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«En la sociedad chilena hay persistencia de problemas de exclusión social»

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En entrevista con El Mostrador.cl, define las semejanzas entre las revueltas sociales que inspiraron su investigación »Historia y Memoria. 2 de abril de 1957» y la actual crisis del Transantiago. »Hoy estamos enfrentados a un tema muy parecido, una crisis del transporte público, donde nuevamente hay sectores que están excluidos», afirma.


Un extensivo recorrido por los lamentables y olvidados sucesos del 2 de abril de 1957 realiza el historiador Pedro Milos en su reciente publicación "Historia y Memoria. 2 de abril de 1957".



El texto narra las reacciones de los distintos sectores frente al alza del precio del transporte urbano, cargadas de violencia y una inesperada represión de parte de las instituciones, que acabaron con la vida de una veintena de manifestantes y otros tantos heridos y detenidos.



Las protestas, enmarcadas en el quinto año de gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, comenzaron con revueltas estudiantiles en Valparaíso y luego se extendieron hacia las ciudades de Santiago y Concepción, lugares donde se hicieron patentes nuevas fuerzas sociales que canalizaron el descontento social en este problema puntual.



A partir de estos hechos, Pedro Milos plantea un diálogo entre historia y memoria, relación que establece a partir de una exhaustiva investigación en la historiografía de la época y entrevistas con los involucrados en los sucesos de ese año.



A pesar de los años de distancia, "2 de abril de 1957" es un libro que cobra vigencia con la actual crisis del transporte colectivo, problema que Milos atribuye a un descontento social histórico no resuelto. "Si bien es un mal recuerdo por ser un hecho violento, es un recuerdo que nos debe hacer pensar sobre las características de nuestra sociedad. Hay un malestar social que no está siendo reconocido y canalizado ni resuelto por las instituciones. Ese malestar está latente y cuando encuentra una posibilidad de manifestarse, lo hace", dice el autor.



-¿Cuál consideras que es la importancia histórica de los sucesos del 2 de abril de 1957?
-La importancia fue hacer visible una serie de actores sociales que estaban en proceso de constitución y que el sistema institucional todavía no lograba identificar. Fue una de las primeras manifestaciones sociales de lo que hoy día reconocemos como pobladores, que emergen en la escena nacional y lo hacen de una manera destructiva, violenta e inesperada. Desde el punto de vista político dejó en evidencia una cierta distancia que había entre el sistema político y la sociedad civil. En marzo de ese año hubo elecciones parlamentarias. Sin embargo, ese acto electoral no dio cuenta de estos flujos sociales que, casi un mes después, van a manifestarse de una manera totalmente asistémica. En la época se analizó que hubo una tasa de abstención importante y se especulaba que ese grupo que se abstuvo de participar a lo mejor coincidía con estos sectores que no confiaban en los mecanismos institucionales. Históricamente, yo creo que habla de una crisis de representación de los partidos políticos. Ese año se constituye la Democracia Cristiana, se reunifica el Partido Socialista y el Partido Comunista estaba fuera de la ley. Entonces había también una desconexión entre los partidos políticos y la ciudadanía.



-¿Y actualmente, cuál es su relevancia?
-También hay una importancia 50 años después. Creo que los hechos son importantes para la sociedad chilena de hoy, porque nos muestran cómo en la sociedad chilena hay una cierta persistencia de problemas de exclusión social. Los sectores que se manifiestan en el año ’57 son sectores excluidos. Y hoy estamos enfrentados a un tema muy parecido, una crisis del transporte público, donde nuevamente hay sectores que están excluidos de beneficios sociales, económicos y de mecanismos de participación política.



-¿Qué analogías podrían establecerse con la actual crisis del transporte colectivo?
-Creo que hay similitudes y diferencias. Una gran diferencia es que hace 50 años un hecho como ése terminó con más de veinte muertos. Eso hoy es impensable en nuestra sociedad. Hoy día ninguna autoridad política podría desatar una represión como la de abril del ’57, valoramos más la vida y tuvimos que pasar por cosas muy dolorosas para llegar a esa convicción. Entre las similitudes, creo que hoy hay una desconexión fuerte entre el sistema político y la sociedad que se expresa en esta tensión entre las medidas que se toman con criterio técnico y los efectos sociales que esas medidas puedan tener. Nadie podría discutir que era necesaria hacer una reforma al sistema de transporte, el punto es cómo se diseña, cómo se implementa. No se consideraron cuestiones que para las personas son muy importantes. Al igual que en el año ’57, la crisis actual muestra una ciudad segmentada, una diferenciación social, económica, que el transporte deja en evidencia. Otra similitud es una cierta desconfianza en los mecanismos institucionales, que han perdido credibilidad. Incubamos malestar. Y el malestar se va acumulando porque no encuentra mecanismos de salida.



-¿Por qué crees que este episodio se ha olvidado y actualmente es casi desconocido?
-Una interpretación que tengo para eso es que hay una responsabilidad de la historiografía. Como este acontecimiento no tuvo ninguna repercusión institucional, no se le dio importancia, en parte porque la historiografía siempre ha estado más preocupada de los procesos institucionales que de los procesos sociales. Pero si tú vas a la memoria de las personas, sí quedó tremendamente grabado. En nuestra sociedad recién los últimos años hemos revalorizado la memoria como una fuente de conocimiento del pasado. También fue olvidado porque los actores que fueron los protagonistas eran subordinados y sus vivencias no quedaban registradas.



-En el texto se destaca la importancia de vincular historia y memoria. ¿Cuál es la importancia de este nexo?
-La historia siempre la escriben otros, los que trabajan en eso y esa ha sido la manera como nos hemos relacionado con nuestro pasado. La historia no es más que una representación del pasado y la memoria se manifiesta cada vez más como otra manera de vincularnos con el pasado. Su gran potencial es que no es exclusiva de los historiadores, cualquiera de nosotros puede hacer uso de su memoria, que es atribuirle sentido al pasado. Por eso digo que la memoria tiene un potencial democrático enorme, nadie nos puede expropiar la posibilidad de recurrir a ella. Y cuando se hace uso de esa memoria, se está reivindicando un derecho de atribuirle el sentido que yo quiero a ese pasado.



-La memoria y la historia fueron el punto de partida para aproximarse a este suceso. Si tuvieras que escribir un libro sobre la actual crisis del transporte urbano, ¿cómo lo abordarías?
-Trataría de ver cómo viven las personas el tema del transporte, cuál es el lugar que el transporte ocupa en sus vidas, en su visión más personal y subjetiva. Y trataría de confrontar eso con estos diseños más técnicos. Intentaría demostrar cómo el tema de la modernización tiene que dialogar con las necesidades y los sentimientos de las personas. Es decir, algo que puede parecer muy efectivo desde el punto de vista técnico, a lo mejor no lo es desde el punto de vista de cómo la gente lo vive cotidianamente. Mi teoría es que todas las reformas que se han hecho los últimos años, que técnicamente son impecables e indiscutido lo necesarias que son, no han funcionado como los diseñadotes pensaron. Y eso es porque en la sociedad chilena todavía hay temas que no están resueltos, que impiden que esas reformas funcionen.

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