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América Latina hoy: fragmentada e internacionalmente irrelevante Opinión Archivo

América Latina hoy: fragmentada e internacionalmente irrelevante

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Boris Yopo H.
Por : Boris Yopo H. Sociólogo y Analista Internacional
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Siendo este el escenario por los próximos años –el de una región dividida y desarticulada–, lo que le queda a un país como el nuestro es construir alianzas con los que estén disponibles para avanzar en temas y materias de interés común.


América Latina vive hoy en un péndulo político, con periodos donde predominan gobiernos progresistas y de izquierda, y otros donde domina la presencia de fuerzas conservadoras y de derechas, en sus diversas variantes. Esto no es nuevo y ha existido siempre.

La gran diferencia ahora es la ausencia casi total de diálogo entre actores que se encuentran en posturas ideológicas antagónicas, lo que dificulta o hace imposible concordar estrategias comunes para abordar los grandes desafíos que hoy enfrenta la región, y poder hablar como una sola voz en los foros internacionales y en la interlocución con otros bloques regionales, lo que ha llevado a América Latina a una creciente irrelevancia en los grandes debates donde se deciden cursos de acción en temas claves, y en un momento donde se violan crecientemente las reglas que dieron origen al actual Orden Internacional.

Esto no fue siempre así. En la década de los 80 del siglo pasado, gobiernos de distinto signo fueron capaces de concertarse políticamente, para contribuir a una salida pacífica y democrática a las guerras que entonces afectaban a Centroamérica (el Grupo Contadora y de Apoyo a Contadora). Estos gobiernos también actuaron concertadamente para facilitar transiciones pacíficas a la democracia en América del Sur y para defender a la democracia en países donde esta podía ser vulnerada (Unasur tuvo un papel importante en esta materia).

Por otra parte, más allá del signo político de los gobiernos, la mayoría había dejado atrás el “alineamiento automático” que nuestra región mantuvo con Estados Unidos, durante buena parte de la época de la Guerra Fría, y hubo una búsqueda de autonomía creciente en las políticas exteriores de los diversos países.

Hoy, en cambio, lo que vemos es un marcado retroceso, donde predominan los intereses de corto plazo, y los alineamientos ideológicos, en las principales decisiones de política exterior. Algo de esto ya se vio hace algunos años, cuando en el primer ciclo de predominio de gobiernos de derecha se terminó con Unasur y se creó otro ente, Prosur, que tuvo corta vida, solo el tiempo que duró este ciclo conservador en la región.

Resultado: hoy no existen ni Unasur ni Prosur. Pero tanto o más preocupante es cómo, a raíz del auge de corrrientes de ultraderecha en la región, se han abandonado doctrinas y principios que eran compartidos por gobiernos de diverso signo en el pasado, como los de igualdad soberana, no intervención y no alineamiento frente a la disputa entre las grandes potencias. La Doctrina Drago, entre otras, por ejemplo (que lleva el nombre del excanciller argentino Luis María Drago), fue enunciada ya en 1902 y establece que ninguna potencia militar extranjera puede utilizar la fuerza militar para avanzar sus intereses en América Latina.

Ahora, sin embargo, vemos cómo hay gobiernos y sectores políticos que avalan abiertamente un nuevo alineamiento con Estados Unidos, y mantienen una postura cómplice o abiertamente partidaria de una intervención militar en Venezuela. Sin ir más lejos, en nuestro último debate presidencial, dos candidatos se pronunciaron explícitamente apoyando una acción militar allí. Esto es una ruptura y retroceso  importante, con toda una tradición que se ha construido por más de 100 años, en defensa de la soberanía y la no intervención, como pilares esenciales de la convivencia hemisférica.

Existen otros mecanismos para promover la democracia, pero los cambios de régimen apelando a la la fuerza militar de una potencia externa, es algo que rompe todos los principios ya señalados.

Siendo este el escenario por los próximos años el de una región dividida y desarticulada, lo que le queda a un país como el nuestro es construir alianzas con los que estén disponibles para avanzar en temas y materias de interés común y para sostener principios históricos de nuestra política exterior, de respeto irrestricto a la autonomía, soberanía, al derecho internacional y derechos humanos, en momentos donde grandes potencias vuelvan a relativizar o ignorar estos principios, muchas veces con total impunidad. Ojalá estemos a la altura, cualquiera sea el resultado de la segunda vuelta en diciembre.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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