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Racismo: la ciencia bajo sospecha

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¡Buenas tardes, estimados lectores y lectoras de este Universo Paralelo!

Si bien la ciencia es una de las obras más bellas, útiles y características del ser humano, no podemos pretender que sea capaz de resolver cualquier conflicto. En ocasiones se intenta utilizar con fines potencialmente peligrosos.

No me refiero solo a los evidentes riesgos que acompañan a cada nuevo conocimiento –desde las flechas, pasando por la pólvora, hasta la bomba atómica–. De eso se ha hablado mucho y mi respuesta sigue siendo la misma:

  • La ciencia es responsable de salvar muchas más vidas que de las muertes que se le asocian: se estima que solo las vacunas han salvado de la muerte a más de 150 millones en los últimos 50 años. Esto es más de 10 veces el número de muertes que las guerras han ocasionado en el mismo periodo, de acuerdo con el peor escenario.

Por supuesto, eso no significa que no debamos impulsar con todas nuestras fuerzas un uso ético de la tecnología. Pero es importante ver las cosas con perspectiva.

Hay, sin embargo, otro uso todavía más peligroso y persistente: aquel que convierte a la ciencia en una coartada para el prejuicio y los discursos de odio. No solo los charlatanes han caído en esa trampa. La semana pasada murió uno de los titanes de la ciencia, James Watson, el biólogo molecular que identificó la estructura del ADN y formuló su papel como vehículo de información genética. Pero también utilizó la ciencia para vestir con bata blanca sus propias convicciones racistas. Así, junto a su genio, quedará el eco de sus afirmaciones misóginas y discriminatorias.

  • Lo mismo ocurrió cuando los test de cociente intelectual fueron empleados para justificar jerarquías étnicas y migratorias en el siglo pasado. Lo que había nacido como una herramienta pedagógica, terminó convertido en un filtro social. En Estados Unidos, los resultados de esas pruebas se usaron para “demostrar” que ciertos pueblos europeos o afroamericanos eran menos aptos, y sirvieron incluso para respaldar políticas de inmigración y esterilización forzada. Una ecuación matemática al servicio de una mentira social.

No es la ciencia la que discrimina, sino quienes la manipulan. Su valor no está en los dogmas que produce, sino en la duda que cultiva. Porque la ciencia, al fin y al cabo, no fue hecha para confirmar prejuicios, sino para desmontarlos.

Para profundizar en este tema, en esta edición nos acompañan Ignacio Retamal, doctor en Ciencias, y Pablo Aceitón, tecnólogo médico con mención en Morfofisiopatología y Citodiagnóstico, y magíster en Ciencias Biológicas, quien se desempeña como académico de la Escuela de Tecnología Médica de la Universidad San Sebastián. Junto a ellos, dos conocidos de la casa: el antropólogo social Francisco Crespo y la periodista Francisca Munita.

Gracias por acompañarnos en esta edición de Universo Paralelo, donde exploramos cómo la ciencia ha sido usada –a veces con rigor, otras con sesgo– para explicar, cuestionar o disfrazar el racismo. Comprender esas distorsiones nos ayuda a ver con más claridad no solo la historia de la ciencia, sino también la nuestra.

Comenta y comparte este link. Y si este Universo Paralelo te llegó gracias a alguien que no teme pensar distinto ni aceptar verdades incómodas, inscríbete aquí y sigamos explorando juntos los límites entre el conocimiento y la condición humana.

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MALA CIENCIA Y RACISMO

Crédito: Imagen generada por IA.

Existen discursos que se disfrazan peligrosamente de científicos sin serlo en absoluto. A veces para bien, otras para mal, el objetivo de quien los emite es validar ideas en ámbitos donde la ciencia tiene poco que decir. La discriminación racial ha abusado históricamente de esto, intentando demostrar la supuesta inferioridad de ciertos grupos respecto de otros a través de caricaturas pseudocientíficas.

