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Bolsonaro de primera mano: 15 claves para comprender su triunfo Opinión

Bolsonaro de primera mano: 15 claves para comprender su triunfo

Francisco J. Leturia
Por : Francisco J. Leturia Profesor Derecho UC, Abogado, Doctor en Derecho
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Una de las cosas más llamativas e interesantes del mandatario electo de Brasil es su pragmatismo, y su acercamiento al Presidente Sebastián Piñera lo demuestra. Su abandono de ideas estatistas para adherirse al liberalismo, también. No posee mayoría en el Congreso, por lo que tendrá que llegar a acuerdos con muchos partidos, de sensibilidades muy distintas, para sacar adelante sus proyectos, lo que, de paso, garantiza cierto nivel de estabilidad y moderación. Por la misma razón, evitará sus «italianadas», como lo ha hecho ya desde hace algún tiempo. Sabe que la Presidencia no es el lugar para frases propias de cuartel militar o de patio de colegio de hombres.


Hace poco más de un año, estando en Brasil, me di cuenta de que la candidatura de Lula no iba a prosperar. El descontento general era notoriamente mucho mayor al señalado por las encuestas y cuando su condena de 12 años de cárcel por corrupción fue confirmada por la Corte Suprema a principios de este año, no me cupo duda que Brasil estaba en un momento muy especial de su historia.

Entonces, por medio de amigos en común conocí a los Bolsonaro. Una familia sencilla, alegre, bromista, muy interesada en conocer los cambios que habían permitido a Chile llegar a diferenciarse, tan notoriamente, del resto de los países de la región. En esa época, casi nadie hablaba de ellos y, cuando lo hacían, era para repetir 3 o 4 clichés, que nada tenían que ver con las coordenadas y tensiones que yo veía en Brasil.

Entonces supe que, a fin de año, buena parte del mundo iba a necesitar entender quién era Jair Bolsonaro y por qué había ganado las elecciones. Con ese plan, les propuse acompañarlos, como testigo libre, 3 semanas de campaña y publicar antes de Navidad un libro que se titularía 20 días con Bolsonaro. El proyecto no prosperó, entre otras razones, porque el candidato fue acuchillado y pasó más de un mes hospitalizado (todavía no recibe el alta). La descripción de curaciones y ejercicios de kinesiología no permitía hacer un «best seller».

Sin embargo, sigue siendo interesante entender las claves de contexto que explican cómo y por qué sucedió todo esto. Algo que nunca vi hacer al grueso de los analistas y medios de comunicación, que no salieron de los 3 o 4 clichés (las frases señuelo) y omitieron referirse a la compleja realidad que haría decidir a los brasileños.

Intentaré dar algunas pistas para entender la elección brasileña.

1.- Brasil esta en crisis: política, económica, moral

El ex presidente Lula esta preso. La ex presidenta Dilma Rousseff fue destituida y ni siquiera fue electa senadora, pese a ir en un distrito protegido. El actual mandatario tiene una popularidad del 5%, lo que no es difícil con 13% de cesantía, crecimiento económico negativo, altísima criminalidad, donde 20 de las 50 ciudades más peligrosas del mundo son brasileras y las tasas de homicidios son mayores que las existentes en la Colombia de Pablo Escobar. El cuadro lo corona la revelación de un complejo engranaje de corrupción, de dimensiones hollywoodenses, como bien retrata la serie de Netflix «O mecanismo».

2.- La desesperación ciega: el PT perdió la brújula

Todos sabemos que la inteligencia e incluso el sentido de realidad se ven afectados por el estrés, la ansiedad y la angustia. En el caso del PT, es la única explicación que puedo ver para la magnitud y persistencia de sus errores. Por ejemplo, el intento de Dilma de nombrar ministro a Lula, a último minuto, para darle inmunidad y evitar que enfrentara a la justicia, no fue una maniobra elegante. Postular a la presidencia a una persona condenada y encarcelada por corrupción, con prohibición legal de ser candidato, tampoco pareció estratégico. Verse obligado a reemplazarlo a última hora, por orden de los tribunales, por alguien desconocido y poco carismático, no fue prometedor.

