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El principio de la derrota de la izquierda
A ocho años del “no soy un caudillo”, el veto a Ricardo Lagos vuelve como explicación interna de la debacle de la ex Concertación. Dirigencias guiadas por encuestas, abandono del proyecto país y think tanks desdibujados marcan el camino hacia la derrota final.
“He decidido renunciar a la aspiración de alcanzar nuevamente la Presidencia de la República (…), no soy un caudillo”.
- La frase es del expresidente Ricardo Lagos y fue pronunciada el 10 de abril de 2017, después que el Comité Central del Partido Socialista (PS) optara por apoyar al entonces senador por Antofagasta Alejandro Guillier, para convertirse en el candidato de la Nueva Mayoría y competir contra Sebastián Piñera por la Presidencia de la República.
Luego del triunfo histórico de José Antonio Kast, son varias las voces en la ex Concertación que recuerdan el portazo a Lagos como el hito que marca el inicio de la debacle en la izquierda y que hoy tiene su punto culminante con la derrota de Jeannette Jara.
- “En ese momento el PS y el resto de los partidos oficialistas se convirtieron en un pacto netamente electoral y abandonaron el proyecto país que unió por décadas a la centroizquierda chilena”, dice a +Política una histórica militante socialista. “La coalición se dejó llevar por quien marcaba más en las encuestas y no por quien era el mejor candidato”, complementa en privado otro adherente del sector.
De acuerdo con la encuesta CEP noviembre-diciembre 2016, publicada en enero de 2017, Guillier alcanzaba el 13,9% de las preferencias, mientras que Lagos marcaba un 4,6%.
- Otro de los factores que ha surgido como incipiente autocrítica es que las directivas del PS y del resto de los partidos oficialistas, poco a poco, comenzaron a ser controladas por “ingenieros electorales”, en otras palabras, liderazgos que con calculadora en mano tomaban decisiones para optimizar el rendimiento electoral. “Abandonaron el trabajo territorial, el vínculo con las juntas vecinales”, señala una fuente de +Política.
También es mencionado como sintomático del abandono de un proyecto colectivo el rol secundario que hoy tiene, por ejemplo, el Instituto Igualdad, creado al alero del PS como derrotero de ideas del sector. Lo mismo ocurre con Fundación Chile 21, ligada al PPD. Varias voces críticas señalan que ambos think tanks se convirtieron en una suerte de consultoras para asesoría legislativa y dejaron de ser centros de reflexión. “Ya no mueven la aguja”, dicen.
- Sin duda, tras masticar la rabia por la derrota histórica, vendrá inevitablemente el tiempo de la autocrítica. La incógnita es si el bloque apostará a que el péndulo electoral les dé nuevamente la oportunidad de volver al poder o si realmente serán capaces de articular un proyecto convocante que perdure más allá de los cuatro años de mandato.
De hecho, ya han aparecido esfuerzos de carácter teórico-conceptual para explicar la derrota (ver nota siguiente).
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