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La amenaza del odio en el nombre de la familia Yo opino Créditos: El Mostrador.

La amenaza del odio en el nombre de la familia

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Francisca Keller A.
Por : Francisca Keller A. Magíster en Comunicación, Cultura y Ciudadanías Digitales. Especialista en innovación pública y ciudadana.
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El posicionamiento público del candidato de ultraderecha Johannes Kaiser ha permitido que la estrategia conservadora de Kast en estas elecciones presidenciales avance con comodidad. Los comentarios aberrantes del primero hicieron pensar a la masa que Kast representa, dentro del mismo ecosistema, cierta apariencia de mesura.

De este modo, el ultraderechista José Antonio Kast se fue construyendo desde la reiteración de ideas en contra de la continuidad del gobierno de Gabriel Boric; la proclamación de un recorte en los sueldos del aparato estatal y el despido masivo de operadores de la clase política progresista, además de un conjunto de medidas antimigratorias que, pese a no tener viabilidad técnica, lograron instalar la ficción de que sería Kast quien permitiría “poner orden en la casa”.

Esta secuencia discursiva, sumada a su ausencia deliberada del debate público, terminó haciendo que el chileno y la chilena lo reconocieran como una alternativa razonable frente a las posturas consideradas como extrema izquierda o extrema derecha. Solo en las últimas semanas, ante la presión de la prensa, el candidato tuvo que enfrentar asuntos ético-políticos: la entrega gratuita de la píldora del día después o el indulto presidencial para presos con enfermedades terminales, incluso, o más bien especialmente, aquellos condenados por violación a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad.

En este escenario, resulta iluminador el podcast de investigación periodística La familia correcta, una serie internacional producida con apoyo de la Unión Europea, que reconstruye el carácter transnacional de las ultraderechas contemporáneas y muestra cómo su principal proyecto político no es la eficiencia económica ni la seguridad pública, sino la restauración de un orden familiar tradicional como forma de control social. El equipo recorre Budapest, Roma, Madrid y Varsovia, rastreando a los partidos, líderes religiosos, fundaciones, y plataformas mediáticas que articulan un ecosistema global orientado a devolver a las mujeres a un rol reproductivo y de cuidados.

El podcast, además, documenta reuniones de líderes como Donald Trump, Viktor Orbán, Giorgia Meloni, Javier Milei y el mismísimo José Antonio Kast, así como la circulación de estrategias de comunicación y marcos legislativos para avanzar en restricciones a los derechos reproductivos de la mujer. Como si se tratase de una cruzada moral, esta red opera de forma paralela en su dimensión digital: el odio se difunde a través de ejércitos de bots, cuentas coordinadas y campañas de desinformación dirigidas especialmente contra mujeres con voz pública.

En Chile, ya lo hemos visto. La emergencia de campañas mediáticas que buscan borrar a las mujeres de la esfera pública, disciplinándolas mediante la humillación, se ha vuelto un patrón reconocible. Así ocurrió con Natalia Valdebenito, humorista feminista que debió sostener durante años ataques en redes, o con la propia candidata de derecha Evelyn Matthei, quien, al enfrentarse a Kast, debió hacer frente a una campaña que atacó su integridad mental, difamándola como una mujer interdicta por Alzheimer.

En Argentina, este mismo modus operandi hizo su ofensiva contra la periodista feminista Julia Mengolini, revelando cómo este proyecto conservador ha evolucionado hacia formas de violencia tecnológica más sofisticadas. Mengolini, militante peronista, defensora de los derechos de las mujeres y las disidencias, y fundadora del medio independiente Futurock, se convirtió en el blanco de una brutal campaña orquestada desde las más altas esferas del poder. Durante días circuló un video falso, generado mediante inteligencia artificial, en el que se le veía teniendo relaciones sexuales con su hermano. Este material fue compartido reiteradamente por el propio presidente de Argentina, Javier Milei. La operación digital, además, contó con actores políticos, medios afines y redes de bots que alimentaron una cadena de difamaciones. Julia Mengolini debió recurrir a instancias internacionales y adoptar medidas de protección personal, denunciando públicamente una forma de violencia que, lejos de ser espontánea, se enmarca dentro de estrategias planificadas de censura y disciplinamiento contra las mujeres.

Es así que, cuando hablamos de la pretendida recuperación de la familia por parte de sectores ultraderechistas, no hablamos de valores, sentido del cuidado o libertad; hablamos de una estrategia internacional de control social que considera acciones comunicacionales para demoler el imaginario de la mujer emancipada y reinscribirla en un orden familiar jerárquico. Para mantener dicho control, se emplean medios modernos, bots, desinformación, deepfakes, con la misma brutalidad con que en antaño se utilizaba la censura, la represión o la violencia directa.

En su célebre “Post-scriptum sobre las sociedades de control”, el filósofo Gilles Deleuze explica que el disciplinamiento ya no opera a través de instituciones visibles, la escuela, la fábrica,o los tribunales, sino mediante sistemas difusos y continuos de vigilancia que se deslizan como una serpiente entre nosotros. El caso de Julia Mengolini expone con crudeza este tránsito. Ya no estamos ante un castigo impuesto desde un centro de poder reconocible, sino frente a un entramado de controles digitales, sociales y mediáticos que configuran conductas, silencian voces y moldean subjetividades. 

De ahí la enorme importancia de promover un voto femenino informado, que pueda hacer frente a este avance de la ultraderecha en Latinoamérica y detener los futuros distópicos que se nos imponen.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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