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Los escenarios tras el ataque de Estados Unidos a Irán Opinión Foto: U.S. Air Force/AP Photo/picture alliance

Los escenarios tras el ataque de Estados Unidos a Irán

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Alberto Rojas
Por : Alberto Rojas Director del Observatorio de Asuntos Internacionales, Facultad de Humanidades y Comunicaciones, Universidad Finis Terrae. @arojas_inter
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El bombardeo a Irán se suma a un escenario global ya marcado por la guerra en Ucrania, que lleva más de tres años de combates, y por la constante tensión entre China y Taiwán, entre otros. En este contexto, la nueva crisis en Medio Oriente no hace sino multiplicar los focos de inestabilidad.


El bombardeo estadounidense de este fin de semana contra las instalaciones nucleares de Irán –que se sumó a la ofensiva de Israel, iniciada días antes–, ha abierto un abanico de escenarios de alta peligrosidad global.

En primer lugar, el ataque plantea la pregunta sobre cuál será la respuesta de Irán. Las declaraciones del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei –tras el bombardeo–, aludieron a una “respuesta proporcional y devastadora”, lo que abre la puerta a varios cursos de acción. Irán podría optar por golpear directamente las bases militares de Estados Unidos en Irak y Kuwait o las instalaciones que Washington mantiene en Qatar y Bahréin.

Otra opción podría ser dirigir sus represalias contra embajadas estadounidenses o israelíes en Medio Oriente, África, Asia o incluso Europa o, bien, recurrir al sabotaje o al secuestro de ciudadanos occidentales en la región.

La posibilidad más temida sería un bloqueo del estrecho de Ormuz, por donde transita cerca del 20 % del comercio mundial de petróleo; un movimiento que tendría un impacto devastador en la economía global y que sin duda provocaría una represalia aún más contundente de EE.UU. e Israel. De esta forma, cada una de estas acciones podría transformar lo que hoy es un conflicto localizado en una guerra regional de consecuencias imprevisibles.

Un segundo aspecto es el hecho de que el ataque también golpeó la narrativa de fortaleza del régimen iraní y eso podría acelerar su descomposición interna. Las imágenes de destrucción de las instalaciones nucleares, la humillación militar sufrida y la creciente presión económica podrían abrir grietas en el seno de la élite gobernante.

Algunos analistas, como Karim Sadjadpour del Carnegie Endowment, advierten que un sector del propio aparato de seguridad podría empezar a considerar que el liderazgo de Jamenei se ha convertido en un lastre para la supervivencia del Estado.

Este tipo de fractura podría desembocar en un proceso de descomposición similar al vivido por Irak tras la caída de Saddam Hussein (2003) o por Libia y Siria después de la Primavera Árabe (2010-2012). El espectro de una guerra civil en Irán, con sus implicancias para la estabilidad del golfo Pérsico y Asia Central, es hoy un riesgo tangible.

Tercero, paradójicamente, el ataque podría alentar en Teherán la convicción de que solo el acceso a armas nucleares garantizará la supervivencia del régimen. El hecho de que Corea del Norte, pese a ser un Estado paria, no haya sufrido ataques occidentales tras dotarse de un arsenal nuclear es un argumento que podría imponerse en los círculos de poder iraníes.

Aun con sus instalaciones nucleares dañadas, Irán conserva el conocimiento científico y la experiencia de sus técnicos. No puede descartarse que, lejos de abandonar sus planes, el régimen opte por acelerar su desarrollo nuclear en sitios ocultos, o busque el apoyo tecnológico de aliados como Corea del Norte o Rusia a través del mercado negro, aunque esto implique nuevos riesgos y desafíos.

En este complejo escenario, una cuarta consideración es que Israel y Arabia Saudita emergen como los grandes beneficiados. Para el Gobierno de Benjamin Netanyahu, la destrucción de las instalaciones nucleares iraníes constituye un triunfo estratégico. La ofensiva refuerza la imagen de Israel como la potencia regional capaz de actuar preventivamente y de alinear a EE.UU. detrás de sus objetivos de seguridad.

Para Arabia Saudita, el ataque supone el debilitamiento de su gran rival político y religioso en la región, y la apertura de un espacio para consolidar su influencia. La coincidencia de intereses entre Israel y Arabia Saudita en este episodio podría acelerar las negociaciones para formalizar una alianza que hasta ahora se había manejado con prudencia, creando un frente común respecto de Teherán.

Finalmente, el impacto sobre el sistema político internacional no puede subestimarse. El bombardeo a Irán se suma a un escenario global ya marcado por la guerra en Ucrania, que lleva más de tres años de combates, y por la constante tensión entre China y Taiwán, entre otros.

En este contexto, la nueva crisis en Medio Oriente no hace sino multiplicar los focos de inestabilidad y aumentar el riesgo de que los grandes conflictos regionales terminen conectándose. Rusia podría aprovechar la situación para desviar la atención internacional de sus actos en Ucrania, mientras que China observa con alarma cómo una escalada en el golfo Pérsico podría amenazar sus intereses energéticos y comerciales.

El orden internacional, ya deteriorado, parece encaminarse hacia un desorden aún mayor, en el que la fuerza prima sobre el derecho y el peligro de un enfrentamiento directo entre grandes potencias se hace cada vez más real.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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