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La historia del exagente de inteligencia albanés condenado por tráfico de cocaína en Chile Investigación La droga incautada en Recoleta.

La historia del exagente de inteligencia albanés condenado por tráfico de cocaína en Chile

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Carlos Basso Prieto
Por : Carlos Basso Prieto Unidad de Investigación de El Mostrador.
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Viktor Gjini habla varios idiomas, posee amplios conocimientos sobre los movimientos portuarios y marítimos y, según le dijo a un agente encubierto de la Armada, estaba buscando abrir una nueva ruta de exportación de drogas desde Valparaíso a Europa.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
ChatGPT dijo: Viktor Gjini, exagente de inteligencia albanés, fue condenado a 10 años por traficar 98 kilos de cocaína a Europa. Según un agente encubierto, poseía alta preparación, hablaba varios idiomas y buscaba abrir ruta por Chile usando puertos como Valparaíso. La operación, financiada por otros albaneses, incluía el envío oculto en contenedores y uso del sistema Hawala con apoyo de ciudadanos chinos. Fue detenido en 2023 junto a un peruano y un empresario chino.
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La descripción que hizo uno de los agentes encubiertos chilenos que participó de la investigación en contra del ciudadano albanés Viktor Gjini es digna de un guión cinematográfico. Según explicó “AE1” (sigla de “Agente Encubierto 1”) en el juicio que se llevó en contra de Gjini, dos chinos y un peruano, en el Tribunal Oral en lo Penal de Viña del Mar, el primero le relató “que tenía preparación militar en su país, enfocada al área de inteligencia, y se pudo dar cuenta que era verdad, por la experticia que él también tiene”, según señala el fallo dictado el 19 de junio pasado, en el cual Gjini fue condenado a 10 años de prisión, por el tráfico de 98 kilos de cocaína.

“AE1” sabía bien de lo que hablaba. Él mismo, como tuvo que explicar ante los jueces, lleva 17 años trabajando en el Departamento de Inteligencia e Investigaciones Policiales Marítimas (Dipolmar, de la Armada). Se trata de un especialista en inteligencia naval, que además es licenciado en drogas y estupefacientes en Carabineros. Ha sido capacitado por la DEA norteamericana y también se fue a especializar a España en crimen organizado. Además, tiene dos grados de magíster y está terminando de estudiar ingeniería en comercio exterior.

Según explicó, “esta persona (Gjini) venía con un estudio de mercado avanzado de nuestro territorio, tenía una estructura de recepción en Rotterdam” y estaba 100% dedicado a su “trabajo”, por lo cual “era conocido en los hoteles con los guardias de seguridad, preguntaba y averiguaba, se notaba en el tiempo que estuve con él que tenía una capacidad distinta”. De hecho, “AE1” relató que para ir desde el hotel Ibis de Las Condes (donde se quedaba) hasta el Parque Arauco, Gjini “lo hacía usando el sistema de grillas: contaba cuántas cuadras avanzaba de derecha a izquierda, de adelante hacia atrás, y sabía situarse desde donde había salido”.

Otras fuentes explicaron a El Mostrador que Gjini hablaba a la perfección cinco o seis idiomas, entre ellos el español, que aprendió bien cuando estuvo preso en Perú, donde fue acusado de traficar 140 kilos de cocaína. Nacido en Kosovo, poseía además un pasaporte de Países Bajos, que era precisamente el destino de la droga que pretendía enviar junto a otro albanés, Bryan Dragoti, que no pudo ser detenido.

Según “AE1”, Dragoti y un tercer albanés solo identificado como “Tito” (que fue posteriormente detenido en Europa, por otra causa) eran los financistas de la operación, que consideraba un primer envío de 100 kilos de clorhidrato de cocaína desde Valparaíso a Rotterdam, ocultos en la zona de refrigeración de un contenedor, de un total de 500 kilos que pretendían exportar. 

El caso cobra relevancia, dado que un reciente informe de Bloomberg dio cuenta de lo que dicho medio considera la “consolidación” de uno de los grupos criminales más peligrosos del mundo en América Latina: la mafia albanesa, nombre con el cual –explica el experto en crimen organizado Pablo Zeballos– se denomina en términos genéricos a miembros de clanes delictivos de Serbia, Macedonia del Norte, Montenegro, Kosovo, Bosnia y Herzegovina, y Albania.  

