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Inteligencia artificial, una realidad inevitable en la que persisten mil dudas El Congreso del Futuro terminó este domingo

Inteligencia artificial, una realidad inevitable en la que persisten mil dudas

La charla “Inteligencia artificial ¿Superará la inteligencia artificial a la inteligencia biológica? ¿Hasta dónde?” fue una de las que generó mayor interés en el público, por su actualidad y controversia. En el panel participó Geminoid, Un androide creado a imagen y semejanza del ingeniero japonés Hiroshi Ishiguro; el historiador israelí Yuval Harari, autor de Sapiens uno de los betsellers históricos de mayor éxito a nivel mundial en la actualidad; el periodista irlandés John Mulholland y el sirio Oussama Kathib.


El panel sobre inteligencia artificial que se realizó el viernes en el marco del Congreso del Futuro, fue uno de debates que generó mayor atención y controversia del evento científico que reunió a más de cien pensadores de talla mundial en Santiago hasta ayer. La pregunta si la inteligencia artificial será superior a la biológica, generó mil dudas.

La estrellas de esa jornada fueron dos: Un androide creado a imagen y semejanza del ingeniero japonés Hiroshi Ishiguro, quien conversó sobre el tema “Inteligencia artificial ¿Superará la inteligencia artificial a la inteligencia biológica? ¿Hasta dónde?”, y el historiador israelí Yuval Harari, autor de Sapiens uno de los betsellers históricos de mayor éxito a nivel mundial en la actualidad. También participó el periodista irlandés John Mulholland y el sirio Oussama Kathib.

Convivencia

El japonés es director del Laboratorio de Robótica Inteligente, que forma parte del Departamento de Sistemas de Innovación en la Escuela Superior de Ingeniería de la Universidad de Osaka. Sus principales intereses de investigación han sido los sistemas de sensores distribuidos, la robótica interactiva y la ciencia androide. En el desarrollo de sus proyectos, el Doctor Ishiguro se ha concentrado en la idea de hacer un robot lo más similar a un ser humano vivo.

“A futuro queremos una sociedad robótica donde los androides y los humanos puedan convivir”, indicó, para luego hablar sobre cómo la neurociencia se basa en los seres humanos para la producción de androides. En este aspecto, una pregunta clave es “qué son los seres humanos”.

El robot, cuyo génesis que data de 2004, está dotado de un complejo mecanismo que le permite imitar a los seres humanos, tal como sus expresiones faciales, sus movimientos reactivos y subconscientes. Sin embargo, su desarrollo está limitado porque el conocimiento del cerebro humano aún  es insuficiente, según su creador, si bien el programa que lo maneja mejora progresivamente.

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Uno de los desafíos es lograr que los robots muestren un cambio en su estado emotivo. “Estamos intentando mejorar la similitud entre el robot, para ellos es importante trabajar con los científicos cognitivos y neurocientíficos”, señaló.

Ishiguro mostró el uso práctico de androides, como por ejemplo en la televisión, con un robot que imita a un famoso locutor, o en el retail, con androides de aspecto humano en vez de maniquíes, que incluso cantan y sirven para ventas puntuales, según pautas previamente establecidas.  Incluso pueden ser manejados a distancia por un operador humano.

Entre los desafíos se encuentran el reconocimiento de voz y el desarrollo de conversaciones lógicas.

Los desafíos de la robótica

El sirio Khatib centró su charla en el pasado y futuro de la robótica. Dio varios ejemplos del uso actual de robots, como en cirugías y el sector de servicios (transporte), pero también la arqueología submarina (para reemplazar a los buzos, que sólo pueden bajar hasta cierta profundidad). De hecho ya hay robots en forma de buzo que son usados en estas labores.

Doctor en informática, experto en robótica avanzada, y profesor de Ciencias de la Computación en la Universidad de Stanford, su trabajo en robótica avanzada se centra en las metodologías y tecnologías en robótica humanoide, incluyendo arquitecturas de control, síntesis de movimiento humano, simulación dinámica interactiva, hápticos y diseño de un robot amigable.

El científico habló de la posibilidad de usar robots en la minería y también en los observatorios que están a gran altura, condiciones donde la labor humana  es más difícil. Para todo el gran desafío “no es sólo que se muevan, sino que interactúen con el medio ambiente”, dijo, así como la programación del androide.

En esto es importante la seguridad, con el fin de que la labor del robot no ponga en peligro al ser humano, pero también el aprendizaje de habilidades que permitan trabajar en distintos terrenos, no sólo en lo plano, sino también escalando, por ejemplo, dijo. Otro aspecto clave es que los robots aprendan a trabajar en equipo con otros robots.

“Lo que es interesante respecto a todo esto es que nosotros no estamos solamente para un robot específico, que opere bajo el agua, sobre el suelo, en una cirugía, sino que estamos construyendo capacidades genéricas que puedan utilizarse para distintas aplicaciones y que permitan que se puedan mover e interactuar con el mundo”, concluyó.

Perspectiva social

Finalmente, el israelí Harari habló del tema desde una perspectiva social, política y económica.

