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Productor de “Denominación de origen”: “El cine chileno no hay que apoyarlo, hay que disfrutarlo”

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Emilia Aparicio Ulloa
Por : Emilia Aparicio Ulloa Periodista El Mostrador
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“Hay que reencontrarse, hay que ver que ahí hay historias que son distintas a lo que estamos acostumbrados a ver cuando prendemos Netflix o cuando vemos cualquier tipo de película, son historias de nosotros”, dice Pablo Calisto. La cinta ya supera los 70 mil espectadores.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
Denominación de origen, dirigida por Tomás Alzamora, ha superado los 70.000 espectadores, un hito en el cine chileno. Pablo Calisto, productor del falso documental, señala que la falta de una política de Estado para apoyar la distribución del cine chileno sigue siendo un obstáculo, ya que muchas veces las películas no se visibilizan lo suficiente. Sin embargo, destaca el éxito en festivales y salas como en el de Ñuble.
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La película Denominación de origen ha logrado un desempeño notable en las salas de cine chilenas. Lleva más de un mes en cartelera y ha superado los 70.000 espectadores. Este éxito es especialmente significativo en un contexto donde, según Pablo Calisto, productor del falso documental y cofundador de la productora Equeco, mantener una película chilena en cartelera es “muy importante y es muy difícil a la vez”.

Calisto conoció al director de Denominación de Origen, Tomás Alzamora cuando estudiaban en la UNIACC. Juntos realizaron el cortometraje Las Cosas Simples, el cual tuvo buena recepción y les permitió adentrarse en el circuito de festivales de cine. Luego de esa experiencia empezaron a trabajar en el proyecto de título de la universidad, que sería la primera película de Alzamora, La mentirita blanca.

Fue cuando realizaban esta primera película que, al ganar un fondo del Banco Estado, les pidieron una cuenta de empresa para pagarles el fondo, y al darse cuenta de que no tenían una, decidieron ir a la notaría y fundar la productora Equeco en el año 2016. Desde sus inicios, el motor principal fue el deseo de hacer películas que lograran conectar con el público desde la emoción. En esta búsqueda, descubrieron en la comedia un vehículo para tratar de hablar de cosas que les interesaban.

Calisto explica que este giro hacia la comedia no fue necesariamente una decisión forzada, sino que surgió “de manera natural que una búsqueda en sí misma”. Vieron que los directores con los que trabajaban eran intrínsecamente graciosos, y además sentían que la comedia resonaba profundamente con la identidad chilena.

“En algún momento nosotros viajamos a mercados internacionales como un poco tratando de defender que se estaba haciendo un nuevo cine chileno, que nosotros nos sentimos muy parte de una nueva generación de realizadores y nos hacíamos ver como el nuevo cine chileno, pero no que nosotros representáramos eso, sino que veíamos de que había una amplitud de historias, que había una amplitud de formas, que había una amplitud de maneras de hacer cine y ver cine”, menciona.

Reconocieron que por un lado, “había un cine que le iba muy bien en festivales internacionales y que es muy prestigioso y que nos ha servido mucho para abrir muchas puertas, pero que no tenía tanto público en Chile. Y por otro lado, había un cine de características super mega comerciales que atraía a mucha gente, pero que nosotros sentíamos que era un poco vacío o que no nos representaba”.

“Y decíamos, ‘¿cómo no hay nada entre medio? ¿Qué hay entre medio? Hay un desierto, no hay nada. No hay nadie que se atreva a ir a buscar cosas al medio’. Y en ese entremedio nosotros encontramos la comedia como un vehículo para tratar de hablar de cosas que sí nos interesaban y contenido de cosas de las que sí nosotros queríamos hablar y que sentíamos que eran importantes y que de alguna manera pudieran ser cercanas y pudieran ser apreciadas por gente y que ojalá eso nos sirviera para llegar a mucha gente”.

En ese sentido, encontraron en él una “válvula de fuga” para hablar de realidades, una tradición que, según Pablo, está presente en la historia del cine chileno y en figuras influyentes como Raúl Ruiz.

Llegar y quedarse en las salas de cine

El productor describe el sistema de distribución como “muy rudo”, señalando que las películas chilenas a menudo no cuentan con un presupuesto de distribución adecuado.