Que el día siguiente de la primera vuelta Fernando Haddad fuera a visitar a Lula a la cárcel, regaló a sus opositores una bala de oro: «Fue a pedir instrucciones al patrón», como si el PT fuera una organización criminal, que sería dirigida desde la cárcel, como en las películas. Una visita del todo innecesaria.

Lo mismo con la campaña negativa llamada «Él no». Aunque Bolsonaro solo tenía 8 segundos de franja televisiva frente a varios minutos de los demás, todo el despliegue de sus oponentes giró en torno a él, repitiendo exactamente el mismo error ya cometido por Hillary Clinton. «Él no» (o «never Trump») es una estrategia débil, si no se es capaz de proponer una alternativa razonable. ¿Votar por Haddad? No iba a funcionar.

3.- El episodio del «Kit gay»

Fernando Haddad fue conocido en el mundo como el candidato de reemplazo de último minuto del PT, luego que los tribunales confirmaran que la ley «ficha limpia» promulgada por el propio Lula estaba vigente y le impedía ser candidato. Pero en Brasil fue conocido antes como el ministro de Educación que promovió el polémico «Kit gay»: un material escolar extraordinariamente didáctico, para niños de 5-7 años, que promovía la tolerancia sexual, la libertad de género y la aceptación de diversas prácticas sexuales. En un país mayoritariamente conservador, evangélico y cristiano, con alta población rural, el desastre fue total. El «Kit gay» fue retirado de circulación.

Bolsonaro llamó «canallas» a los que lo habían promovido, sumó el apoyo expreso del mundo evangélico y la simpatía, probablemente, de buena parte del país. Intentar forzar cambios culturales, imponiendo las creencias de las élites al «electorado ignorante», ha sido un error no forzado ya cometido demasiadas veces.

El «kit» fue, naturalmente, un tema central de la campaña y le permitió a Bolsonaro aclarar que su gobierno no afectaría en nada a los gays y sus libertades. «Quiero que hagan su vida y sean felices y respetados, pero ideología de genero con niños en las escuelas, eso no».

4.- Los Brasileños admiran y respetan a sus militares

Los militares son, por lejos, la institución más respetada del país. Además, siempre han estado ligados al gobierno y a la política. De hecho, en el actual gabinete hay varios. A diferencia de lo que pasó en otros países, las dictaduras brasileñas mantuvieron el Congreso en funciones, tuvieron una buena gestión económica y no fueron condenadas por violaciones a los Derechos Humanos. Por eso, la gente los vota cuando postulan a elecciones, especialmente en épocas de crisis e inseguridad.

Una buena prueba del peso e influencia que aún conservan los militares, es que las leyes les permiten postular a cargos de elección popular estando en servicio activo. Y no es infrecuente que lo hagan. Por eso, cuando Bolsonaro dice que pondrá militares en ministerios y a cargo de escuelas, simplemente gana votos, algo que en Chile sería impensable.

Para la mayoría de los brasileños, son una buena noticia, causan tranquilidad y no temor. Un antecedente adicional: los actuales militares brasileros no son golpistas. Por tanto, el de Bolsonaro será un gobierno institucional, con militares en cargos relevantes. Volvió a enfatizar este punto en su discurso de triunfo.

5.- Brasil es Brasil, nunca dejará de serlo

Con lo poco que hemos dicho, ya se percibe que a Brasil hay que entenderlo desde sus propios códigos culturales. Lula fue un obrero que llegó a la Presidencia; Bolsonaro, un capitán en retiro ex paracaidista, ha sido diputado por 29 años, ha militado en 9 partidos, lleva 3 matrimonios y habla cómodamente de su vasectomía en TV. Además, se besa alegremente con los rostros del mundo gay. ¿Pasaría algo de eso en Chile?

El primer marido de Dilma Rousseff, secuestró un avión de pasajeros y lo llevó a Cuba, en un acto con claros fines terroristas. Ahora vive en México. Lula dio una larga entrevista a Playboy el año 1979, donde contó con detalles su iniciación sexual y confesó que, en algunos aspectos, admiraba a Hitler. Y cuando ya el muro de Berlín estaba derrumbado, inauguró el «Foro de Sao Paulo», donde participaron activamente el propio Lula, Cristina, Evo Morales, Maduro, Rafael Correa, los Castro, entre otros. Todos ellos, hoy caídos en desgracia.

