
Crecimiento y desempleo
Tres meses constituyen un número de observaciones muy escasas como para sacar conclusiones y tendencias muy definitivas respecto a la relación entre crecimiento y ocupación, pero es importante mantener la atención en lo que está sucediendo y ver su evolución.
En el primer trimestre del año en curso la producción –medida ya sea a través del PIB o del Imacec, indicadores ambos elaborados por el Banco Central– ha aumentado en forma bastante positiva y prometedora. Sin embargo, en el transcurso de dichos meses la cantidad de población ocupada ha disminuido, al mismo tiempo que ha aumentado la cantidad de población en situación de desocupación. De todo el grupo de población que se mantiene como ocupada, sube, se mantiene en niveles elevados la cantidad de población que trabaja en la informalidad.
El sentido común indicaría que, si la producción de bienes y servicios está creciendo a una tasa cercana o superior al 2.0%, la población ocupada también debería crecer. Llama la atención, por lo tanto, que eso no esté sucediendo. Si la producción está creciendo, y hay menos personas produciendo esa mayor cantidad de bienes y servicios, se podría levantar la hipótesis de que estamos en presencia de un aumento de la productividad, pues la producción por hombre ocupado habría aumentado.
También el hecho de que la informalidad se mantenga por arriba de los 2 millones de personas –la cual es una parte de la población ocupada– puede llevar a sostener la hipótesis de que una parte de los ocupados se ve obligada a desplazarse periódicamente al campo de los desocupados y/o de los informales, que se supone son categoría de nula o bajísima productividad. Los que se mantienen ocupados en el sector formal generan así un monto de producción creciente, lo cual ratificaría la hipótesis de que estamos en presencia de un incremento de productividad, pero solo centrado en algunos sectores de la población ocupada.
Otro punto de vista sobre esta misma situación nos llevaría a visualizar que nuestra estructura productiva y/o nuestro modelo de funcionamiento de la economía nacional llevan a que se dé un tipo de crecimiento que no absorbe mano de obra, sino que la empuja hacia la desocupación o hacia la informalidad. Se trataría de una forma de crecimiento perverso, pero que no es ajena a la historia económica de las naciones ni a la teoría económica, y hay bastante reflexión al respecto. Se trataría de lo que se denomina un tipo de crecimiento empobrecedor.
Todo esto nos lleva al viejo dilema de que no toda forma de crecimiento tiene resultados igualmente positivos para todos los miembros de una sociedad. Es enteramente posible el crecimiento con aumento de la desocupación, como es la situación que estamos analizando. Vale la pena, por lo tanto, cuando se hable de crecimiento, aclarar, sin dejar lugar a dudas, el tipo de crecimiento que se tiene en mente y las características y consecuencias que ese tipo de crecimiento lleva implícitas.
Tres meses constituyen un número de observaciones muy escasas como para sacar conclusiones y tendencias muy definitivas respecto a la relación entre crecimiento y ocupación, pero es importante mantener la atención en lo que está sucediendo y ver su evolución. Ojalá las observaciones de un futuro cercano ayuden a aclarar esta situación y a dejar sin validez las preocupaciones que motivan estas reflexiones. Ojalá.
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