; la temática que le asocias de manera inmediata es su eje articulador de discurso. No siempre será el tema más desarrollado en su programa, ni el más sólido técnicamente, pero sí el que le otorga identidad.
Esa asociación espontánea es lo que permite diferenciar una candidatura del resto y, en campañas marcadas por la sobrecarga informativa, sobre todo en la era de redes sociales, es un recurso muy poderoso con el que una candidatura debe saber jugar a favor.
Por lo mismo, las personas tienden a encasillar las candidaturas y a rellenar con suposiciones los vacíos de información. Alguien puede apoyar a una candidatura que nunca ha mencionado un tema que le interesa, como la inteligencia artificial, y aun así atribuirle una postura afín, simplemente por simpatía general o por asociación temática.
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