Yo opino
Créditos: El Mostrador.
25N: No es un caso aislado, es el patriarcado
Este 25N, día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, me resuenan con fuerza las reflexiones de la escritora estadounidense, Rebecca Solnit, quien en su libro Los Hombres me explican cosas, señalaba: “Tenemos una cantidad impresionante de violaciones contra las mujeres en este país, y en este mundo y es algo que nunca se trata como un problema de derechos humanos o como una crisis. Ni siquiera se considera que exista un patrón. La violencia no tiene raza, clase, religión o nacionalidad, pero sí tiene género”.
En efecto, las violaciones y la violencia que sufrimos las mujeres suelen presentarse públicamente como casos aislados. Desde los medios se busca contextualizar, e incluso justificar cada caso “puntual”, en vez de verlo como un problema sistémico, con patrones comunes. Según el estudio “Desenfocadas, cómo opinar e informar mejor sobre violencia de género”, publicado por LLYC en 2024, el cual analizó 226,2 millones de artículos de noticias generales en 12 países, incluidos Chile y España, 1 de cada 5 noticias justifica las agresiones contra las mujeres.
Es así como es común leer titulares como: “la asesinada fue violada y descuartizada por vestir ropa demasiado corta”; “La acosada que no pidió ayuda”; o “Mujer es violada después de ingerir bebidas alcohólicas” (todos titulares reales).
¿Acaso el problema es cómo vestimos o cuánto alcohol bebemos las mujeres? ¿Por qué no poner el foco en el hecho de que millones de hombres creen que esas “circunstancias” los habilitan y les dan el “derecho” a violar? ¿Por qué no se dice con claridad que esos hombres no son monstruos ni sociópatas excepcionales, sino hombres comunes y corrientes, criados en un sistema patriarcal que justifica la violencia de género?
La cultura de la violación y de la violencia está profundamente arraigada en nuestra sociedad. Poco hablamos de que niños y hombres son criados y educados con un sentido de superioridad y para creer que las mujeres son sus pertenencias. No se les enseña con contundencia que las mujeres son personas, individuas, y sujetas de derechos.
El alcance de la violencia contra la mujer es tal que podría considerarse perfectamente una pandemia. El 25% de la población mundial, es decir, una de cada cuatro personas, cree que está justificado que un marido golpee a su esposa, según el Índice de Normas Sociales de Género del PNUD de 2023.
Asimismo, según ONU Mujeres, en 2024 unas 50.000 mujeres y niñas murieron a manos de sus parejas u otros familiares en todo el mundo. Y mientras que el 60% de los homicidios de mujeres son cometidos por sus parejas u otros miembros de la familia, solo el 11% de los homicidios de hombres ocurren en el ámbito privado.
Las alarmantes cifras también nos muestran que una de cada tres mujeres de 15 años o más del continente americano ha sufrido alguna forma de violencia física o sexual durante su vida, según un reciente reporte publicado por la Organización Mundial de la Salud y Naciones Unidas en vísperas del 25N. Si vemos lo crítico que es el escenario, ¿por qué no tratar la violencia de género como un problema sistémico y global? Si sabemos el alcance de este problema, ¿Por qué aún se relativiza e incluso, se justifica?
El cántico de las marchas feministas: “no es un caso aislado, es el patriarcado”, que seguro se entonará este 25N en manifestaciones de todo el mundo, lo dice con mucha claridad. Necesitamos con urgencia dejar de ver la violencia contra las mujeres como una casuística puntual y tratarla como la pandemia que es.
Hoy marcharemos y alzaremos la voz muchas mujeres desde distintos rincones del mundo, pero son millones más las que sufren este problema, lo suficientemente extendido y estudiado como para que las acciones desde las políticas nacionales e internacionales comiencen a ser mucho más contundentes y serias.
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