  • Jean-Paul Sartre ya denunciaba estas prácticas en 1946, cuando aludía a estudios que pretendían justificar el antisemitismo, mostrando que el porcentaje de judíos enrolados en el ejército francés durante la Primera Guerra Mundial era menor al esperadola opinión de quien llevó a cabo ese estudio quedaba al descubierto mucho antes de que lo iniciara.

Las afirmaciones de James Watson sobre la inferioridad intelectual de los africanos siguen la misma lógica. En su caso, el peligro se potencia a través del sesgo de autoridad que genera un Premio Nobel.

Hay dos trampas en estas aseveraciones racistas. La primera es que la hipótesis es ambigua: los adjetivos con los que se denuesta a mujeres o minorías, por ser solo vehículos de odio irracional, no pueden definirse con rigor científico.

La segunda es el uso sistemático del sesgo de confirmación. Si alguien cree irracionalmente en algo, estará siempre atento a los hechos que parezcan justificarlo.

  • En ciencia no se eligen los hechos, se formulan hipótesis. Recién allí se realizan experimentos, se observan los hechos –cuyos resultados se desconocen de antemano– para validarlas o refutarlas.

A menudo, incluso cuando se busca un fin noble, como reducir el racismo, se incurre en estos errores. Una vez me invitaron a participar en un proyecto televisivo con ese propósito, inspirado en un formato británico. En él, un grupo de europeos de distintas nacionalidades era entrevistado: todos expresaban su orgullo nacional y su desprecio por los ciudadanos de otros países. Luego se les practicaba un test genético.

El resultado mostraba que, según ciertos marcadores de ADN, todos tenían en realidad ancestros de los más diversos confines del planeta. El programa concluía con los participantes emocionados, llorando y abrazándose, convencidos del absurdo del odio racial.

  • Pero ¿qué habría ocurrido si la prueba hubiese mostrado lo contrario? Si el test genético revelara que cada uno tenía solo ancestros de su propio país, ¿habría el programa validado el racismo? Por supuesto que no.

El racista no lo es por haber llegado a una conclusión tras analizar los hechos con lógica. El racismo es un prejuicio. Un mal que debemos combatir con firmeza, pero sin parodiar los métodos de la ciencia con argumentos que, mal usados, pueden volverse en contra.

Porque, a decir verdad, si tú eres racista, no es por científico: es por idiota.

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ARRIESGARSE A DECIR LA VERDAD INCOMPLETA

Crédito: “El sueño de la razón produce monstruos”. Francisco de Goya.

Por Ignacio Retamal
Dentista y doctor en Ciencias

James Watson, el hombre que abrió el código del ADN, se fue envuelto en una mancha. Fue un genio y, sin matices, un racista. Cuando murió, ya le habían quitado sus honores por repetir una mentira: que la biología condena a los afroamericanos a ser menos inteligentes.

  • La ciencia ya dictó sentencia contra ese determinismo barato. La raza no es genética, es una invención política. La variación está en nosotros, no entre nosotros. El problema real es el racismo, no la raza. En muchos casos la emergencia de la enfermedad está profundamente unida a debilidad en el sistema de salud más que en los genes.

Las disparidades en salud, vidas más cortas, más diabetes, no son errores del genoma, son fallas de la justicia. El racismo es un agente biológico. La segregación histórica concentra pobreza, toxinas y estrés crónico. Esta opresión se inscribe en el cuerpo, creando un desgaste fisiológico. Enfermarse no es un destino; es una injusticia estructural codificada.

  • Si bien la vieja guardia, como Watson, estaba científicamente equivocada, la academia ha caído en una trampa propia: la autocensura. El miedo a ser “cancelado” por el nuevo purismo es un veneno que mata el diálogo. Al condenar al determinismo biológico, hemos derivado hacia un dogmatismo opuesto.

