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Necrospectiva: el culto a Jaime Guzmán Opinión

Necrospectiva: el culto a Jaime Guzmán

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Javier Agüero Águila
Por : Javier Agüero Águila Dr. en Filosofía. Centro de Formación Integral, Universidad de los Lagos
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(Sobre la respuesta Renato Cristi a Hugo Herrera)


Es difícil estar en desacuerdo con lo que señala el profesor Renato Cristi en su reciente columna escrita en este medio y que titula “Guzmán según Hugo Herrera” –respondiendo al texto de este último, también publicado por El Mostrador, “La ley de Jaime Guzmán–. Su escritura es fundada, rigurosa, intelectualmente de nivel y da la razón, salvo, cuando señala que “Hugo Herrera es, sin duda alguna, el más serio, ilustrado e inteligente intelectual de derecha en la actualidad”. Pienso que en este punto Cristi confunde todo lo anterior con “influencia”. No se desestima ni cuestiona en esta breve nota la carrera y calidad que puede tener el trabajo de Herrera, así como su activo rol en el debate público, pero decir que es el más importante de los intelectuales de derecha, es desproporcionado. No son muchos, pero los hay mejores y aunque las distancias con su pensamiento, para mí, sean insalvables, creo que al día de hoy Daniel Mansuy es quien cumple mejor con la descripción del profesor Cristi. Y esto es porque Mansuy es más sobrio, comete menos errores y su ideario intelectual y político es más cauto. Algunos se preguntarán qué pasa con la derecha liberal representada por Carlos Peña, sin embargo, la verdad es que Peña no es un sujeto con una obra sobresaliente. Por más que saque dos libros por año, lo suyo es la indicación moral y ser el fuego mercurial que incendia las cuñas de las y los políticos de derecha de todos los sectores. De Kast a Kast (del evópoli al republicano) se cita a Peña como si fuera un evangelio, uno dominical.

Ahora, el problema de Hugo Herrera, creo, es que en ocasiones es tosco en su afán de mover subjetividades a favor de su sector, sobre todo cuando sus juicios han sido, no en una sino en varias ocasiones, al menos, apresurados y definidos por urgencias electorales que le restan “pedigrí” académico a sus argumentos y lo trasladan al efectismo de la propaganda. Como cuando trató al presidente Boric de “pequeño dictadorcillo” (no soy devoto en ningún caso de Gabriel Boric pero, dictador, de plano, no es). O en otro escrito en el que señalaba, a propósito de Jannette Jara, que “Lenin fundó la policía secreta soviética, es responsable del asesinato de cientos de miles de seres humanos […] Validó la ‘dictadura del proletariado’ […] ese es el credo suscrito y afirmado por Jara. ¿Cómo confiar en ella y su izquierda?”. Afirmar esto es desconocer, casi arbitrariamente, que los muertos en la historia de Chile los carga la oligarquía en complicidad sempiterna con los militares, no el Partido Comunista; conglomerado por el que tampoco profeso ninguna adhesión pero, en el caso chileno, no es culpable de ningún crimen, y menos de Lesa humanidad como sí lo arrastra el sector que defiende Herrera ¿Habrá que recordar la matanza de la escuela de Santa María de Iquique en la que se cuentan entre 2.200 y 3.600 asesinados (elmercuriodigital.es, 21 de diciembre de 2007) ¿O a los casi 70 mil mapuches que fueron exterminados por el Estado chileno durante el genocidio cínicamente denominado “Pacificación de la Araucanía” en el siglo XIX? (Asociación de Investigación y Desarrollo Mapuche e INDH, 2016) Y, por cierto, ¿La de los miles de muertos, desaparecidos, descuartizados, arrojados al mar, mujeres violadas, incluso niños asesinados y desaparecidos en la dictadura de Pinochet? Entre tantos otros momentos en la historia de nuestro país en el que la derecha, de nuevo, en contubernio atávico con el ejército acabó con la vida de cientos de miles.

Y ahora Hugo Herrera y su entronización de Jaime Guzmán como el Aleph de las derechas.

Es lo que nos interesa en esta columna, es decir, la forma en que el académico sacraliza a todo orden la figura del asesor de Pinochet ubicándolo, tal como él mismo señala que lo hacen sus actuales seguidores de todas las variantes derechistas, como un taumaturgo inalcanzable que debería no solo destilar sentido a una derecha que se disputa su herencia y tiende al fratricidio por ser la representante –“legítima”– en la tierra, del ánima del abogado; sin duda una figura central en el teatro del horror de la dictadura y que devino el espíritu de la ley de una tiranía brutal. 

Así, Guzmán, logró cristalizar toda su vocación franquista-subsidiaria-hipercristiana en un documento espurio que hasta el día de hoy –y que ni siquiera la Revuelta más grande que ha conocido la historia de Chile, al menos en los siglos XX y XXI, pudo superar– rige con más o menos reformas estético-capilares los destinos de un país y el sentido común diseminado en una subjetividad colectiva que sí, es cierto, clama por más y más seguridad y crecimiento económico. Esto viene a ser la actualización 2.1. del abyecto relato dictatorial que suponía la salvación de Chile del cáncer marxista y la urgente restitución del poder oligárquico que pactaba con los militares repartiéndose el botín y la administración de un país (ahora en su versión neoliberal químicamente pura).

Solo un punto para cerrar. Herrera escribe en su columna que “Vuelta la democracia, vuelve Guzmán a ser un demócrata liberal”. Esto, que parece propio de una opereta bufa, resiste muy poco análisis. Primero ¿cuándo Guzmán fue un demócrata liberal si solo supo adorar al líder y a los símbolos del fascismo español en su versión militar-monárquica y, por otro lado, asfixiar todo asomo de fuga de su galaxia castrense enquistada en la subsidiaridad del Estado influyendo, ahora, desde su nuevo refugio gremialista? En esta perspectiva, bien vale recordar que consultado por la DINA por su participación en el grupo de ultraderecha “Patria y Libertad”, Guzmán respondía: “[…] para derrotar al marxismo fui capaz de aliarme con el fascismo” (Carpetas de la DINA, 1976-1978).

Conocida es igual esta perla de la “democracia liberal” escrita en las actas de la “Comisión Ortúzar” encargada de redactar la Constitución de la dictadura: La madre debe tener el hijo, aunque este salga anormal, aunque no lo haya deseado, aunque sea producto de una violación o, aunque de tenerlo, derive su muerte” (1974).

“Anormalidad” (clásico aforismo biologicista-racial); “No deseado” (imposición fálica del patriarcalismo que supuso desde siempre ver a la mujer como el gran subalterno de la historia); “Aunque sea producto de una violación” (expresión del sadismo resultado de la mezcla entre catolicismo extremo y la capacidad faraónica de decidir entre la vida y la muerte); “[…] aunque tenerlo, derive su muerte” (forma folclórica de las oligarquías conservadoras cristianas de indicar, de nuevo, que la mujer es un cuerpo maquinizado para la reproducción y cuya existencia es secundaria). 

Vaya demócrata liberal.

El punto es que, al final, Hugo Herrera también se disputa el “legado de Guzmán”; del mismo modo que todos sus discípulos. Y aunque sin una gran obra intelectual pasó a la historia como el gran “genio” que, desde un lugar espectral, le sigue hablando al oído a las derechas, gestionando sus disputas y acelerando su descomposición en “necrospectiva”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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