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“Ser a la vez el pez y la pecera” de Cristián Basso: poesía en estado puro CULTURA|OPINIÓN Crédito: Cedida

“Ser a la vez el pez y la pecera” de Cristián Basso: poesía en estado puro

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Luis Caroca Saavedra
Por : Luis Caroca Saavedra Escritor. Autor de “Los esquilmadores” y de “Espesos ríos de tinta”.
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Nos invita al viaje existencial porque es pasado y presente e intuición del futuro. Los versos dialogan de una manera creativa que nos impacta por el detalle de la cotidianidad y la emoción que despierta lo trascendente. Queremos encontrarnos con el misterio.


Los poemas reunidos en Ser a la vez el pez y la pecera, nueva publicación del poeta Cristián Basso, se desarrollan en torno a diversas preocupaciones del ser humano que exigen también la exploración de formas poéticas de distinta especie y origen para que la fuerza de la voz poética recorra, con el sentido abarcador de la palabra, el silencio y el ritmo como ejes importantes de acción, cuyo comienzo, la “entrada”, se inicia con los siguientes versos, entre los cuales destaca el que da título al poemario:

 

Esa obsesión de ser otro sin ser uno

para dejar de ser el que se era,

siendo a la vez el pez y la pecera,

y entre las multitudes ser ninguno.

 

Abandonarse y ser a ras de suelo

lombriz voraz, quemante lombricera

como es el alma cuando traicionera

nos abandona hasta alcanzar el vuelo. (p.21)

 

Lo anterior implica una entrada métrica tradicional que recoge la herencia poética con el propósito de emprender un viaje por distintas experiencias de la intimidad, donde el sujeto se va encontrando con diferentes instancias en las que se descubre una reflexión sobre el acontecer, la historia en común, los estados anímicos que involucran a todos los seres humanos y que trascienden a la idea del aquí y ahora, considerando la experiencia propia como experiencia común.

El libro de Basso es un poemario que va recogiendo en cada uno de sus versos formas creativas distintas y únicas a la vez que repasa la experiencia vital como una necesidad del ser humano de reencontrarse con su mundo interior y con todas las posibilidades que ofrece la intimidad como destino. El detalle de cada verso logra destacar aquellos momentos en que el sujeto poético se vuelve colectivo, pero que también se detiene en los detalles que cohabitan con él.

Temas como el erotismo, el amor, la pasión, la naturaleza, la convivencia con las emociones y el traspaso de estas mismas a disposiciones poéticas diversas, incluso dialógicas, convergen en un ritmo único, distinto, que hacen de esta poesía algo vigente, que, incluso, trasciende a las formas actuales de escribir versos. El poema es, finalmente, el espacio donde el sujeto poético consigue dar vida a la experiencia cotidiana. Veamos un par de ejemplos.

En el poema “La seda del susurro” (p.231), los verbos en imperativo son necesarios para descender al susurro que se requiere para la interpelación, a la suavidad de la palabra y a su sedoso sonido. Se ordena o invita al olvido de cierta irracionalidad, ya que se nos recuerda nuestras heridas:

 

No hables,

baja

a la seda del susurro.

 

Olvida

que un nombre subirá mañana.

 

no sigas parpadeando

el eco del sentido.

 

Todos tuvimos algo que sangramos.

 

Asimismo, entre la riqueza temática de los poemas, aparece la reflexión sobre Babel, es decir, sobre la palabra y el origen de la misma, configurando una atmósfera poética donde el sujeto vive y se cuestiona, pues vive en el silencio, en la palabra y en el habla de la comunidad. No es un sujeto que esta solo, salvo cuando quiere reflexionar sobre su propia existencia. La poesía, finalmente, se transforma en un encuentro del ser humano consigo mismo y con los misterios de su propia vida. Es el caso de “Babel en el cuerpo” (p.123) donde se aprecia la fuerza del destino que aclara la esencia de las palabras, su diseminación por el mundo:

 

Ni el alcohol

ni las figuras del humo

ni el vidrio en la palma de la mano

ni siquiera la multitud

que afuera ama al estío

ni todo el mar anónimo

que tuerce su espalda con preguntas

ni el sangramiento de la fe

que a veces suele desangrarnos

ni el vacío contenido en estas horas

ni esas palabras como moscas muriéndose

ni el estado inconsciente

que las cosas se comen ocultas en los muebles.

