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Y ahora, ¿quién podrá representarnos? Opinión Archivo

Y ahora, ¿quién podrá representarnos?

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Paulina Valenzuela Araneda
Por : Paulina Valenzuela Araneda Socia fundadora de Datavoz y directora de la Asociación de Investigadores de Mercado y Opinión Pública AIM Chile
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No estamos esperando al Chapulín Colorado, ni a nadie que prometa salvarnos de todo. Lo que queremos es más simple, pero más difícil: alguien que hable claro, que actúe con consecuencia, y que no se olvide –cuando llegue al poder– de por qué llegó ahí.


Honestidad, consecuencia, eficiencia y claridad para comunicar: esos son los atributos que concentran mayor apoyo entre los encuestados, sin importar por quién votan. Más del 80% del panel del GPS Ciudadano de Datavoz, realizado a fines de julio, los calificó como “muy importantes”. En otras palabras, la ciudadanía tiene bastante claro cómo debería ser un buen liderazgo.

El problema es que ese líder al parecer todavía no aparece. La demanda no está puesta en un programa milagroso ni en promesas grandilocuentes. Está puesta en algo más básico y urgente: poder confiar en quien aspira a representarnos.

Y mientras los candidatos levantan banderas, afinan discursos y se atrincheran en sus nichos ideológicos, esa pregunta sigue flotando en el aire con el mismo tono con que lo gritábamos frente al televisor en los 80: “Y ahora, ¿quién podrá defendernos?”. El Chapulín Colorado no vendrá esta vez, y lo sabemos. Pero el clamor detrás de la broma no ha cambiado: no buscamos héroes, buscamos alguien que no nos falle.

Aunque la política institucional sigue en crisis de legitimidad, esta encuesta (más de 3.100 entrevistas nacionales) demuestra que la ciudadanía no ha perdido el juicio ni la exigencia. Al contrario: los votantes tienen clara la vara ética mínima. En un país que ha vivido escándalos, promesas rotas y dos procesos constitucionales frustrados, no sorprende que lo que se valore con mayor intensidad sea la consecuencia, la honestidad y la transparencia.

En contraste, características como el sexo o la edad del candidato han dejado de ser tan decisivos a la hora de elegir, pues el 58% de los encuestados dice que le da lo mismo si es hombre o mujer y el 50% no se fija en la edad. Aun así, la encuesta sigue mostrando un mapa político polarizado, donde cada candidatura convoca a segmentos distintos. Hay públicos claros, y algunos difícilmente reconciliables entre sí.

Jeannette Jara congrega a un electorado joven, que prefiere un trato cercano y acepta la militancia comunista (28% la valora), pero ese mismo sello ideológico la vuelve altamente resistida por otros sectores. Su electorado es leal, pero su techo es bajo. Evelyn Matthei conecta con votantes más prácticos: personas que ya no se fijan en la edad o el género del candidato, pero sí en su experiencia, su claridad al comunicar y su capacidad de gestión. Es el electorado más “evaluador”.

José Antonio Kast y Johannes Kaiser comparten una base similar: conservadora, masculina y de mayor edad, pero difieren en el tipo de liderazgo que sus seguidores exigen. Mientras Kast logra un equilibrio entre firmeza y negociación (61% valora que logre acuerdos), los votantes de Kaiser privilegian un liderazgo autoritario sin matices: 46% prefiere que “se imponga”.

Franco Parisi sigue siendo el candidato de lo emocional. Su base es más joven, menos ideologizada y con mayor valoración por la cercanía que por la militancia. No convence desde una estructura partidaria, sino desde la conexión directa.

El gran hallazgo de esta medición es que la ciudadanía sí comparte ciertos valores, aunque vote distinto. Votamos fragmentados, pero soñamos parecido. Queremos orden, sí, pero con consecuencia. Queremos eficiencia, sí, pero con honestidad. Queremos firmeza, sí, pero sin prepotencia.

Por eso, la pregunta ya no es quién grita más fuerte, sino quién se toma en serio lo que la ciudadanía viene diciendo hace rato. No estamos esperando al Chapulín Colorado, ni a nadie que prometa salvarnos de todo. Lo que queremos es más simple, pero más difícil: alguien que hable claro, que actúe con consecuencia, y que no se olvide –cuando llegue al poder– de por qué llegó ahí. Porque, aunque este electorado esté cansado, aún está mirando. Y todavía espera que, esta vez, alguien esté a la altura.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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