PANORAMAS
El crecimiento de la industria del entretenimiento y la hotelería impulsa economías locales: el caso
Lo que comenzó como infraestructura recreativa hoy es un ecosistema de servicios que aporta tributos millonarios, potencia la gastronomía y el turismo de reuniones, y redefine la actividad económica en comunas tradicionalmente agrícolas.
En distintas regiones del país, los complejos de entretenimiento, hotelería y turismo han pasado de ser recintos meramente recreativos a convertirse en actores que influyen directamente en la economía local, el empleo y la actividad cultural. La Región de O’Higgins es uno de los ejemplos más visibles de esta tendencia, donde la diversificación económica ha ido de la mano de nuevas infraestructuras que atraen visitantes, generan servicios asociados y amplían el mapa cultural más allá de Santiago.
En este contexto, una de las experiencias más ilustrativas es la de Monticello, que desde 2008 ha aportado más de $207 mil millones en impuestos específicos y alrededor de $9 mil millones en patentes municipales. A lo largo de 17 años, la operación del recinto ha generado más de 11.800 empleos directos y sostiene cerca de dos mil puestos mensuales entre empleos directos e indirectos. Estos volúmenes lo convierten en un caso significativo para entender cómo proyectos de alto flujo pueden transformar comunas cuya base económica era principalmente agrícola o industrial.
Regiones que se consolidan como polos de actividad
En O’Higgins, el crecimiento del corredor turístico entre Mostazal y Codegua ha ido acompañado de un aumento sostenido de visitantes. En fines de semana de alta actividad, estos complejos pueden recibir hasta 20 mil personas, lo que se traduce en miles de servicios gastronómicos, cerca de 15 mil platos y 20 mil litros de bebidas en jornadas peak, y un movimiento económico que irradia hacia transporte, hospedaje alternativo, comercio local y ferias de emprendedores.
En ese contexto, la ampliación del hotel de Monticello, que incrementará su capacidad en un 27% y sumará 3.300 m², se enmarca en un plan de inversiones a 15 años, tendencia que también se está observando en otras regiones, recintos que nacieron como espacios de ocio hoy se están consolidando como complejos hoteleros y de servicios profesionales, capaces de recibir congresos, seminarios y eventos corporativos de diversa envergadura.
A nivel territorial, este desarrollo ha impulsado programas de apoyo a emprendedores locales, quienes encuentran espacios para exhibir productos en ferias con alto flujo de visitantes, dinamizando cadenas de valor que hace una década no existían en estos puntos de la región.
Nuevas dinámicas culturales fuera de Santiago
El avance de esta industria también ha tenido impacto en la oferta cultural y deportiva regional. Desde su apertura en 2017, espacios multipropósito como el Gran Arena Monticello han recibido no solo conciertos, sino espectáculos familiares, obras musicales, campeonatos internacionales de vóleibol, exhibiciones deportivas, boxeo y hasta desfiles de moda con figuras internacionales. Esta diversificación refleja un cambio estructural: parte importante de la programación cultural y artística de gran escala comienza a descentralizarse, reduciendo la histórica dependencia de Santiago.
En paralelo, algunos recintos han obtenido certificaciones como el Sello Q de Calidad Turística y el S de Sustentabilidad entregados por Sernatur, además de acreditaciones en Buenas Prácticas Manufactureras Alimentarias. Lejos de ser un elemento promocional, estas distinciones hablan del nivel de profesionalización que han alcanzado algunos polos regionales, situándolos a la par de grandes hoteles y operadores de la capital.
Una industria que redefine el mapa económico regional
La gastronomía, el turismo de reuniones, la actividad cultural y el entretenimiento convergen en estos nuevos polos, que funcionan como centros de atracción para familias, trabajadores y turistas nacionales en búsqueda de alternativas fuera de la capital. El caso de O’Higgins muestra cómo estos complejos se insertan en un proceso mayor: la consolidación de infraestructuras que diversifican la economía regional, generan empleo estable y modifican patrones de movilidad y consumo en distintas zonas del país.
Con nuevas inversiones proyectadas para los próximos años, la industria del entretenimiento y la hotelería comienza a perfilarse como un actor permanente en la vida económica de las regiones, aportando no solo ingresos tributarios, sino también actividad cultural, desarrollo de servicios y nuevas oportunidades para comunidades locales.