Sin embargo, precisa que “si bien la uniformidad etnolingüística es lo predominante, no es lo único, puesto que muchas veces utilizan pasaportes de distintos países europeos, especialmente de España, donde se han asentado desde hace varios años ya”, entre otras cosas porque “los albaneses tienen una característica muy especial: sintonizan muy bien con la idiosincrasia latinoamericana”. 

En dicho sentido, detalla que a los mafiosos rusos –por ejemplo– les cuesta mucho entender la lógica latina, pero no así a quienes vienen desde los balcanes occidentales, y ahí reside el peligro de su expansión por distintos países, incluyendo Chile.

Al respecto, Zeballos indica que “los grupos criminales lingüística, étnica o culturalmente albaneses son la preocupación más importante que hoy día tenemos en América Latina, porque son los socios operadores de la mayor mafia del mundo, que es la ‘Ndrangheta, y porque cumplen la misma función respecto de otra gran organización criminal italiana, que la Sacra Corona Puglia, que se ha caracterizado por tener una capacidad única de control de ruta, manejo de corrupción, etc. y se trata de organizaciones policriminales que se dedican a varios delitos a la vez, y que ya están muy presentes en América Latina”, comenta.

La prueba de ruta

A inicios de 2023, la DEA estadounidense avisó a la Dipolmar que “una organización de origen albanés lo que pretendía era expandir su mercado a Chile para poder exportar sustancias ilícitas en cargas de contenedores saliendo por los puertos comerciales de nuestro país”, organización que –explicó uno de los investigadores navales– tenía vínculos con ciudadanos chinos y peruanos, ante lo cual se denunciaron los hechos a la Fiscalía de Valparaíso, iniciándose la investigación.

Para ello, la Dipolmar dispuso de tres agentes encubiertos, conocidos con los códigos “AE1”, “AE2” y “AE3”, a los que posteriormente se sumó otro agente encubierto, perteneciente al OS-7 de Carabineros.

Ante los primeros agentes, Gjini se jactó de haber estado detenido en Perú, aseverando que al momento de ser arrestado allá él se hacía pasar por agente de la DEA. Asimismo, decía que estaba casado con una abogada en Perú y que “la idea de él era abrir una nueva ruta desde Chile, ya que desde Perú, Argentina y Brasil donde ya tiene ruta establecida, está costando sacar la carga, esto ocurre por varios hechos, ya que en puertos como Callao las drogas se las roban y por eso Viktor estaba prefiriendo abrir una nueva ruta por Chile, por ser más seguro y con menos revisión que en países europeos”.

Una de las primeras cosas que Gjini pidió a sus nuevos –supuestos– amigos chilenos fue conocer Valparaíso, pero “quiso verlo desde la altura”. Por ello, fueron al cerro Artillería, al paseo 21 de mayo. “En ese sector hay un mirador donde se ve todo el puerto de Valparaíso y sus terminales, pudiendo conocer desde otra perspectiva cuáles eran los centros de acopio, cómo se ingresaban las cargas y dónde llegaban los barcos desde el extranjero”, relató un oficial naval en el juicio.

El albanés no solo se preocupó de conocer el terreno, sino también de saber cuáles eran las principales exportaciones que salían desde los puertos, luego de lo cual concluyó que el contenedor que iba a ser “contaminado” (ese era el concepto que utilizaba) con la droga debía llevar vino o fierro, como fachada.

Hawala

Hacia abril de 2023, Gjini anunció a “AE1” que junto a Dragoti debían viajar a Europa, pues necesitaban que el dinero que ellos tenían allá, con el cual financiarían parte de la operación, fuera enviado a Chile, para lo cual pondrían en marcha uno de los sistemas de transferencia de dinero más antiguos y difíciles de detectar del mundo: el Hawala o “método espejo”, una antigua mecánica de envío de dinero de origen árabe que se basa en la confianza y que prescinde por completo de registros electrónicos, en el cual era indispensable el apoyo de ciudadanos chinos domiciliados en Chile, en el sector de Meiggs.

En Europa, los albaneses entregaron 90 mil dólares en efectivo a un sujeto conocido como “El Polaco”. Este les cobró una comisión de 8%, con el compromiso de que cuando ellos regresaran a Chile dos ciudadanos chinos les irían a dejar al hotel poco más 70 millones de pesos chilenos en efectivo, pues a 82 mil dólares restantes había que descontar la comisión de los chinos y las subidas o bajadas, producto del cambio. 