Ni los hijos de ninguna parte

que nunca veremos correr por la casa,

ocultarán nuestro sino

de palabras de Babel. 

 

Y en “Escribano de Babel” (p.120) se repite el concepto de la torre bíblica. El comienzo del poema es crucial: “Y este boceto de hombre qué hace / escribiendo obstinado su propio boceto”:

 

Y este boceto de hombre qué hace

escribiendo obstinado su propio boceto,

sumándose al nuevo trazo

a la encrucijada del ojo divino

que apenas lo traza en su vista,

sosteniendo su techumbre

en débiles vocablos.

No sabiendo si es otro, si es otra

o si es su voz una muñeca de trapo

con quien nadie juega

a los fúnebres signos.

 

El poemario, en su conjunto, despliega con autenticidad el llamado de toda gran poesía: encontrarnos con nosotros mismos en el poema. Ser a la vez el pez y la pecera es totalidad y parte, es quien lee y quien escribe: es poesía y poema hablándonos de la experiencia de vivir:

 

Amanecí llagado

sobre un campo de cenizas.

A mi alrededor la muerte cosía

mis costras para hacerse un abrigo,

guiñaba el ojo a un ave de rapiña

que a lo lejos se saciaba.

No me dejes ver el abandono ahora

con los ojos de piedra.

No me hagas llamarte a gritos

si extirparon tus tímpanos.

Espérame al anochecer

en nuestra casa,

prepara café cargado

y un baño caliente

de sales o flores o lunas desteñidas.

Llagado amanecí y no lo sabes.

Amanecí puesto en una caja

que nadie abrirá, salvo tú

cuando no quiera abrazarte.

No me prives, no me pruebes,

no me expongas hoy

al fuego del verano.

 

Nos invita al viaje existencial porque es pasado y presente e intuición del futuro. Los versos dialogan de una manera creativa que nos impacta por el detalle de la cotidianidad y la emoción que despierta lo trascendente. Queremos encontrarnos con el misterio. Su música nos abstrae, nos saca de la vida virtual y nos conecta sensitivamente con lo real que es más que ilusión. Dice en “Transcursos”:

 

El tiempo

araña las puertas.

Quiebro los instantes.

Los ángeles traspasan el cielo.

 

La vida nos obliga a vivir.

 

Y el tiempo

araña y araña las puertas.

 

Cabe destacar las ilustraciones de la artista Clo Guigues, que se intercalan con los versos de Basso, sintonizando como parte de la emoción de los poemas. El trabajo de Guigues traduce percepciones que se representan visualmente. Muestran la esencia de los seres humanos y de las cosas, donde el color y el gesto crean una atmósfera emocional que conmueve, asombra y, a ratos, impacta en consonancia con el efecto que producen los poemas.

Los gestos son movimiento, energía y los seres y las cosas los irradian. Por ejemplo, la figura humana que aparece en la portada del libro (y en la entrada) realiza un gesto de reverencia como si nos invitara a entrar al libro, como si este fuera un hogar, un hogar poético para sumergirse en la precisión de la palabra, en el contundente valor de significados y formas de un manejo verbal que construye intimidades y deseos, donde elementos cotidianos y domésticos apelan a lo esencial: el tiempo, el amor, la muerte.

Es la invitación a un viaje, que explora desde lo más pequeño de la existencia hasta lo más grande de ella, con un lenguaje hábil, a veces nostálgico, siempre desnudo. En definitiva, leer las partes y el todo de este valioso poemario es enfrentarse a la poesía en estado puro.

 

Ficha técnica:

Cristián Basso. “Ser a la vez el pez y la pecera”. Editorial Cuarto Propio, 2024. 252 páginas.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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