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Moverse para sanar: el poder del ejercicio en la recuperación del cáncer de mama BRAGA

Moverse para sanar: el poder del ejercicio en la recuperación del cáncer de mama

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Nuevas investigaciones en Chile confirman que el entrenamiento de fuerza ayuda a preservar la masa muscular y fortalecer el bienestar emocional en mujeres con cáncer de mama, potenciando su recuperación.


El ejercicio solía ser solo una recomendación médica más, parte del estilo de vida saludable que todos deberíamos llevar. Pero hoy la ciencia lo mira de otra manera: como un tratamiento en sí mismo. En mujeres con cáncer de mama, moverse puede marcar la diferencia entre un cuerpo debilitado por la quimioterapia y uno que resiste con fuerza y estabilidad emocional.

En la Fundación Arturo López Pérez (FALP), junto a la Universidad de La Frontera (UFRO) y la Universidade Cruzeiro do Sul (UNICSUL), un grupo de investigadores decidió poner a prueba esta idea. El estudio se llama “NEO STRONG”, y su propósito es simple y poderoso: comprobar cómo el entrenamiento de fuerza antes de una cirugía puede ayudar a que las pacientes lleguen mejor preparadas, física y mentalmente, a su tratamiento.

La prehabilitación permite preparar el cuerpo y la mente para enfrentar de mejor manera el proceso. No se trata solo de fuerza, sino de resiliencia”, explica Javiera Cortés, kinesióloga de FALP e integrante del equipo. Lo que más la emociona de su trabajo, dice, no son solo los resultados físicos, sino los lazos que se crean entre las pacientes. “Se apoyan, se acompañan, se levantan juntas. Es increíble cómo el ejercicio se transforma también en comunidad”.

El movimiento como medicina

Gabriel Nasri Marzuca Nassr, académico de la UFRO y líder del estudio, asegura que los cambios son visibles incluso antes de entrar a pabellón.

“Las mujeres con cáncer de mama suelen perder masa muscular y fuerza a causa del tratamiento. Pero cuando realizan un entrenamiento progresivo y supervisado entre 16 y 20 semanas antes de la cirugía, llegan con más energía, toleran mejor la quimioterapia y se recuperan más rápido”, comenta.

El secreto, agrega, está en la constancia y la personalización. No se trata de rutinas genéricas ni de esfuerzos extremos, sino de un trabajo cuidado, adaptado al cuerpo de cada paciente. Con la llegada de las altas temperaturas, los especialistas insisten en ajustar los horarios, hidratarse bien y no sobreexigirse. Porque el ejercicio, en este contexto, no busca rendimiento: busca bienestar.

Cuando el movimiento también previene

Durante el Mes de la Prevención del Cáncer de Mama, la cadena de gimnasios Sportlife encuestó a 142 personas. Los resultados confirmaron algo que muchos ya intuyen: el 53% cree que el ejercicio ayuda a prevenir enfermedades como el cáncer, y casi todos —un 99%— lo asocian con bienestar físico y emocional.

Más significativo aún: 1 de cada 5 personas dijo haber vivido una experiencia cercana donde el ejercicio fue parte de la recuperación frente al cáncer de mama. Pero pese a la buena disposición, aún hay barreras. El 56% reconoce no saber cómo entrenar durante el tratamiento, el 26% teme lesionarse y el 18% dice no tener tiempo.

Por eso, los expertos insisten: moverse sí, pero con guía profesional. Cada cuerpo y cada proceso son distintos. La kinesiología oncológica aparece aquí como un puente seguro entre la recuperación y el autocuidado.

Kinesiología: volver a moverse, volver a confiar

“El objetivo principal es preservar la movilidad, la fuerza muscular, la capacidad aeróbica y el bienestar psicológico”, explica Juan Ignacio de la Fuente, kinesiólogo y académico de la Universidad Andrés Bello. En su experiencia, la rehabilitación comienza apenas las condiciones clínicas lo permiten, y puede extenderse durante meses.

El proceso varía según cada paciente. Quienes no han pasado por una mastectomía suelen enfocarse en recuperar fuerza y resistencia, superando la fatiga o los efectos de la quimioterapia. Pero tras una cirugía más compleja, como una mastectomía, el camino incluye controlar el dolor, cuidar la cicatriz y prevenir el linfedema, una hinchazón en el brazo que puede afectar la vida diaria.

“Además de eso —dice De la Fuente— buscamos reintegrar la imagen corporal y la simetría funcional. Muchas veces la recuperación física y la emocional van de la mano: cuando una mujer logra volver a mover su brazo sin miedo, también está reconstruyendo su confianza”.

Más allá del cuerpo: sanar el ánimo

Las guías internacionales recomiendan al menos 150 minutos semanales de ejercicio aeróbico moderado, junto con dos sesiones de fuerza. Pero los kinesiólogos coinciden en algo más profundo: el ejercicio no es solo físico.

Ayuda a disminuir la ansiedad, la depresión, y devuelve la sensación de control”, explica De la Fuente. “Cada sesión, cada pequeño logro, es un paso hacia la autonomía y la confianza. Por eso decimos que la rehabilitación no se trata solo de volver a moverse, sino de volver a vivir”.

El movimiento también ayuda a reconstruir vínculos sociales. Las sesiones grupales generan espacios donde las pacientes comparten experiencias, miedos y logros. En esos encuentros, el cuerpo se fortalece, pero también el ánimo.

Rehabilitar el cuerpo, rehabilitar el alma

Superar el cáncer de mama no termina con la última quimioterapia ni con una cirugía exitosa. La verdadera recuperación comienza después: cuando llega el momento de reconciliarse con el cuerpo, de mirarse al espejo sin miedo, de volver a confiar.

La rehabilitación kinesiológica, más que un proceso médico, se convierte en una herramienta de empoderamiento. Las pacientes aprenden que moverse es una forma de sanar desde adentro, que la fuerza no siempre se mide en kilos levantados, sino en la valentía de seguir intentándolo.

Cada brazo que vuelve a alzarse, cada paso sin dolor, es una victoria. Porque rehabilitar el cuerpo también es rehabilitar el ánimo.
Y en ese camino, el ejercicio no es solo un complemento del tratamiento: es una forma de volver a vivir con esperanza.

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