Para que no hubiera engaños, “El Polaco” entregó un billete de un dólar a Gjini, pero antes de ello le sacó una fotografía. 

De ese modo, para que al albanés le entregaran el dinero en Santiago, debía mostrar el número de serie del billete que tenía a quienes portarían el efectivo, quienes solo se lo pasarían si dicha cifra coincidía con la de la foto que les habían enviado.

Como se estableció en el juicio, un chino llamado Xuetong Chen, con residencia en España, fue quien envió el dinero desde Shanghái, utilizando para ello las cuentas de distintos negocios chinos en Chile. Es más: “AE1” dijo claramente que ese dinero “venía de los malls chinos, porque se notaba que eran billetes que habían recuperado el fin de semana”.

A inicios de mayo de ese año, Gjini regresó a Chile (a Dragoti no lo dejaron entrar en esa ocasión, debido a que no tenía al día sus vacunas del Covid) y luego dos ciudadanos chinos le fueron a dejar el dinero al hotel, el que entregaron en forma parcializada y con cierto atraso. Por ello, según explicó uno de los investigadores en el juicio, “como un modo de gratificación enviarían una escort en la noche a la habitación de Viktor Gjini”, la cual pertenecía “a una red de prostitución manejada por una coreana especializada en prestarles servicios a chinos en nuestro país, y Gjini, por lo ocurrido, había sido la excepción a la regla”. 

Los portadores del dinero eran Xuepegn Du, empresario del sector de Meiggs, y el otro era Jianfei Shan, quien fue finalmente absuelto, pues a juicio de los magistrados solo acompañó al primero, sin saber realmente a qué iban. 

Ambos fueron detenidos el 8 de mayo de 2023 junto con Gjini y un peruano, Santos Cueva Calderón, quien había arrendado un departamento de Recoleta en cuyo interior mantenía los 98 kilos de cocaína de un 96% de pureza. El dinero, en tanto, fue recuperado, pues Gjini había entregado parte de este a uno de los agentes encubiertos y otra parte la mantenía en el hotel. Previo a la detención, durante la mañana de ese día, “AE1” y Gjini desayunaron con una mujer peruana, sobrina de un sujeto que estaba cuidándole 350 kilos de drogas en Perú, a la cual –testificó el agente– Gjini le regaló mil dólares en efectivo, luego de lo cual depositó 500 dólares a otra sobrina de su amigo peruano.

Cabe indicar que Gjini estaba almorzando en un restaurante del Parque Arauco, junto a su amiga peruana, cuando se dio cuenta de que los civiles que lo rodeaban eran miembros del OS-7 de Carabineros. Ante ello, trató de esconder su celular en la mesa del lado, tapándolo con servilletas.

Sin embargo, de nada sirvió, pues lo incautaron igual. No obstante, a la policía chilena le fue imposible desbloquear el dispositivo, un equipo marca Google, a diferencia de lo que sucede con miles de otros aparatos incautados en todo el país.

La versión de Gjini

En el juicio, el exagente de inteligencia albanés aseguró que era inocente, que solo había venido a Chile a comprar rollos de papel y que junto a Dragoti andaban en búsqueda de oportunidades de negocios, surgiendo también la posibilidad de comprar tractores y exportar puertas –sí, puertas– a Albania.

Pese a ello, admitió que “Bryan Dragoti cultivaba marihuana y tenía contactos en Brasil o Perú” y que además le preguntó a uno de los agentes encubiertos, que usaba el seudónimo de “Alex”, cómo sacar droga desde Chile a Europa. Asimismo, recalcó que él no tenía nada que ver con el tráfico de drogas y que “solo entregó el dinero al señor Alex, era un dinero para vinos, pero puede ser que el señor Bryan Dragoti quisiera comprar droga”. 

Según los magistrados que fallaron en el caso (Fernán Rioseco, Angélica Jiménez y Alejandro Palma), no se configuró la asociación criminal que existía, a juicio de la Fiscalía, pero además de los 10 años en contra de Gjini, condenaron a cinco años a Cueva Calderón y a tres años a Xuepeng Du.

Los dos últimos recibieron el beneficio de la libertad vigilada, mientras que Gjini se encuentra recluido en el penal de Santiago 1, a la espera de que la Corte de Apelaciones de Valparaíso decida sobre el recurso de nulidad que interpuso a su nombre el abogado Marvin Lizama.

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