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Por qué algunas personas rechazan la Navidad: psicóloga explica las razones emocionales y sociales Salud Crédito: Cedida

Por qué algunas personas rechazan la Navidad: psicóloga explica las razones emocionales y sociales

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Aunque la Navidad se asocia a alegría y unión familiar, para muchas personas es una fecha incómoda o dolorosa. El consumismo, los mandatos sociales, los conflictos familiares y el duelo explican por qué no todos conectan con el llamado espíritu navideño.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
Aunque la Navidad suele asociarse a alegría y unión, para muchas personas representa una fuente de malestar. El consumismo, los mandatos sociales, los conflictos familiares, el duelo y la ansiedad de fin de año explican el rechazo a esta festividad. La psicóloga Miriam Pardo señala que no celebrar no es patológico, sino una respuesta coherente a historias de vida y contextos emocionales complejos. Validar las emociones y ajustar expectativas es clave para un cierre de año más saludable.
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La Navidad es una festividad reconocida mundialmente. En el cristianismo conmemora el nacimiento de Jesús, pero su expansión ha tomado giros culturales y sociales que la volvieron un rito global, independientemente de las creencias.

La cena, la reunión familiar y la llegada del “viejito pascuero” son parte del imaginario compartido. Sin embargo, no todos se sienten a gusto por el llamado al espíritu navideño. ¿Por qué hay personas que, lejos de celebrarla, la rechazan?

Consumismo y mandato social

Desde la psicología, uno de los motivos más frecuentes es el rechazo al consumismo. La presión por comprar regalos y cumplir expectativas económicas transforma lo afectivo en exigencia. “Muchas personas viven estas fechas como una demanda ineludible: no se trata sólo de obsequiar, sino de ‘deber’ obsequiar. Y ese deber erosiona el sentido de encuentro”, plantea Miriam Pardo Fariña, académica de Psicología de la Universidad Andrés Bello, sede Viña del Mar.

Esta vivencia se conecta con la idea del mandato social: lo que debería ser una elección deviene obligación. “Cuando algo que podría ser gratificante se convierte en ‘tienes que’, se activa resistencia. La imposición es una mala compañera de la alegría”, añade.

Conflictos familiares y disonancia afectiva

El ideal de “paz y amor” contrasta con realidades familiares complejas. Para quienes transitan conflictos crónicos, las frases navideñas pueden sonar utópicas o incluso molestas. “La Navidad visibiliza la brecha entre lo que se espera y lo que se puede. Esa disonancia produce malestar, porque hace evidente lo que falta: la armonía, el cuidado y la validación de diferencias”, explica la psicóloga.

La disonancia no es sólo íntima. El contexto global —guerras, pobreza, crisis sociales— tensiona el relato de buena voluntad universal. “Hay personas que sienten que el optimismo navideño invisibiliza el dolor colectivo. Rechazan la fiesta como gesto ético, no por amargura, sino por coherencia”, dice la académica.

Duelo y ausencia: ambivalencias en primera persona

Muchas personas atraviesan duelos recientes o prolongados. La silla vacía desordena el ánimo y convierte la celebración en recordatorio. “El duelo reabre la herida. La Navidad es una fecha que intensifica la presencia de la ausencia. Allí emergen emociones ambivalentes: el deseo de compartir y el peso de la pérdida”, señala Pardo.

A veces la ausencia no se debe al fallecimiento, sino a quiebres familiares. “Los cortes afectivos también duelen en estas fechas. La memoria vuelve, con eventos traumáticos, discusiones o distancias no resueltas”, agrega la psicóloga.

Historias de vida y estilos personales

No todas las vidas se ordenan en torno a lo colectivo. “Hay biografías marcadas por disfunciones familiares que asocian la Navidad a daño y soledad. Y hay personas con un estilo más reservado que sienten la celebración como invasión de su intimidad. Ninguna de esas posiciones es patológica por sí misma”, precisa.

¿Puede abrir focos de estrés, depresión y ansiedad?

El fin de año suele acumular cansancio académico, laboral y doméstico. Preparar la celebración añade responsabilidades. “El estrés aumenta cuando la organización recae siempre en las mismas personas y cuando las expectativas no se regulan. La ‘fiesta’ puede volverse trabajo emocional y logístico”, advierte Pardo.

En familias con conflicto, compartir la mesa eleva la tensión y puede activar síntomas depresivos: pena, irritabilidad, desgano. A su vez, la ansiedad aparece de forma anticipatoria: pensar cómo será ese día cuando hay problemas económicos, pérdidas o discusiones pendientes. “La anticipación ansiosa se alimenta de escenarios temidos. Por eso la conversación previa es un acto de cuidado”, propone.

Estas fechas invitan a evaluar metas cumplidas y pendientes. Para algunos, ese balance trae tristeza y frustración. “La cultura del logro, sumada a la comparación social, profundiza el malestar. La clave es reconocer el estado emocional y evitar forzar el espíritu navideño como obligación moral”, afirma.

Claves para sobrellevar las fiestas

Validar lo que se piensa y siente. “Nombrar el malestar no excluye; habilitar decisiones más honestas. Se puede anticipar que se estará más silencioso o retraído. La sinceridad reduce el conflicto”, sugiere Pardo.

Autocuidado antes y después de la celebración. Descanso, alimentación y sueño ordenados; evitar la sobrecarga de compromisos. “El cuerpo también celebra o se defiende. Escucharlo es un límite saludable”, indica.

Ajustar expectativas al contexto real. Conversarlas con antelación, alineando economía doméstica, dinámicas familiares y estados de ánimo. “La expectativa compartida protege: reduce sorpresas y resentimientos”, dice.

Acuerdos sin imposición. “La Navidad no es una prueba de unidad perfecta. Es un momento que se construye reconociendo diferencias. El consenso es más sostenible que la uniformidad”, plantea.

Ritos de memoria en caso de duelo. Visitar el cementerio días antes, hacer un pequeño rito o compartir legados del ser querido. “Ritualizar el recuerdo transforma la ausencia en presencia simbólica. No borra el dolor, pero lo acompaña”, concluye Pardo.

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