“Generalmente las películas chilenas no tenemos una estrategia quizás muy grande o algo que nos permita o que nos asegure los mecanismos para permanecer en el cine. Entonces, es siempre muy terrible porque ya el hecho de hacer una película es muy difícil y tener que decirle a toda la gente que tiene que ir a verla el primer fin de semana porque quizás la película no va a continuar de ese fin de semana, es muy triste”, sostiene en conversación con El Mostrador.

El caso de Denominación de origen fue excepcional. La película se estrenó primero en 16 salas, pero poco a poco se fue ganando un espacio en la cartelera de cines comerciales e independientes.

“Cuando la estrenamos en Valdivia se generó todo una efervescencia, también ganamos el premio del público. Ese tipo de cosas te hacen pensar que la peli puede conectar con gente, pero después hay otras barreras que no tienen que ver con que la película sea buena, mala, más o menos y que la gente vaya, sino que son otras barreras que tienen que ver con la distribución”, menciona.

“Me lo tomo con mucha alegría, pero también con mucha sorpresa. Estamos muy sorprendidos con todo lo que pasa. Tratamos de hacer nuestro mejor esfuerzo, nuestra mejor trabajo para que pueda ser visto por la mayor cantidad de personas”, agrega.

Calisto sostiene que la baja asistencia a las funciones de cine chileno es “es un fenómeno bastante amplio. Tenemos que entenderlo como algo que está en constante transformación. Entonces, lo que yo te podría responder ahora puede que hace dos o cinco años atrás no aplica lo mismo y en cinco años más tampoco, pero la verdad es que esto viene pasando hace bastante tiempo”.

Problemas de distribución

En ese sentido, el productor sostiene que uno de los principales problemas de la distribución del cine chileno es que “no hay una política de Estado que haga un acompañamiento real a las películas de cine chileno”. Además, las películas chilenas no cuentan con presupuesto para visibilizarse, y al no visibilizarse, “las salas de cine ven en estas películas chilenas más un problema que algo”.

“Eso nosotros lo hemos visto”, afirma Calisto. “Esta no es la primera película que estrenamos y si bien hay un acompañamiento desde el punto de vista de que nosotros estamos trabajando, por ejemplo, con una distribuidora que recibe fondos estatales y que yo veo cómo hace sus mejores esfuerzos por meter película chilena al cine, desde las salas comerciales hay una suerte de dejar a su suerte lo que cada película pueda realmente llegar a hacer”.

Esta situación es particularmente difícil porque, según Calisto, “las películas chilenas no contamos con un presupuesto de distribución”. El proceso de finalizar una película ya implica un gran esfuerzo, llegando incluso a que “algunas productoras incluso ponen de sus propios recursos para hacerla, se endeudan”. Ante este escenario, “ya pensar en invertir una cantidad de plata, una cantidad de dinero en distribución, es como una locura, por así decirlo”.

La consecuencia directa de esta realidad financiera es que las películas “no se visibilizan porque en el fondo no hay recursos para visibilizarse”, dice el productor.

Público

Esta falta de conocimiento por parte del público genera una percepción negativa en las salas comerciales: “Y al no visibilizarse las salas de cine ven en estas películas chilenas más un problema que algo. Las ven como una película que no se puede comunicar, que la gente no sabe que existe, porque ese es nuestro principal problema”.

A pesar de estas barreras, Calisto enfatiza que el problema no radica en la conexión con el público. Pone como ejemplo la experiencia del Festival de Cine Nacional de Ñuble, evento que creó junto al director de la Denominación de origen.

“Nosotros hacemos un festival de cine chileno en la región de Ñuble y vemos que hemos tenido cada año cada vez más público, 100% cine chileno, tenemos funciones con 400, 450, 500 personas y vemos cómo las películas chilenas, cuando están en las salas de cine, conectan con la gente”, sostiene.

Esto sugiere que “no hay un problema en las películas en sí mismas, hay un problema en lo que sucede entre medio”, agrega.

El principal desafío es que la gente “no sabe que existe”.

Para revertir esta situación, Pablo considera que se necesita una “política de estado en salas de cine comerciales más gruesa y actualizada” y convencer a las personas de que “el cine chileno no hay que apoyarlo, hay que ir a disfrutarlo, hay que reencontrarse, hay que ver que ahí hay historias que son distintas a lo que estamos acostumbrados a ver cuando prendemos Netflix o cuando vemos cualquier tipo de película, son historias de nosotros”.

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