
El desafío de Chile Vamos en un momento populista
El fracaso de los procesos constitucionales y la posterior muerte del exmandatario generaron una revaloración de su política, caracterizada por la defensa y promoción de la libertad en todas sus formas y el combate a la pobreza a través de un Estado presente y eficiente, y su oposición al populismo.
Desde el estallido social de 2019, Chile se encuentra en un momento populista, caracterizado por un trasfondo de indignación y deslegitimación de las instituciones democráticas y una retórica adversarial que confronta al “pueblo” y la “élite”, que no se limita a un sector político, sino que permea tanto en la izquierda como en la derecha.
En el contexto del estallido y la pandemia, la mayoría de Chile Vamos, bajo el liderazgo del expresidente Sebastián Piñera, se mantuvo firme en su visión política, oponiéndose a extremar la coacción para controlar el orden público, a los retiros anticipados de fondos de pensiones, al gasto público excesivo durante la pandemia y buscando acuerdos para, democráticamente, resolver la crisis política.
El Ejecutivo pudo haber optado por el camino más fácil y obtener inmediata aprobación. Sin embargo, su convicción sobre lo que el país necesitaba se lo impidió, sacrificándose junto a sus equipos para preservar la democracia y la paz social. Así, a pesar de desoír los cantos de sirena del populismo y que producto de ello su aprobación cayó a menos de un 10%, 7 de cada 10 chilenos tienen hoy una imagen positiva del expresidente Sebastián Piñera.
El fracaso de los dos procesos constitucionales y la posterior muerte del exmandatario generaron una revaloración de lo que fue su política, caracterizada por la defensa y promoción de la libertad en todas sus formas, el combate a la pobreza a través de un Estado presente y eficiente, y su oposición al populismo. Dicha revalorización logró ser capitalizada por Matthei durante más de un año. Sin embargo, el reconocimiento ciudadano al piñerismo, más que tratarse de un cambio permanente en las preferencias políticas, fue un “paréntesis” dentro de un momento populista que sigue presente.
En este trasfondo de indignación y deslegitimación de las instituciones, el desafío de Chile Vamos era doblemente complejo. Primero, requería diseñar un discurso anclado en la defensa de la libertad y la democracia que lograra competir con los populismos. Y segundo, promocionar políticas públicas funcionales a dicho proyecto.
No obstante, la coalición de centroderecha no se hizo lo suficientemente cargo de lo primero, aparentemente porque se quedó con la impresión de que el “paréntesis” del momento populista que hubo tras los fracasos constitucionales y la muerte del expresidente habría sido un giro permanente en las preferencias ciudadanas. Así, al suponer que el sentido común estaba alineado con la coalición, erróneamente se enfocó en la calidad técnica de las propuestas más que en afinar el discurso político que las englobaba.
A tres meses de la elección, Chile Vamos sigue en deuda con ofrecer un proyecto político competitivo en este momento populista, pero aún puede reestructurar su discurso, comenzando por empatizar con la indignación que subyace en las preferencias por candidatos de partidos desafiantes, para luego canalizar esa energía “timótica” y prepolítica que es la ira, hacia la urgente tarea de fortalecer una democracia en crisis y defender una libertad que se encuentra cada vez más amenazada.
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