Publicidad
Réplica a “la guerra como modelo: del conflicto armado a la gestión estratégica global” Opinión Archivo

Réplica a “la guerra como modelo: del conflicto armado a la gestión estratégica global”

Publicidad
Richard Kouyoumdjian Inglis
Por : Richard Kouyoumdjian Inglis Experto en Defensa y Seguridad Nacional. Concejal por Las Condes
Ver Más

Resulta particularmente interesante la idea del autor respecto del desarrollo de capacidades estratégicas en forma autónoma y su vinculación con la soberanía plena del estado. Creemos que ese es un debate muy enriquecedor, que no hemos hecho en Chile.


Con fecha 29 de julio de 2025, el abogado y exmagistrado venezolano, Luis Manuel Marcano Salazar publicó en El Mostrador un interesante artículo titulado: “La guerra como modelo: del conflicto armado a la gestión estratégica global”. Junto con saludar el aporte de Don Luis Marcano al debate especializado en relaciones internacionales, seguridad nacional y defensa, me permito comentar algunas de las afirmaciones realizadas en su columna, intentando contribuir con una mirada un tanto distinta a la que plantea el autor.

Concuerdo con el autor en que: “El conflicto en Ucrania, las tensiones en Oriente Medio y la incertidumbre en Asia han impulsado un reordenamiento profundo en la lógica de los sistemas internacionales”. A esos factores hay que sumar una competencia geopolítica entre las grandes potencias globales y regionales, tratando de rediseñar espacios de intereses, influencia y poder a su favor. Esta realidad geopolítica ha derivado en una serie de conflictos por choques de intereses nacionales de los involucrados, colisiones que han tenido distinto grado de intensidad, dependiendo del valor asignado a los objetivos en disputa.

Otro factor relevante es la disminución de la inversión en seguridad y defensa de Estados Unidos de América, lo que se ha percibido como una debilidad explotable por parte de sus competidores. China ha indexado la inversión en defensa a su crecimiento económico, produciendo un crecimiento formidable de sus capacidades militares, tecnológicas y espaciales en un período muy breve de tiempo, colocando a más de alguno un poco nervioso. Japón, como también es el caso de Corea del Sur y Australia, al depender en forma vital del apoyo militar de los norteamericanos para su seguridad nacional, se ha visto en la necesidad de aumentar su inversión en defensa en forma drástica para cubrir las brechas que deberán enfrentar, en caso de que los Estados Unidos pierda la voluntad política de intervenir militarmente a su favor en caso de crisis o guerra con China.

Poco a poco, los sistemas internacionales han migrado desde un multilateralismo un tanto utópico a un realismo pragmático donde las relaciones internacionales son reconocidas por lo que siempre han sido en su naturaleza: relaciones de intereses, poder y conveniencia. Vemos así que el aumento del gasto en defensa a nivel global es una consecuencia lógica y directa de un entorno más inseguro.

En lo que no es tan fácil concordar, es que en el artículo que estamos comentando se nos plantee que, a raíz del aumento de la inversión en defensa: “la guerra ha dejado de ser una excepción trágica para consolidarse como un paradigma operativo de gestión política y económica”. La guerra es lo que y su naturaleza no cambia en el tiempo. La guerra es una herramienta política para la resolución de controversias cuando el valor de los intereses en juego es tan alto y las instancias de solución del conflicto se han agotado sin resultados, que la política recurre a la última ratio, que es continuar la acción política por otros medios, que incluyen la violencia.

La resolución de los conflictos entonces puede ser vista como un todo continuo con distintos grados de intensidad, desde la negociación, la mediación, el juicio o arbitraje internacional, la participación en alianzas para cubrir brechas de poder, la crisis o la guerra. Todas estas actividades son mecanismos de solución de controversias y conflictos, cuyo empleo está condicionado por el valor que se le asigna al objetivo que está en disputa. La paz no es el objetivo de la defensa del interés nacional.

Obtener la paz, pero garantizando los intereses y objetivos nacionales, es la razón de ser de los instrumentos del poder nacional tanto diplomático, como económico de información o psicosocial, y por supuesto, el militar. Es por esta razón que nos parece que la afirmación del autor en el sentido de que hay que “dejar atrás la noción de que todo conflicto representa un fracaso diplomático, para asumir que puede ser, simplemente, una forma legítima y permanente de orden” es para todos los fines, equivocada.

Los conflictos se generan por una contraposición de intereses. La solución de un conflicto dependerá del valor que ambos actores asignen a los intereses y objetivos en disputa. El poder nacional del Estado existe para asegurar el interés y los objetivos nacionales, con todas las medidas de poder y la métrica para evaluar su cumplimiento es la medida del resguardo del interés nacional y el logro de los objetivos planteados. Nos parece una aproximación equivocada fijar la métrica de éxito en la capacidad de evitar el conflicto. Basten los ejemplos de Israel versus Irán, y de Rusia versus Ucrania para entender que ante objetivos contrapuestos que implican intereses vitales como el desmembramiento de territorio soberano o el cese de la existencia del Estado de Israel, la defensa del interés nacional no puede quedar circunscrita a mantener la paz.

Resulta particularmente interesante la idea del autor respecto del desarrollo de capacidades estratégicas en forma autónoma y su vinculación con la soberanía plena del estado. Creemos que ese es un debate muy enriquecedor, que no hemos hecho en Chile. ¿Cuál es el grado de independencia estratégica que estamos dispuestos a financiar y cuál es el grado de dependencia que estamos dispuestos a tolerar y de quién?

Diversificar nuestros proveedores de capacidades estratégicas ha sido una política casi permanente, especialmente después de la experiencia de la crisis con Argentina de 1978, en medio de la enmienda Kennedy.  Eso nos ha permitido aprovechar oportunidades que se han producido especialmente en Europa después de la caída del muro de Berlín. Hoy en día, las opciones de compra de sistemas para la defensa son casi nulas, habida cuenta de la demanda de los países de origen de las grandes empresas de la defensa.

Ojalá los programas de gobierno de quienes aspiran a conducir políticamente nuestro país aborden con claridad y visión los desafíos que van a tener que enfrentar, en forma ineludible, respecto del desarrollo y renovación de capacidades estratégicas. Es un debate que no podemos evadir y que, producto del envejecimiento de buena parte de lo que compramos bajo la administración de Ricardo Lagos, deberemos enfrentar prontamente, incluyendo la renovación de la Escuadra, de la Fuerza de submarinos, del material blindado del Ejército y del material de combate de la FACH, así como respecto de la adquisición de capacidades que guerras recientes han demostrado debemos tener en materia de satélites, mando y control, inteligencia, drones, defensa antimisiles y ciberseguridad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.

Publicidad