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Cansancio, estrés crónico y dificultad para desconectarse exponen el avance del burnout en Chile Sociedad Créditos: El Mostrador.

Cansancio, estrés crónico y dificultad para desconectarse exponen el avance del burnout en Chile

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Diciembre se volvió un mes crítico para la salud mental laboral en Chile: el cansancio acumulado y el estrés crónico, sumados a la dificultad para desconectarse, hacen más visibles los síntomas del burnout, un desgaste progresivo que afecta motivación, bienestar y calidad de vida.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
Diciembre se consolidó como un mes crítico para la salud mental laboral en Chile: el cansancio acumulado del año, el estrés crónico y la dificultad para desconectarse agudizan las señales del síndrome de burnout. Un sondeo de Laborum revela que 7 de cada 10 chilenos se sintió desmotivado este año, 70% reporta altos niveles de estrés y 40% sufrió agotamiento físico o mental. Especialistas advierten que el burnout es un desgaste progresivo que impacta el bienestar, la motivación, el sueño y los vínculos personales, condicionando incluso el inicio del año siguiente.
Desarrollado por El Mostrador

Diciembre se ha transformado en un mes bisagra para miles de trabajadores y trabajadoras en Chile: el cansancio acumulado de todo el año y el estrés sostenido dejan al descubierto las señales del agotamiento extremo, conocido como síndrome de burnout. Entre cierres laborales, evaluaciones finales, compromisos sociales y balances personales, el desgaste emocional y físico se intensifica, afectando la motivación, la salud mental y la vida cotidiana.

Las cifras confirman la magnitud del problema. Según un sondeo reciente de Laborum, siete de cada diez chilenos se han sentido desmotivados durante el último año, mientras un 70% declara experimentar altos niveles de estrés y un 40% reconoce haber sufrido agotamiento físico o mental.

A lo anterior se le suma que un 34% señala no lograr desconectarse del trabajo al terminar la jornada y un 34% afirma no poder desconectarse del trabajo una vez finalizada la jornada laboral, un fenómeno que suele agudizarse hacia el cierre del año.

Para la doctora María Cecilia Fabres, psicóloga del Grupo Cetep, diciembre es un punto crítico donde convergen exigencias acumuladas y una caída sostenida de la energía disponible. “El cierre de año no es solo laboral. Muchas personas llegan a diciembre con un cansancio que combina responsabilidades profesionales, cargas familiares y una autoexigencia muy alta, lo que eleva el riesgo de desgaste emocional”, explica.

La especialista también advierte sobre una presión cultural instalada en torno a la idea de “cerrar todo” antes del 31 de diciembre. Cuando no ha habido pausas reales durante el año, el cuerpo y la mente comienzan a manifestar señales claras de agotamiento, que no deben normalizarse como parte del mes.

“Muchas personas normalizan estos síntomas en diciembre, asumiendo que son parte del mes, cuando en realidad indican un nivel de desgaste que requiere atención”, agrega Romero.

A diferencia del estrés puntual, el burnout se desarrolla de manera progresiva tras semanas o meses de sobrecarga sostenida y no se resuelve únicamente con unos días de descanso. Se trata de un agotamiento físico y emocional persistente, que afecta la capacidad de concentración, el sueño, la motivación y los vínculos personales. “Cuando el estrés se vuelve crónico, el organismo entra en un modo de desgaste constante, que afecta no solo el rendimiento laboral, sino también la salud mental y la vida personal”, advierte la psicóloga.

Sus manifestaciones más frecuentes son el cansancio extremo, irritabilidad, problemas de sueño y sensación de funcionar en automático. Incluso, estos síntomas muchas veces pasan inadvertidos en sus primeras etapas. En fases más avanzadas, el síndrome puede derivar en ansiedad, síntomas depresivos y un distanciamiento emocional tanto del trabajo como del entorno afectivo. “Muchas personas comienzan a sentirse desconectadas o sin sentido frente a lo que hacen, lo que impacta directamente en su bienestar y en su calidad de vida”, advierte la psicóloga.

Llegar a diciembre en un estado de fatiga profunda no solo condiciona el cierre del año, sino también el inicio del siguiente. “Cuando se termina el año emocionalmente exhausto, resulta mucho más difícil planificar cambios, fijar metas realistas o iniciar un nuevo ciclo con claridad. El burnout afecta incluso la manera en que se vive enero”, explica.

Frente a este escenario, los especialistas recomiendan introducir ajustes concretos en la rutina diaria: priorizar tareas realmente urgentes, evitar extender innecesariamente la jornada laboral y respetar pausas mínimas de descanso cada día. “No se trata de hacer más para cumplir con todo, sino de aceptar que los recursos personales son limitados y que el descanso también es una necesidad”, señala Romero.

La regulación emocional también se apoya en hábitos básicos, como horarios regulares de sueño y pausas breves durante el día, y en la comunicación anticipada de expectativas en el entorno laboral y familiar.

Finalmente, para la experta el autocuidado no es una meta postergable. “El bienestar no comienza en enero. Incorporar límites y espacios de recuperación ahora permite cerrar el año con mayor equilibrio y enfrentar el nuevo ciclo con más recursos emocionales”, concluye.

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