Hay una negación ideológica de cualquier complejidad biológica en el comportamiento o la sociedad. Los académicos evitan tocar la variación humana o la interacción entre genes y ambiente por temor al castigo moral. Dejan de investigar o de debatir por miedo al “ataque moralizante”, que califica la pregunta antes de que se demuestre su rigor. El resultado es simple: la crítica radical se ha convertido en policía moral.

  • La biología compleja sí importa. La verdad reside en la interacción inestable entre el potencial genético y el ambiente que nos toca. Pero al negar esa complejidad, al sacrificar la verdad por la conformidad ideológica, la academia se aleja de la realidad.

Condenamos al viejo determinista. Bien hecho. Pero si la universidad no tiene el coraje de debatir sin miedo, si solo investiga aquello que es políticamente seguroentonces habremos reemplazado un dogmatismo reaccionario por uno cobarde. La misión es luchar contra el racismo estructural y, al mismo tiempo, recuperar la franqueza para hablar de la biología sin miedo. No hay universidad sin riesgo.

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NOTICIAS: LA SEMANA EN CIENCIA

Crédito: Imagen generada por IA.

Durante décadas se creyó que Nanotyrannus era solo un T. rex juvenil, pero nuevos fósiles demostraron que en realidad se trata de una especie distinta, más pequeña y ágil que su famoso pariente.

Por Francisca Munita
Periodista

Esta semana nos dejó una colección diversa de hallazgos que recorren casi todo el mapa del conocimiento: desde la confirmación de una nueva especie de dinosaurio, hasta avances que redefinen la biología, la salud y la inteligencia artificial. También hubo noticias desde los cielos, con un hallazgo astronómico que amplía nuestra mirada sobre el cosmos. Una semana en que la ciencia demostró, una vez más, que su territorio es tan vasto como nuestras preguntas.

  • Nanotyrannus confirmado como especie distinta del Tyrannosaurus rex

Científicos resolvieron uno de los mayores debates de la paleontología moderna: el Nanotyrannus no era un T. rex juvenil, sino una especie distinta. El estudio, publicado el 6 de noviembre en Nature Paleontology, comparó más de 1.500 rasgos anatómicos y reveló diferencias consistentes en el cráneo y las proporciones corporales. Esta especie habría sido más ágil, con mandíbulas más estrechas y brazos proporcionalmente más largos.
Dato curioso: el primer fósil fue hallado en 1942, pero durante 80 años se pensó que era solo “un adolescente rex”.
Publicado el 6 de noviembre de 2025. Conoce MÁS.

  • Kosmos: la IA que realiza descubrimientos científicos autónomos

La empresa Edison AI presentó Kosmos, un sistema de inteligencia artificial capaz de analizar datos experimentales y literatura científica para generar hipótesis y validar resultados sin intervención humana directa. Según sus creadores, ya ha producido siete descubrimientos verificados, incluyendo uno relacionado con el gen SOD2. El avance promete acelerar la investigación biomédica, reduciendo procesos de meses a solo horas.
Dato curioso: el modelo fue entrenado con más de 30 millones de artículos científicos revisados por pares.
Publicado el 10 de noviembre de 2025. Conoce MÁS.

  • Primera imagen científica del Observatorio Vera C. Rubin revela una “cola” en M61

La primera imagen científica de Rubin mostró un flujo estelar (“cola”) que se extiende desde la galaxia M61, probable huella de una interacción pasada. Es un anticipo del poder del sondeo de Rubin para descubrir estructuras tenues e historias ocultas de galaxias.
Dato curioso: Rubin cartografiará el cielo cada pocas noches durante 10 años; se esperan miles de millones de objetos variables catalogados.
Publicado el 7-8 de noviembre de 2025. Conoce MÁS.

  • Daño cerebral persistente por exposición prenatal al pesticida clorpirifós

Un seguimiento de 270 niñas y niños asocia la exposición prenatal a clorpirifós con alteraciones estructurales y funcionales cerebrales, además de peores habilidades motoras. Aunque se prohibió su uso residencial en EE.UU., el empleo agrícola mantiene el riesgo.
Dato curioso: este pesticida fue tan popular en los años 90 que llegó a detectarse en el 100 % de los cordones umbilicales analizados en algunas ciudades, antes de que se demostrara su toxicidad neurológica.
Publicado el 1 de noviembre. Conoce  MÁS.

