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“La madre de Tarapacá”: la novela “Claudina” sobre el teatro de las salitreras CULTURA|OPINIÓN Crédito: Memoria Chilena

“La madre de Tarapacá”: la novela “Claudina” sobre el teatro de las salitreras

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Gabriela Aguilera Valdivia
Por : Gabriela Aguilera Valdivia Escritora y tallerista.
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El rescate de la memoria en las realizaciones teatrales obreras (con claros objetivos políticos), da cuenta de lo que se vivió en las oficinas, el desierto, la ciudad de Iquique. Acompañan la narración fotografías de los programas y avisos publicitarios de diarios pampinos.


El rescate de la historia y la memoria se da a partir del testimonio, el espacio geográfico, las artes, el legado familiar y cada uno de los elementos contenidos en nuestra cultura. Todos los ciudadanos somos potencialmente rescatistas de nuestra historia y memoria personal y/o colectiva.

La novela de Sergio González Miranda, sociólogo iquiqueño y Premio Nacional de Historia, recupera parte de la memoria del pasado salitrero del norte grande, que es patrimonio de todos los chilenos. Sabemos de esta historia a través de los libros, las películas y las teleseries. También, como en mi caso, por la historia familiar de abuelos y bisabuelos pampinos. Sin embargo, la perspectiva elegida por Sergio González Miranda pone al lector en un nuevo escenario, término ad hoc en este caso.

Esta novela empezó a escribirse en la década de los 80 y siguió el proceso personal de su autor, inmerso en el tiempo dictatorial pinochetista. Narra la historia de Claudina del Carmen Morales Pavéz, también conocida como Claudina de Codocedo, “la madre de Tarapacá”. Una actriz y directora de teatro que ejerció como tal en la primera mitad del siglo XX, una mujer que derribó límites y traspasó artísticamente los territorios creativos, llevando adelante además, una lucha política y una lucha de género.

El libro, que contiene algunas fotos, se estructura sobre una base capitular propiamente novelesca y ficcional, que recoge la vida de Claudina y su quehacer, fijadas en los hechos que se desencadenaron luego de la matanza de la Escuela Santa María, en Iquique.

Se trata de quince capítulos marcados con números romanos. Se intercalan con once apartados, que se diferencian a través de las letras del alfabeto. Capítulos y apartados llevan un título y tienen, unos y otros, una función diferente. Mientras los capítulos muestran a Claudina y su devenir, en los apartados el autor se convierte en un protagonista e investigador que testimonia el trayecto que recorrió su escritura y tributa a quienes le proporcionaron la data.

En estos últimos, incluso, el autor inserta conversaciones que sostuvo con quienes conocieron a Claudina. Entre estas personas, se encuentra la tremenda escritora chilena Virginia Vidal, que justamente escribió lo que podría considerarse novelas históricas y además, innovó en el campo de la microficción.

El autor investigó hechos y conexiones y nos regala datos sorprendentes, de manera que el libro consigue envolver seductoramente y hacer vívida una época convulsa, en la que se cimentó la fortaleza de las luchas obreras. Luis Emilio Recabarren, Elías Lafferte, Víctor Cruz, Belén de Sárraga y Teresa Flores, cobran vida ante nuestros ojos aunque no sean ellos los protagonistas de la novela.

Se levantan en la narración porque fueron fundamentales en las decisiones que tomó Claudina y están indefectiblemente unidos al curso de los acontecimientos que marcaron el norte grande en esa primera mitad del siglo XX.

El rescate de la memoria en las realizaciones teatrales obreras (con claros objetivos políticos), da cuenta de lo que se vivió en las oficinas, el desierto, la ciudad de Iquique. Acompañan la narración fotografías de los programas y avisos publicitarios de diarios pampinos, invitando a los espectadores a acudir al teatro a ver las funciones por un módico precio.

Asimismo, la novela muestra el sistema del “enganche” de trabajadores, las condiciones de vida del obreraje salitrero, las matanzas que se sucedían una tras otra, el desarrollo de la prensa obrera, los primeros esfuerzos de un movimiento feminista obrero, el activismo anticlerical, el nacimiento del partido comunista de Chile, el trabajo político de Recabarren, el auge y caída de la explotación y comercio del salitre. Y los artistas, que de manera constante e ingeniosa, lograban llevar a cabo las representaciones teatrales, literarias y musicales, a través de la cuales formaban y educaban políticamente a las comunidades en las que se insertaban.

Interesante es la aparición de ciertos personajes propios de esta realidad, como los patizorros, los particulares, las cantineras y libreteras. Uno de los llamativos es el enganchador, un tipo que recorría el país por cuenta de los dueños de las salitreras pintando la realidad nortina como el paraíso económico. Su fin era conseguir mano de obra y se mostraba como alguien exitoso, bien vestido, que contaba con un salario envidiable.

Cuando lograba que los hombres enganchados llegaran a su destino, desaparecía para siempre, dejándolos a merced de sus nuevos patrones. Por sus características, podemos calificar este sistema como una forma de esclavitud legalizada: se pagaba en fichas que solo tenían valor de cambio en la pulpería de la propia oficina, los trabajadores no podían irse cuando querían transformándose así en propiedad, los administradores les marcaban deudas enormes que nunca terminaban de pagarse…

La muerte era el final temprano para estas personas, ya sea por accidentes propios de la faena como caer en un cachucho, por suicidio con el clásico tiro de dinamita, por asesinato, enfermedad o porque los guardianes de las oficinas decidían dispararles. No había justicia que valiera.

En esa realidad terminó de crecer Claudina, trasplantada del sur. Se casó, fue madre, sufrió lo que casi todas las mujeres pampinas sufrieron con las enfermedades, las pérdidas, el hambre y el clima.

Hay algunos eventos en los que el autor se la juega en la construcción de imágenes impactantes que permanecen, como por ejemplo, Claudina de pie en los rieles del tren enfrentándose a la máquina que parecía que no iba a detenerse y que la arrollaría implacablemente. Claudina iluminada por los focos de la locomotora, Claudina triunfante en el momento en que la máquina es detenida entre chispas por el conductor, a escasos centímetros de su cuerpo. Como esta imagen hay muchas más, inolvidables, intensas, épicas.

El libro se cierra con un epílogo que evidencia la complementariedad de capítulos, apartados e imágenes, como un corolario preciso a la vida de esa mujer magnífica que fue Claudina Morales Pavéz.

Gran novela, de lectura urgente.

Como otras que impiden que olvidemos nuestra historia y perdamos nuestra identidad.

Ficha técnica

”Claudina Teatro, amor y revolución en la pampa salitrera”, novela, Sergio González Miranda, Pampa Negra Ediciones, Biblioteca de Literatura Nortina, 2025, 215 pp.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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