Doctor en Historia, se ha especializado en los procesos macrohistóricos de la historia de la humanidad y su vinculación con otras áreas del conocimiento. Autor del best seller Sapiens: Una breve historia de la humanidad, del año 2014, consiguiendo más de 65 mil inscritos en su curso online al respecto.

“Lo que veremos en el siglo que viene es a lo mejor la revolución más significativa, no sólo en la historia, sino también en la biología”, anticipó. “Estamos entrando en el desacoplamiento entre dos cosas que hasta ahora han estado unidas. Hemos hablado de la inteligencia artificial pero no de la conciencia artificial. La inteligencia y la conciencia son dos facetas muy diferentes”.

“¿Qué es la conciencia? Algo muy difícil de definir, pero es una experiencia subjetiva. En breve, la conciencia se refiere a la capacidad de sufrir. Si uno se pregunta si algo tiene conciencia o no, la pregunta básica es si puede sufrir o no. El computador que tengo al frente mío es muy inteligente pero no puede sufrir. Los robots pueden hacer muchas cosas pero no pueden sufrir. Los seres humanos pueden sufrir, y los animales”, señaló.

Harari indicó que si bien ha habido avances en la inteligencia artificial, no los ha habido en la conciencia artificial. “Lo interesante es que hasta ahora la inteligencia y la conciencia siempre han ido de la mano en la naturaleza. Las únicas entidades con inteligencia superior también tenían conciencia”, insistió.

Harari se preguntó cuál de estos conceptos es más importante. “Antes esta era una pregunta para los filósofos pero no tenía aplicación práctica en el pasado. Lo que vamos a ver cada vez más en el siglo XXI es un desacoplamiento entre la inteligencia y la conciencia, y estamos creando entidades muy inteligentes que no tienen conciencia. La pregunta es qué es importante para el sistema, para el Ejército, para el Estado, para la economía. ¿Qué necesitan, inteligencia o conciencia? Y la respuesta es obvia, necesitan inteligencia, no conciencia”.

En ese sentido, planteó la interrogante de qué hacer con los seres humanos y animales conscientes en un  mundo donde  hay entidades y robots más inteligentes “que pueden hacer las cosas mejor que nosotros”.

Reemplazo

El especialista puso como ejemplo lo que ocurre actualmente en el área militar y la economía. “Los Ejércitos, por ejemplo, en el pasado debían reclutar grandes cantidades de seres humanos, pero hoy son cada vez más pequeños. Necesitan personas muy calificadas en ciertos campos pero dependen cada vez más de tecnología de avanzada para reemplazar a los seres humanos”.

Lo mismo ocurre en la economía, donde los robots reemplazan progresivamente a los seres humanos en tareas como conducir un coche o diagnosticar una enfermedad. En el caso de un médico, éste jamás podría saber de memoria toda la historia clínica de un paciente, no conocer todos los artículos médicos publicados, cosas que sí podría tener un robot, que de esta forma podría realizar un mejor diagnóstico.

“La gran pregunta del siglo XXI es que si la mayoría de los seres humanos pueden ser reemplazados, ¿van a convertirse en inútiles? La respuesta es que ya hemos pasado por esa etapa”, dijo, en referencia a la industrialización y automatización. “La mayoría de las labores que realizaban los seres humanos hace cien años hoy las hacen los robots, pero eso no quiere decir que los seres humanos somos inútiles, sólo que estamos haciendo otros trabajos, sobre todo en el sector de servicios, que requieren menos capacidades físicas y más capacidades cognitivas”.

“La pregunta no es si habrá nuevos trabajos en el siglo XXI, sino que si los seres humanos los podrán realizar mejor que la inteligencia artificial. La respuesta no es tan clara”, señaló, aunque estima.

Hariri apuntó a que los humanos tienen capacidades físicas y cognitivas. En el siglo XX, las máquinas suplantaron a los humanos en las primeras. Si lo mismo sucede ahora con las segundas, “la pregunta es si hay un tercer campo de capacidades que permita a los seres humanos. No está claro”. En ese sentido, Harari se preguntó qué pasará con los “seres humanos inútiles” cuando los robots desempeñen la mayoría de las tareas.

En vista de que los “organismos son algoritmos bioquímicos configurados por la selección natural para maximizar la oportunidad de sobrevivencia y reproducción”, incluidos los seres humanos, actualmente “aprendiendo a desarrollar mejores algoritmos electrónicos, viendo una fusión de la visión biológica de la existencia con una visión más mecánica de la misma”.

Sin embargo, “no hay ninguna explicación a nivel de algoritmos para el tema de la conciencia. Tampoco entendemos el papel de la conciencia en el procesamiento de datos. Por eso no podemos implantarla en los ordenadores. Es nuestro gran vacío en la comprensión de la vida. La ciencia dice que la conciencia es un subproducto de procesos bioquímicos en el cerebro, pero es un dogma porque nadie ha podido demostrar cómo se disparan esas neuronas en el cerebro y generan experiencias subjetivas como el amor y el odio, tan subjetivas para la reproducción y supervivencia”.

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