
Entre el dicho y el hecho: disonancia cognitiva en cultura
Una mezcla de promesas de cambios estructurales, altas expectativas por parte del sector y una gestión lenta —por decir lo menos—, han sido algunos de los elementos que pueden explicar parte del malestar.
Hace unas semanas, el Sindicato de Actores y Actrices de Chile (SIDARTE), una de las asociaciones más influyentes de trabajadores del sector cultural, publicó un duro comunicado manifestando su “rechazo y molestia ante la omisión del Estatuto del Trabajador Cultural” en la última Cuenta Pública del actual presidente. En su declaración se preguntaban: ¿Qué política pública nos hereda al sector laboral escénico este Ministerio que prometía avances (…)?”.
A propósito de lo mismo, el presidente de Creaimagen, organización de artistas visuales, Arturo Duclos, señaló: “En un gobierno de salida, el ‘progresismo’ está dejando abandonado al sector cultural. El Presidente y el Ministerio de las Culturas están bajando las cortinas y apagando la luz, dejando muchos proyectos inconclusos”.
¿Acaso el presidente no se refirió a cultura en su Cuenta Pública de este año? Al contrario, durante varios minutos habló del tema, dedicando mucho más espacio de lo que es habitual en estos casos. Lo mismo que en años anteriores. De hecho, a propósito de los trabajadores culturales, en ésta oportunidad enfatizó que la cultura era justamente, además del “espíritu de un pueblo”, un trabajo. “Invertir en Cultura —dijo el mandatario— aunque algunos crean que es algo poco deseable o accesorio, también crea empleos y oportunidades para quienes deciden dedicar su vida al arte”.
Además, el Presidente se muestra cercano al mundo artístico, inaugura o cierra actividades del Ministerio de las Culturas. Se deja ver leyendo, asiste a obras de teatro, conciertos, se junta con músicos y artistas, entre otros varios gestos que podrían denotar interés y cercanía.
¿Cómo se entiende entonces la molestia del sector? Quizás el concepto de disonancia cognitiva nos ayude a explicar la situación. En términos simples se refiere al malestar que se produce ante la tensión evidente entre lo que se dice y lo que se hace.
Revisemos algunas de las promesas de campaña (lo que se dice) y su nivel de cumplimiento (lo que se hace):
Estatuto del trabajador cultural
En el programa de gobierno de Gabriel Boric, se incluía la promesa de generar, en diálogo con “sindicatos, gremios y trabajadores” un Estatuto del trabajador cultural. Es decir, un marco normativo que permitiría mejorar las condiciones laborales de los creadores. Tras la pandemia había quedado en evidencia las difíciles condiciones en las que estos se desempeñaban y el programa acertadamente había recogido un problema que, hasta el momento, no había estado presente como tema de política pública en ningún gobierno anterior.
Al final del primer año de su administración (2022), se realizaron encuentros con los distintos agentes culturales, de hecho, parte de ellos justamente se hicieron en la sede de SIDARTE. El Presidente Boric, destacó estos diálogos en su cuenta pública del 2023, indicando que esperaba que el estatuto viera “la luz prontamente”. Sin embargo, solo los resultados de los encuentros fueron entregados recién en mayo del 2024, más de un año después. En esa oportunidad se anunció la creación de un Comité Interministerial que, a su vez, tenía seis meses para hacer una propuesta de cómo llevar a cabo el mentado estatuto, lo que sería noviembre del año pasado, pero esto no pasó.
El incumplimiento es tanto más evidente ante el hecho que el candidato presidencial del Frente Amplio para las primarias de este domingo, Gonzalo Winter, incorpora en sus propuestas la aprobación de un “Estatuto del Trabajador Cultural” quedando de manifiesto que ya se renunció a lograrlo en este periodo.
¿Quiere decir que no se ha avanzado? No necesariamente. Se implementó un programa de fortalecimiento del trabajo cultural, que entrega asistencia a este grupo de trabajadores, que sin duda es un aporte bien encaminado, pero está lejos de ser un marco normativo como se esperaba y había prometido.
