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“Materialists”: el amor en tiempos banales CULTURA

“Materialists”: el amor en tiempos banales

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Chris Evans, Dakota Johnson y Pedro Pascal protagonizan Materialists, el nuevo drama romántico de Celine Song, aclamada por su debut en Past Lives. Esta nueva cinta, sin embargo, es irregular y decepcionante, y no logra el mismo brillo ni profundidad emocional que la anterior.


En 2023, Song sorprendió al mundo del cine con Past Lives, estrenada en el Festival de Berlín y celebrada por la crítica. Su ópera prima obtuvo dos nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película y Mejor Guion, y fue considerada por muchos como una de las mejores cintas del año. Aunque puede haber estado un tanto sobrevalorada, era una buena película y por eso las expectativas sobre Materialists, su segundo largometraje, eran altas. Lamentablemente, ni el sello distintivo de A24 ni el atractivo de su elenco logran salvar esta tibia propuesta que se queda a medio camino.

La historia sigue a Lucy (Dakota Johnson), una exitosa casamentera que trabaja en una agencia que opera como una especie de Tinder de lujo, en su búsqueda de la pareja ideal. Lucy tiene una visión cínica del amor, al que percibe más como una transacción económica que como un vínculo emocional. Todo se complica cuando se ve envuelta en un triángulo amoroso: por un lado, Harry (Pedro Pascal), un millonario seductor considerado un “unicornio” dentro de la agencia (es decir, el candidato perfecto pero inalcanzable); y por otro, John (Chris Evans), su exnovio, un actor con problemas económicos que sobrevive trabajando como camarero.

El principal problema del filme es su superficialidad. La trama plantea conflictos interesantes, pero los resuelve de forma fácil y poco sutil. A diferencia del enfoque íntimo y medido de Past Lives, aquí Song apuesta por una “dramedia” más ligera, comercial y menos profunda, que no logra sostenerse. Mientras que en su debut exploraba con sensibilidad el concepto de las almas gemelas, Materialists intenta transmitir un mensaje sobre el amor moderno y las diferencias de clase, pero termina siendo vacío y carente de fuerza, desaprovechando una idea con gran potencial.

La película también sufre de problemas de ritmo. El inicio resulta ridículo y fuera de lugar, y aunque después parece encontrar cierto rumbo, hacia el tercer acto comienza a desinflarse, cayendo en una repetición de clichés que la hacen perder todo encanto. Más aún, la directora no sabe cómo cerrar la historia y el final es un golpe abrupto pero obvio.

En cuanto al reparto tampoco destacan. La química entre los protagonistas es casi inexistente, lo cual es un gran problema en una película que pretende ser sensual y emocionalmente intensa. A pesar del atractivo físico del trío protagónico, Materialists no consigue transmitir pasión ni conexión real. Las interpretaciones son planas y sin matices, y Pascal, Evans y Johnson parecen estar lejos de mostrar su verdadero potencial actoral. Más encima, la película contiene una de las peores escenas de beso que he visto en mucho tiempo.

Materialists pretende reflexionar sobre el amor en la modernidad, cuestionando si es posible que una relación basada en una conexión emocional genuina prospere en un mundo donde el estatus económico y social suelen estar por encima de los sentimientos. Celine Song plantea una pregunta válida: ¿puede el amor verdadero sobrevivir en un entorno tan materialista? Sin embargo, aunque la reflexión puede ser legítima, el problema radica en un guion que la vuelve ingenua e inocua.

 

Por otra parte, la película incurre en una romantización banal de la pobreza, sin ofrecer ni sátira ni crítica social que justifique esa elección. Es difícil no notar la falta de autenticidad cuando se presenta, por ejemplo, a un personaje tipo Chris Evans viviendo en la supuesta “pobreza” de Nueva York. Todo resulta artificial: diálogos predecibles, frases dignas de un libro de autoayuda, y una puesta en escena cargada de superficialidad y pose. La historia se siente falsa, construida sobre situaciones inverosímiles, pero disfrazadas de cotidianidad. 

Sin embargo, no todo es tan negativo: el diseño de producción, con una Nueva York casi teatral, está bien logrado. La dirección de fotografía de Shabier Kirchner (quien también trabajó en Past Lives) es impecable y aporta algo a la tonalidad del film. Pero esto no logra compensar las debilidades del guion ni la dirección poco inspirada de Song. 

En síntesis, la película es un drama romántico emocionalmente insustancial, infantil, sin alma, repetitivo, y condenado a quedar a la sombra de Past Lives. Una propuesta olvidable que lamentablemente no despierta ningún interés por seguir los siguientes trabajos de su directora.

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