Con ello quiero decir que ningún fenómeno brasileño puede ser traducido con lógica extranjera. Ni europea, ni gringa, ni chilena siquiera. Nosotros, por ejemplo, somos mucho menos coloridos, más contenidos y proclives al doble estándar. Ser brasileño significa convivir con otros niveles de desmesura, mayor espontaneidad y libertad sexual, invocaciones a Dios, mezcla de razas, valores familiares y carnaval. Brasil va a seguir siendo Brasil y ningún presidente tiene poder para cambiarlo. Mucho menos en el marco de una democracia constitucional, con minoría parlamentaria.

6.- Más cerca de Clint Eastwood que de Trump

Muchas personas ilustradas se quiebran la cabeza sin entender cómo el 55% de los brasileros pudo preferir, libremente, al «Trump brasilero». Pero Bolsonaro se acerca más a un personajes de Clint Eastwood que al Presidente de Estados Unidos. Duro, intrépido, de pocas palabras, amante de la ley y la justicia, implacable con los delincuentes, y con un dejo sentimental. En el Brasil de hoy mucha gente derechamente prefiere un hombre de ese perfil.

Pero más allá de eso, me atrevo a aventurar una reflexión: por muchos esfuerzos que se hayan hecho por establecer un mundo light, sin oscuridades, donde todo sea respeto y nadie juegue fuerte, la realidad se encarga de devolvernos, por una u otra vía, a nuestra naturaleza de luces y sombras. En el mismo mundo donde todos tenemos cautela de decir un piropo o que nos tilden de machistas, millones de mujeres fantasean con 50 sombras de Grey, las narcoseries fascinan, el humor que más da risa es a veces «inapropiado»… y los brasileros, votan a Bolsonaro.

[cita tipo=»destaque»]Una buena prueba del peso e influencia que aún conservan los militares, es que las leyes les permiten postular a cargos de elección popular estando en servicio activo. Y no es infrecuente que lo hagan. Por eso, cuando Bolsonaro dice que pondrá militares en ministerios y a cargo de escuelas, simplemente gana votos, algo que en Chile sería impensable. Para la mayoría de los brasileños, son una buena noticia, causan tranquilidad y no temor. Un antecedente adicional: los actuales militares brasileros no son golpistas. Por tanto, el de Bolsonaro será un gobierno institucional, con militares en cargos relevantes. Volvió a enfatizar este punto en su discurso de triunfo.[/cita]

Una señal de que lo que puede estar fallando no sea la realidad ni la democracia, sino un falso ideal de lo que realmente nos atrae. Especialmente en un país desesperado, ser machista no es más grave que ser corrupto. De hecho, probablemente muchos de nosotros, puestos en la disyuntiva, antes que tener un jefe progresista pero déspota, preferiríamos uno «bien momio», pero honesto y apoyador.

7.- Los empresarios no estaban con Bolsonaro

Hay un chiste común en Brasil en que, en su primer día de trabajo, el nuevo empleado dice: «Qué feliz estoy, siempre quise trabajar en una empresa corrupta». El jefe le pregunta: «¿Por qué sabe usted eso?». Y el nuevo funcionario responde: «Obvio, porque está funcionando».

Con los niveles de corrupción existentes en Brasil, se puede presumir que buena parte del empresariado ha incurrido en prácticas indebidas. Era normal que tuvieran miedo de una «razia bolsonariana» y no apostaran por que su candidatura tomara vuelo. Las ideas libremercadistas, por sí mismas, nunca han sido un buen anzuelo para los empresarios, especialmente acostumbrados a pactar cuotas y barreras de entrada, subsidios y legislaciones favorables. Todo lo que es «O Mecanismo».