ÓRBITAS PARALELAS

Reino Unido eliminará progresivamente los ensayos en animales, mediante IA y tejidos humanos bioimpresos
El Gobierno británico presentó un plan histórico para sustituir las pruebas con animales por modelos avanzados basados en inteligencia artificial, organoides y tejidos humanos creados con impresión 3D. La medida busca reducir drásticamente el uso de especies como ratones, perros y primates en experimentación científica antes de 2030, impulsando al mismo tiempo una nueva industria de biotecnología ética y predictiva.
Más información.

Redescubren un género de araña perdido hace 123 años
Científicos en la región de los Ghats Occidentales (India) lograron hallar ejemplares machos y hembras del género Pilia, una araña saltadora que no se había vuelto a observar desde 1902. El hallazgo permitió además describir una nueva especie y documentar una relación inédita entre la araña y una avispa parasitoide. Un pequeño misterio taxonómico resuelto tras más de un siglo.
Más información.

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LA IMAGEN DE LA SEMANA

Crédito: King’s College London archives.

La famosa Foto 51, imagen de difracción de rayos X del ADN.

Por Pablo Aceitón
Magíster en Ciencias Biológicas

LA HUELLA OCULTA DE LA DOBLE HÉLICE

La imagen de la semana de Universo Paralelo es conocida como Foto 51 y es una de las fotografías más influyentes de la historia de la ciencia. Se trata de una imagen de difracción de rayos X del ADN, la molécula que contiene la información genética de todos los seres vivos. No muestra el ADN de forma directa –como una cadena visible o un dibujo esquemático–, sino el patrón que forman los rayos X al atravesar fibras muy ordenadas de ADN y chocar con sus átomos. El resultado es una figura en forma de X, compuesta por anillos y puntos claros y oscuros.

  • La fotografía fue obtenida en 1952 en el King’s College de Londres por el estudiante de doctorado Raymond Gosling, bajo la supervisión de la científica Rosalind Franklin, experta en cristalografía: la técnica que permite obtener este tipo de imágenes. Gracias a su cuidadoso trabajo, lograron capturar una de las imágenes más nítidas del llamado ADN-B, una de las formas más estables de esta molécula.

Lo verdaderamente importante de la Foto 51 es lo que revela: el patrón en forma de X indica que el ADN tiene una estructura helicoidal, es decir, que se enrolla como una escalera de caracol. La distancia entre las líneas horizontales, el grosor de los anillos y su ubicación permiten calcular detalles como el diámetro de la hélice y la separación entre cada “peldaño”.

  • A partir de esta información, los científicos James WatsonFrancis Crick propusieron en 1953 el famoso modelo de doble hélice del ADN. Sin embargo, la fotografía les fue mostrada sin el consentimiento de Franklin, y durante muchos años su aporte fue minimizado. El Premio Nobel por el descubrimiento de la estructura del ADN fue otorgado en 1962 a Watson, Crick y Maurice Wilkins –colega de Franklin–, pero ella no fue incluida, porque había fallecido en 1958, y el premio no se entrega de manera póstuma.

Hoy, la Foto 51 no solo se reconoce como clave para descifrar cómo está construida la molécula de la vida, sino también como símbolo de una injusticia histórica. El trabajo de Rosalind Franklin fue fundacional para la biología moderna, y durante décadas permaneció invisibilizado.

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BREVES PARALELAS

Crédito: Imagen generada por IA.

Por Francisco Crespo
Antropólogo social

LA DISTRIBUCIÓN DE LA RAZA

En 1972 el biólogo evolutivo Richard Lewontin publicó un paper titulado “La distribución de la diversidad humana”, en donde analiza la variación genética de las denominadas “razas canónicas”, es decir, lo que uno cotidianamente entiende por raza.

