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Monumento a Gabriela Mistral: el arte de improvisar CULTURA|OPINIÓN Crédito: MOP

Monumento a Gabriela Mistral: el arte de improvisar

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Óscar Plandiura Viera
Por : Óscar Plandiura Viera Escultor, licenciado en Artes de la U. de Chile y maestro en piedra de la Escuela Nacional de Artesanos. Creador de la escultura de Víctor Jara.
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Este improvisado concurso es la guinda de la torta de lo que, para algunos, es una desastrosa y para otros, una irrelevante gestión cultural, del Gobierno de Gabriel Boric.


El pasado jueves 30 de julio se dio a conocer la propuesta ganadora que tenía como objetivo levantar un monumento a Gabriela Mistral, obra que se sumará a la polémica renovación del eje Alameda-Providencia. Una iniciativa que tiene una inversión estatal de $26 mil millones y que fue promovida con perseverancia y entusiasmo por el gobernador Claudio Orrego, desde el tiempo que era intendente de Santiago.

Cabe consignar que la propuesta elegida ha generado amplio rechazo y burlas generalizadas en redes sociales. Se llama Lucila y se trata de una instalación de dieciséis prismas verticales de acero, alineados uno junto a otro, con caras planas de sección cuadrada recubiertas en aluminio bruñido. Cada prisma sostiene fragmentos de cuatro retratos impresos de forma digital de la poetisa.

Las principales críticas que se le hacen a esta dudosa propuesta estética apuntan a la similitud con un panel publicitario, parecido a los de “CANON” y “WOM” que están en el sector.

De esta manera, aunque puede resultar discutible que se trate de una escultura, se eligió la única propuesta, de las diez que llegaron, que podía ejecutarse antes que el Presidente Gabriel Boric entregue la banda presidencial. Esa es la verdad.

Una impresión digital, queriendo pasar por escultura, deja en evidencia la gestión amateur de quienes hoy toman las decisiones de cómo administrar el espacio público.

Pero hay que ser claro: Chile es un país con una noble tradición de escultores a través de su historia. ¿Pero por qué esta dudosa propuesta estética no da cuenta de aquello?

¿Cuando se jodieron los escultores en Chile?

Resulta una ironía que desde la llegada de la democracia, no existe ninguna escuela de arte seria en Chile. En consecuencia, resulta triste constatar que desde, hace 30 o 40 años, los egresados de estos centros formativos, carecen de las mínimas habilidades para dibujar o modelar una simple figura en greda, y que con dificultad podrían diferenciar un martillo carpintero de un serrucho.

Expresión de lo anterior es que 9 de los 10 proyectos que participaron de la licitación para el monumento a Gabriela Mistral, fueron realizados de forma digital e inteligencia artificial.

Este improvisado concurso es la guinda de la torta de lo que, para algunos, es una desastrosa y para otros, una irrelevante gestión cultural, del Gobierno de Gabriel Boric.

¿Pero qué llevó al gobierno a convocar a este improvisado concurso?

Para tratar de entender las motivaciones que llevaron a convocar a esta rápida licitación a través de mercado público, conviene tener presente que la relación cómplice e inapropiada en muchos casos entre política y arte. Es una realidad compartida por moros y cristianos, siendo un hecho que ha ocurrido en todos los tiempos y en todos los lugares.

En consecuencia, podemos afirmar, sin ambigüedades, que resultaba de perogrullo el uso político y comunicacional que esta joven generación que nos gobierna ha querido hacer de la única Premio Nobel de Literatura que ha dado Latinoamérica.

Ante las innumerables críticas que apuntan a la improvisación y rapidez inusitada en este llamado a licitación, la ministra de Obras Públicas, Jessica López respondió ante los periodistas, sin siquiera ponerse colorada, que “siempre podríamos habernos tomado más tiempo”.

Sin embargo, “nosotros no quisimos tomarnos más tiempo, porque queremos entregarlo nosotros, este gobierno”, indicó de forma errática, queriendo cerrar el tema la secretaria de Estado.

En un ejercicio de ingenua y sincera honestidad, la ministra de Estado reconoció públicamente sin proponérselo, que la razón de fondo de esta licitación “exprés” (que le costará a todos los chilenos trescientos cincuenta millones de pesos aproximadamente),  era tener la oportunidad para que el Presidente Boric pueda lucirse inaugurando la obra, antes de entregar la banda presidencial.

Pero la incontinencia verbal de la ministra Jessica López no se quedó ahí. Más adelante, ante la pregunta por la fecha del retorno de la estatua del general Manuel Baquedano, declaró con imperdonable desprecio: “no tengo idea”. Desconoció que en la última cuenta pública presidencial, el Presidente Boric se comprometió a que volvería a su lugar de origen junto a la estatua de Gabriela Mistral.

Como reflexión final, podemos afirmar que no debería sorprender que la elección de Gabriel Boric, como Presidente de la República, hace casi cuatro años, en un contexto histórico de radicales transformaciones sociales, como el que hoy Chile atraviesa, generó muchas y tal vez exageradas expectativas respecto a la importancia que su Gobierno les asignaría a las artes.

Sin embargo, en estos años la gestión del Ministerio de las Culturas estuvo marcado por los escándalos financieros, la contratación de un número obsceno de abogados, periodistas, sociólogos, compañeros, compañeras y compañeres, junto a la casi total irrelevancia para generar políticas públicas con algún impacto, y que, a a pesar del desfile de ministros en el cargo, lo único que han logrado es darle muy buenas razones para que, en un eventual gobierno de derecha, tal como ya lo han prometido, el Ministerio de las Culturas y el Patrimonio tenga sus días contados.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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