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Principios sin representación son principios muertos Opinión

Principios sin representación son principios muertos

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Rodrigo Rettig
Por : Rodrigo Rettig Abogado, Magíster Política y Gobierno, UDP.
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No se trata de relativizar ideas ni de vender el alma. Se trata de entender que, sin representación, no hay defensa posible. Los principios no cambian por apoyar una  candidatura, pero sin escaños, sin votos, no se pueden sostener en el tiempo.


Decir que apoyar a Jeannette Jara es traicionar los principios de la Democracia Cristiana es no entender cómo funciona la política en el mundo real. Los principios, por nobles que sean, no  sobreviven en el vacío: necesitan representación, poder político, votos y parlamentarios para  tener alguna posibilidad de materializarse. Sin eso, mueren. No simbólicamente. Mueren de verdad.

Una cosa es la declaración de principios, que muchos cuidan como un museo y está parcialmente bien, y otra muy distinta es tener fuerza para defenderlos. En política, quedarse solo con la primera opción puede ser emocionalmente reconfortante, pero es estratégicamente estéril. No se cambian leyes, no se protegen derechos, no se incide en la  agenda, si no se está donde se toman las decisiones. Eso es lo que muchos parecen olvidar.

Para profundizar en esta tensión, vale la pena volver a un texto clave: La política como vocación, de Max Weber. En él distingue entre la “ética de la convicción” y la “ética de la  responsabilidad”. La primera es decir lo que uno cree. La segunda es hacerse cargo de las  consecuencias de lo que uno hace. Weber no desprecia la convicción, la da por supuesta, pero advierte que en política no basta con tener razón: hay que hacer viable lo que se cree. Y para eso, se necesitan votos.

Dentro de una coalición, uno puede tensar hacia el lugar donde están sus ideas. Fuera de ella, mueres. Y muerto no tensas nada. Esta es una lección que aprendí de manera personal. Fui secretario general de Ciudadanos, el partido de Andrés Velasco, entre 2020 y 2022. Velasco sacó la tercera mayoría en la senatorial del Maule en 2017, pero por ir firme y solo con sus principios centro centristas, sin alianzas de peso, terminó quedando fuera del Senado, no porque sus ideas fueran malas (eran necesarias), sino porque nadie las representó después. La pureza mató los principios. Álvaro Elizalde, Ximena Rincón y Rodrigo Galilea entraron con menos votos que Velasco.

No se trata de relativizar ideas ni de vender el alma. Se trata de entender que, sin representación, no hay defensa posible. Los principios no cambian por apoyar una candidatura, pero sin escaños, sin votos, no se pueden sostener en el tiempo.

Jeannette Jara no es el reflejo perfecto de la historia DC, pero puede ser una aliada para preservar ciertos consensos fundamentales: un sistema mixto de seguridad social, respeto institucional, reformas con gradualismo y responsabilidad fiscal. Quedarse al margen puede sonar más “coherente”, pero el costo de esa coherencia absoluta es la irrelevancia.

En política, convicción sin responsabilidad es solo una forma elegante de renuncia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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