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Cámara aprueba ley que prohíbe celulares en colegios desde 2026 y centra debate en salud mental Educación Créditos: Cedida.

Cámara aprueba ley que prohíbe celulares en colegios desde 2026 y centra debate en salud mental

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La iniciativa, aprobada tras un extenso debate en la Cámara, busca reducir el uso problemático de pantallas en colegios desde 2026 y reabre la discusión sobre su impacto en la salud mental de niños y adolescentes, con especialistas que advierten efectos en la ansiedad, la atención y la convivencia.


Tras un extenso debate, la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de ley que prohíbe el uso de teléfonos celulares en establecimientos educacionales a partir de 2026. La iniciativa, que contempla excepciones para fines pedagógicos, motivos médicos y necesidades educativas especiales, busca mejorar la convivencia escolar y enfrentar el uso problemático de pantallas entre niños y adolescentes, en un contexto marcado por la hiperconectividad.

Más allá del impacto pedagógico, la discusión puso en el centro una preocupación creciente: la salud mental. Especialistas advierten que la medida podría tener efectos significativos en el bienestar emocional de estudiantes, uno de los desafíos más urgentes del sistema educativo y sanitario.

Mariana Labbé, psiquiatra infanto-juvenil y directora médica de Clínica MirAndes Manquehue, subraya que la iniciativa se alinea con lo que observa a diario en la práctica clínica. “Esta ley es una medida altamente recomendable, siempre que se implemente con un enfoque educativo y no punitivo. En Clínica MirAndes Manquehue lo vemos a diario: el uso excesivo de pantallas se asocia de manera consistente con aumento de ansiedad, dificultades atencionales, irritabilidad, baja autoestima y alteraciones del sueño”, explica.

Según la especialista, muchos estudiantes mantienen el teléfono encendido y a la vista durante toda la jornada escolar, incluso en momentos que requieren concentración, descanso o interacción social. “La presencia constante de las pantallas altera funciones esenciales del desarrollo: dificulta la concentración, reduce las oportunidades de socialización real y afecta la calidad del descanso. También interfiere en la capacidad de los niños y adolescentes para gestionar sus emociones, porque están permanentemente sobreestimulados”.

Volver a estar presentes: una jornada sin pantallas

Uno de los principales objetivos de la ley es propiciar espacios de reconexión con el entorno. Para la experta, ese es uno de sus mayores aportes. “Lo más positivo es que los niños y adolescentes vuelven a estar presentes, a conectarse con su entorno real. Conversan más, se miran más, juegan más y comparten más. Esto favorece el desarrollo de habilidades sociales y la empatía, que suelen verse desplazadas por la interacción digital”, afirma.

La especialista también destaca un impacto favorable en el aprendizaje. “Cuando disminuyen las interrupciones, aumenta la capacidad de concentrarse. La mente se calma y los estudiantes pueden enfocarse con mayor profundidad en lo que están aprendiendo. Reducir o eliminar el uso de teléfonos durante la jornada escolar tiende a mejorar el rendimiento y la convivencia, no a empeorarlos. Se fortalecen habilidades cognitivas esenciales como la atención sostenida, la memoria de trabajo y las funciones ejecutivas”.

Aclara, eso sí, que la tecnología sigue siendo valiosa cuando su uso es pedagógico y guiado por docentes; el problema surge con el uso irrestricto en clases y recreos, que “habitualmente perjudica más de lo que aporta”.

Implementación gradual y acompañada

La ley contempla una aplicación paulatina, aspecto clave para su éxito. “Los cambios duraderos, especialmente en adolescentes, se alcanzan cuando hay diálogo, claridad y coherencia. No se trata solo de retirar un dispositivo; muchos alumnos necesitarán apoyo para reencontrarse con actividades sociales y formas de relacionarse que han quedado relegadas”, explica la directora médica de MirAndes Manquehue.

Entre las recomendaciones, sugiere comenzar con momentos específicos sin celular, evaluar el nivel de uso problemático y ofrecer apoyos diferenciados. “También es útil evaluar el nivel de uso problemático o adicción mediante escalas estandarizadas, identificando a los estudiantes de mayor riesgo para un trabajo más focalizado con ellos y sus familias. Además, es importante definir las excepciones (como necesidades médicas o educativas) y explicar claramente por qué se aplican”.

Otro punto clave es el rol de los adultos dentro de la comunidad educativa. “Toda la comunidad escolar debe modelar con el ejemplo para que la medida sea coherente, respetada y efectiva”, enfatiza.

El rol de las familias

El impacto de la norma no se jugará solo en las salas de clase. Para la psiquiatra, la continuidad en los hogares es decisiva. “Si el colegio promueve entornos más saludables pero en casa el uso del celular es ilimitado, el impacto de la medida disminuye mucho. Las familias cumplen un rol central en consolidar hábitos y en el bienestar emocional de niños y adolescentes”.

Entre las recomendaciones, menciona establecer horarios claros, evitar pantallas durante la noche y mantener los dispositivos fuera de los dormitorios. También llama a estar atentos a señales de alerta, como alteraciones del sueño, aislamiento o necesidad constante de estar frente a la pantalla, que pueden aparecer durante el proceso de ajuste.

La prohibición del uso de celulares en colegios busca enfrentar un problema que ya impacta la convivencia escolar, el aprendizaje y la salud mental en distintas etapas del desarrollo. Para la especialista, la medida es más que una norma: es una oportunidad para reconstruir espacios de interacción, reducir la sobreestimulación y promover hábitos digitales más saludables. “No se trata de demonizar la tecnología, sino de generar un entorno más saludable donde el aprendizaje y el desarrollo socioemocional puedan darse sin interrupciones permanentes. Bien acompañada, esta medida puede convertirse en un verdadero respiro para la salud mental de niños y adolescentes”, concluye.

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