Sin embargo, los inversionistas internacionales tienen una agenda sin banderas y comenzaron a «comprar Brasil» y a recomendarlo a sus clientes, en cuanto su candidatura comenzó a tener posibilidades. Hoy, la mayoría de los empresarios apoyan a Bolsonaro, pero no lo hicieron en primera vuelta. Aunque ahora usan stickers en sus autos y dicen estar tan contentos de que haya ganado «nuestro candidato».

8-Un as bajo la manga: ficha Limpia

Muchos se preguntan cómo, después de 29 años como diputado, Bolsonaro emergió como el «Mito», «O Messias». Una respuesta simple es que Bolsonaro fue casi el único parlamentario brasileño que no fue involucrado en casos de corrupción. Un mérito bastante mayor en Brasil, sobre todo luego de tantos años como parlamentario. Lo que los economistas llaman un «bien escaso».

9.- Los beneficios de una campaña pobre

La campaña de Bolsonaro fue pasmosamente austera. No solo porque no contaba con el apoyo de los empresarios, sino porque, habiendo votado contra la ley que ofrecía financiamiento estatal para las campañas, se negó a usar ese fondo. Pero una vez más, este factor pudo haberle jugado a favor, ayudándole a marcar una diferencia con los políticos de siempre.

En sus primeros meses, la campaña fue fruto de internet y de la cultura mediática asociada a ella (el clash, los videojuegos, etc.), lo que explica también que hace 4 meses los partidarios de Bolsonaro eran principalmente jóvenes entre 18 y 35 años. Del mismo modo, en la franja política gratuita solo le fueron asignados 8 segundos, frente a varios minutos para los demás candidatos, pero esa absurda repartición era más contundente que los mensajes mismos, confirmando al electorado los vicios y «mecanismos» de la democracia de Brasil.

10.- Los brasileños admiran Chile

Nuestro país es uno de los pocos del continente que no tiene frontera con Brasil. Acostumbrados al «trafego» con Argentina, Bolivia, Colombia y Venezuela (en cuya frontera ahora mismo hay cientos de militares armados conteniendo la entrada de refugiados), nos perciben como algo distinto, donde muchas instituciones pueden ser imitadas.

Si más periodistas chilenos entendieran portugués o hubieran puesto atención a la campaña, nos habríamos enterado de la cantidad de menciones que recibimos. No es casual que haya delegado todo su programa económico en Paulo Guedes, un economista de Chicago que vivió en Chile en los años 80 y que promueve un sistema de pensiones de cuentas individuales (prioridad 1) y la autonomía del Banco Central.

Adicionalmente, hay un factor cuasimágico: casi todos los brasileños que conocí, querían venir al Costanera, a Valle Nevado, a Zapallar y las viñas. Y uno de ellos, a surfear a Arica. Jamás habría pensado que nuestro país podía ser una fantasía colectiva tan masiva.

11.-Brasil no confía en la prensa, ni en los políticos

Uno de los jingles de Bolsonaro anunciaba que a los de O Globo se les iba a secar la boca, porque les iban a «quitar la teta». Esta actitud abierta y desafiante con la principal cadena noticiosa brasileña, es buena señal de la poca credibilidad que tiene entre la población la prensa oficial. ¿A quién debemos hacer responsable de ello? Acostumbrados a ser engañados por autoridades y medios, la gente le cree más a internet, donde las «fake news» tienen también su mejor caldo de cultivo.

12.-El gran fail de la prensa internacional

A nivel mundial, la pobreza del análisis fue sorprendente. La descripción de Brasil no pasó de los clichés del candidato de ultraderecha, misógino, racista y homofóbico. Sus «italianadas», la mayoría antiguas, captaron el grueso de la atención. Nadie reparó en su programa, ni en el escenario en que jugaba. Nadie pareció darse cuenta o interesarse, en que los electores brasileños enfrentaban una realidad completamente distinta.

En muchos casos, la información fue derechamente tergiversada, en beneficio de las opciones editoriales. Por ejemplo, cuando Roger Waters lo criticó en un concierto, sus propios fans lo barrieron a pifias. Le costó recomenzar el concierto, pero muchos medios internacionales dijeron que había sido ovacionado. A los seguidores de esos medios, naturalmente les debe haber sorprendido que obtuviera un 46% en primera vuelta.

