CULTURA|OPINIÓN
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Inés Valenzuela Arancibia, in memoriam
El pasado jueves, falleció la escritora y ex presidenta de la SECH, cuyos funerales se hicieron el sábado en el Cementerio Católico. A raíz de su partida, el escritor Ramón Díaz Eterovic escribió unas palabras de homenaje.
Quiero despedirla desde la enorme tristeza que me provoca su partida, pero también desde la alegría de quien tuvo la fortuna de conocerla, de recibir su amistad, admirar su coraje en tiempos difíciles, disfrutar de sus creaciones literarias y sus textos periodísticos.
De recibir muchas muestras de su sabiduría de mujer que se forjó en los rigores de la vida y siempre junto a los libros que tanto amó y a la vida literaria que la unió a dos grandes compañeros Diego Muñoz Espinoza y Franklin Quevedo; y que supo traspasar y compartir con sus hijos Diego y Josefina.
La recuerdo a fines de los años 70’ en alguna tertulia del Taller de Arte Contemporáneo, donde su presencia y la de don Diego fueron un estímulo importante para los jóvenes poetas y escritores que ahí se reunían a leer sus cuentos y poemas.
Una primera muestra de su aprecio y compromiso con la vida y obra de tantos autores que posteriormente tuvo su mayor y más exigente expresión en sus años de presidenta de la Sociedad de Escritores de Chile, donde siempre supo desempeñarse con generosa entrega, gran criterio y no poca paciencia.
Recuerdo su interés y cariño por los entonces escritores jóvenes que llegaban a su bella casa de calle Palqui, convocados por la amistad que los unía al entonces Dieguito, y para quienes siempre tuvo una palabra de estímulo y el ánimo para otorgar certeros consejos sobre lo humano y lo divino.
Recuerdo las inolvidables historias que compartía sobre la vida literaria que le tocó conocer y vivir. Sus anécdotas junto a Pablo Neruda, Juvencio Valle, Homero Arce, Rubén Azócar y tantos otros autores que integraban esa bohemia nerudiana de la que con entera propiedad escribiera Don Diego.
Recuerdo su aporte a la literatura chilena. Su novela “El mundo que tía Paty nos dejó” que recrea episodio de su infancia y adolescencia maulina. Las “Décimas de doña Inés Valenzuela” publicadas con su nombre hace poco más de cinco años, aunque la mayoría de ellas habían sido publicadas en los años 50’ con el seudónimo Marcelina Oviedo. Recuerdo sus importantes trabajos de recopilación y difusión de la lira popular que le valieron el reconocimiento de los cantores y poetas populares.
Muchos recuerdos suyos quedarán en mi memoria y en la de todos los que en estos días la han despedido. Gracias por su amistad y su cariño por Sonia y mis hijos. Descanse en paz querida amiga. De aquí en adelante hablaremos del mundo que Inés nos dejó.
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