Sus hallazgos plantean que existe más diversidad genética –para un locus específico– dentro de un grupo de personas de la misma “raza canónica” que entre dichas razas entre sí. El locus es el lugar específico que ocupa un marcador genético. Es algo así como la “dirección” que tiene un gen dentro del genoma.

“NO HAY RAZAS, SOLO CLINES

En 1960, el antropólogo Frank B. Livingstone planteó su histórica frase: “No existen razas, solo clines”, una palabra en inglés –cline– que describe una variación continua de un atributo, en este caso, un atributo genético en función de cambios geográficos. Esto explica las obvias diferencias que vemos entre grupos de personas, pero se trata de variaciones continuas y no discretas, es decir, no hay divisiones tajantes sino que un continuo de cambios acumulativos.

  • A mediados de la década de los 60, también se formalizó el concepto de haplotipo. Un haplotipo es un conjunto de alelos presentes en un solo cromosoma. Recuerda que para cada gen los humanos tenemos dos alelos, es decir, dos “variaciones” del mismo gen, que vienen de nuestro padre y madre. Cuando se juntan los códigos genéticos de nuestros padres se produce una recombinación, esto asegura que no somos copias exactas “mitad-mitad” de nuestro padres, y asegura la variación genética de la humanidad.

Pero existen segmentos –los haplotipos– que no se recombinan o se recombinan con muy baja probabilidad. Estos segmentos sirven para estudiar linajes y son la base del estudio de nuestros ancestros genéticos.

Me imagino que te estás mareando, pero en realidad es más simple de lo que parece: desde un punto de vista genético, la raza no sirve para identificar a los grupos de personas, dado que los rasgos (que son la expresión de los genes) varían de forma continua según la distribución geográfica. Lo que sirve son los haplogrupos, agrupaciones de haplotipos.

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RECOMENDACIÓN: EL CLUB SECRETO QUE INVENTÓ EL RACISMO CHILENO

Crédito: Grupo Planeta.

Por Ignacio Retamal
Dentista y doctor en Ciencias

El libro del historiador Marcelo Sánchez Delgado, de la Universidad de Chile, tiene un título explosivo: Defender la raza. En pleno 2025, suena a chiste de mal gusto. Pero, ojo, el autor no defiende nada. Es un bisturí.

  • El libro abre un capítulo oscuro, pero real: la eugenesia. A principios del siglo XX, esta idea de “mejorar” a la gente fue el proyecto favorito de la élite chilena. Médicos y políticos usaron la ciencia, disfrazada de “higiene social” y “progreso”, para un único fin: controlar a los pobres.

Para esta clase “ilustrada”, el problema del país no era social, sino biológico. Creían que la “raza” se estaba dañando con el alcoholismo y ciertas enfermedades. Así que idearon reglas, como pedir un certificado para casarse, para decidir quién era “apto” para reproducirse.

  • La crueldad no era solo legal. El lenguaje de la época, documentado en el libro, era brutal. A los marginados, los llamaban sin pudor “pingajos humanos” o “subhombres”. Con esa deshumanización científica, se justificó el control.

Defender la raza nos recuerda que el racismo actual, el que ataca a migrantes o a pueblos originarios, no nació de la nada. Su código se escribió en los ministerios y los consultorios hace cien años. Leer este libro es una autopsia histórica que nos obliga a entender el manual de instrucciones del racismo chileno.


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Y esto es todo en esta edición de Universo Paralelo. Ya sabes, si tienes comentarios, recomendaciones, fotos, temas que aportar, puedes escribirme a universoparalelo@elmostrador.cl. Gracias por ser parte de este Universo Paralelo.

  • Mis agradecimientos al equipo editorial que me apoya en este proyecto: Fabiola ArévaloFrancisco Crespo, Francisca Munita, Ignacio Retamal, Camilo Sánchez y Sofía Vargas, y a todo el equipo de El Mostrador.

 

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