13.-Bolsonaro, su familia y su equipo

La forma más didáctica que he tenido para describir a Bolsonaro es como ese descendiente de italianos, alto y de ojos claros, que atiende su propia ferretería en Valparaíso, que en invierno comienza a prepararse para salir de caza con sus hijos y que, al mismo tiempo, sube al columpio a un amigo que aparece con pantalones rosados, pero le simpatizan los tatuajes, tanto en hombres y mujeres.

Los hijos son muy simpáticos y llanos. Eduardo, al que más conozco y que además habla español perfecto, tiene un gran sentido del humor, sabe oír, acepta y agradece críticas constructivas, es rápido e intuitivo y obtuvo la mayor votación que haya tenido un diputado en la historia de Brasil. Yo le pondría ojo. Creo que tiene un futuro político incluso mayor que el de su padre.

14.- ¿Ideología o pragmatismo?

Una de las cosas más llamativas e interesantes de Bolsonaro es su pragmatismo, y su acercamiento al Presidente Sebastián Piñera lo demuestra. Su abandono de ideas estatistas para adherirse al liberalismo, también. No posee mayoría en el Congreso, por lo que tendrá que llegar a acuerdos con muchos partidos, de sensibilidades muy distintas, para sacar adelante sus proyectos, lo que de paso garantiza cierto nivel de estabilidad y moderación. Por la misma razón, evitará sus «italianadas», como lo ha hecho ya desde hace algún tiempo. Sabe que la Presidencia no es el lugar para frases propias de cuartel militar o de patio de colegio de hombres.

La situación económica evidentemente mejorará, aunque no sin dificultades, pero los apostadores mejor informados del mundo, que son los grandes bancos de inversión, han dado señales de confianza y siguen «comprando Brasil», haciendo subir la bolsa.

15.- Cómo disminuir la violencia y enfrentar el narcotráfico

La situación más compleja es el control de la delincuencia, sobre todo la asociada al narcotráfico. Con 65 mil muertes violentas por año y una tradición de esclavistas, forajidos y aventureros, pueden surgir grupos que se sientan alentados a tomar medidas al margen de la ley. El Gobierno ha prometido hacer respetar el Estado de Derecho, pero no sería sorprendente que, una vez más, este sea uno de los temas más delicados del complejo Brasil.

La guerra al narcotráfico puede ser especialmente violenta, larga y llena de incidentes al borde de la ley. Quien haya visto «Tropa de Élite», entiende bien a lo que me estoy refiriendo (y merece la pena verla).

Pero no sería extraño que bajo la influencia de Paulo Guedes, Milton Friedman y los inabordables costos humanos de un enfrentamiento frontal, en Brasil comience a hablarse, de una vez por todas y en forma seria, del fin de la prohibición (o legalización) como una obligación moral y como la única solución razonable.

Bonus track: ¿y qué pasará con el PT?

Otros que la tendrán difícil serán los del PT. Un resultado como el de ayer los dejará deslegitimados, no sabemos por cuánto tiempo, como pasó con la derecha chilena luego del triunfo del No, porque las investigaciones sobre «o mecanismos» continuarán, y no sería raro que otros jerarcas, incluso de otros países, sean descubiertos.

La última semana, muchos políticos han levantado señales de alerta por Brasil, pero a ellos mismos ha sido a quienes las ciudadanía les dijo «ustedes no». Es decir, son vistos como parte del problema, no de la solución. Hace 10 años, la centroizquierda era boom en Latinoamérica. Hoy, casi todas sus figuras han perdido democráticamente el poder y caído en desgracia. ¿Dice algo esto?

El triunfo de Bolsonaro no es producto de la «maldad o locura de nadie». Su elección obligará a los políticos a volver su mirada a lo que realmente preocupa a la gente y no a las élites dirigentes. En Latinoamérica, la agenda de género importa, pero mucho menos que la pérdida de empleos o el aumento en la tasa de homicidios; la corrupción y el despilfarro molesta más que el machismo. No hay mucho espacio para elegir.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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