El 1 % para cultura.
No hubo cuenta pública en la que el Presidente no se refiriera a la principal promesa de su gobierno en esta materia: llegar al 1% del gasto público para cultura. En el primer presupuesto donde pudo intervenir, el MINCAP creció un 18%, cifra no menor para cualquier cartera, pero lejísimo del incremento que se necesitaba. Al año siguiente el aumento fue más modesto (7%) y faltando solo dos procesos presupuestarios antes del fin del gobierno, la medida se entendió por perdida. Sin embargo, lejos de moderar las expectativas, el Presidente Boric, insistió. Lo hizo en la cuenta pública de 2024: “Mantengo a firme, la decisión de avanzar durante nuestro mandato al 1% de presupuesto en cultura”. También en la inauguración del Mercado de Industrias Culturales del Sur (MICSUR): “Estoy empeñado en que este año aumentemos del orden del 60 % el presupuesto para el MINCAP para llegar durante nuestro periodo de gobierno al 1%”. Incluso por cadena nacional, de manera inédita, cuando informaba a la Nación de los énfasis del gasto estatal para 2025, nombró entre las prioridades el crecimiento de esa cartera.
Finalmente, el presupuesto 2025 creció un 45%, pero el alza no respondía solo a nuevos recursos, sino que a una reorganización de las partidas, sumando al MINCAP los montos de programas que se venían haciendo en otros ministerios. Lo que en términos reales significaba solo un aumento del orden de un 25%.
Con todo, el presupuesto del Ministerio en cuestión sin duda ha crecido, y de manera sustantiva si lo comparamos con otros gobiernos, pero ¿cuánto falta para llegar a la meta que el Presidente comprometió con tanto ahínco? La mitad, puesto que hoy solo se ha alcanzado el 0,5% del gasto público.
La agenda legislativa cultural
Los compromisos que significaban procesos legislativos en el programa de gobierno eran, al menos cuatro: una ley de Artes Visuales, una ley que creara un Sistema Nacional de Financiamiento Cultural que se planteaba “junto con el Estatuto del trabajador”, una de Archivos y una nueva ley de patrimonio cultural. De todas ellas solo la última se activó, recién a fines del tercer año. Respecto del resto no ha ingresado ningún tipo de iniciativa al Congreso.
Por su parte, la idea de un nuevo sistema de financiamiento, otro de los grandes cambios estructurales que se proponían, respondía a la reiterada demanda del sector de contar con instrumentos distintos a los fondos concursables, la llamada “desfondarización”. Como dijimos, no existe proyecto de ley relacionado. En este caso también Winter incorpora en sus propuestas de campaña una nueva “Ley de Financiamiento Cultural”, haciendo aún más evidente el incumplimiento.
Pese a todo, se ha consolidado durante este periodo el Programa de Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras (PAOCC), el que es una herramienta distinta que está siendo muy importante para el desarrollo cultural en todas las regiones. Pero, el que no haya sido un cambio legislativo despierta el temor de su continuidad.
Es preciso decir, además, que aunque lo comprometido en el programa no avanzó, otros proyectos legislativos importantes fueron ingresando: como la ley de Artesanía, la que estimula la inversión extranjera en el audiovisual y la ya promulgada nueva ley de Premio Nacional de Literatura que recupera la anualidad de este reconocimiento.
Aún queda algo de tiempo para realizar el balance final, y son muchos más los elementos que deberán entrar en el análisis, pero el malestar está instalado hace un buen rato. Una mezcla de promesas de cambios estructurales, altas expectativas por parte del sector y una gestión lenta —por decir lo menos—, han sido algunos de los elementos que pueden explicar parte del malestar. Pero, con lo importante que es hablar de cultura, sobre todo por parte de un presidente, lejos de morigerar la molestia solo la ha aumentado al evidenciar la brecha entre lo dicho y lo hecho.
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