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Protección de la naturaleza: lecciones desde la Antártica Opinión

Protección de la naturaleza: lecciones desde la Antártica

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Luis Caro
Por : Luis Caro Unidad de Concursos y Medio Ambiente Instituto Antártico Chileno
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Para la correcta implementación de estrategias de conservación, las Zonas Antárticas Especialmente Protegidas cuentan con un Plan de Gestión que reconoce los principales valores a proteger y las actividades que allí pueden desarrollarse .


¿Avanza la humanidad hacia la reivindicación para la conservación de la naturaleza? Si miramos hacia la Antártica, la respuesta parece ser esperanzadora. Después de casi extinguir la población de ballenas australes tras 40 años de cacería, hoy la humanidad se ha redimido en el Continente Blanco. Actualmente, las actividades de explotación están prohibidas y el territorio se rige bajo el Sistema del Tratado Antártico que promueve la paz y la ciencia.

La historia en Chile americano también ofrece lecciones valiosas. Durante la década de los 70, la remoción masiva de vastas y diversas áreas de bosque nativo transformó el uso de suelo para privilegiar la silvicultura, alterando nuestra forma de percibir la naturaleza. Hoy, cuando viajamos por la Ruta 5 Sur observamos plantaciones forestales donde hace apenas 50 años existían paisajes con una inmensa biodiversidad. 

Afortunadamente, esta transformación radical del paisaje ya no podría ocurrir sin una evaluación de impacto ambiental, que considera los efectos permanentes del suelo y la fauna. Este proceso puede ser exhaustivo e incluso toma en cuenta la consulta ciudadana. Tal es la influencia de las comunidades en estos procesos, que recientemente el Ministerio de Obras Públicas ha revocado el sacrificio de 96 araucarias para mejorar el acceso vial en rutas que se dirigen hacia Icalma, demostrando un cambio de prioridades.

La Antártica cuenta con su propio sistema de evaluación impacto ambiental, gestionado por un Comité Operativo, que ha revisado 85 proyectos desde el 2011. Las iniciativas son mayoritariamente turísticas (36 %), seguidas por proyectos de infraestructura (21 %) y operaciones logísticas (17%). Estos antecedentes demuestran que el cuidado de la naturaleza está calando hondo en la conciencia nacional, celebrando un principio fundamental: la búsqueda de un necesario equilibrio entre desarrollo y patrimonio natural. 

Proteger en el papel vs. proteger en la práctica

Teniendo presentes ambos territorios, podemos entender que los humanos parecemos encontrar poco a poco el camino hacia la conservación. Un ejemplo concreto y que es comparable para ambos escenarios son los Parques Nacionales y las Zonas Antárticas Especialmente Protegidas. 

Para la Antártica, todos sus ecosistemas dependientes y asociados tienen un grado de protección, convirtiendo este territorio en el área más extensa del planeta bajo un régimen de conservación. En este continente, las joyas de la corona son las Zonas Antárticas Especialmente Protegidas que, con un total de 82 áreas, conforman un sistema para la protección de valores arqueológicos, biológicos, hidrológicos, atmosféricos y geológicos. 

En Chile existen 46 Parques Nacionales, un increíble número que, contextualizado en un total de 110 áreas silvestres protegidas, determina que el 37 % del territorio nacional cuenta con algún grado de protección. 

Para la correcta implementación de estrategias de conservación, las Zonas Antárticas Especialmente Protegidas cuentan con un Plan de Gestión que reconoce los principales valores a proteger y las actividades que allí pueden desarrollarse . Los Parques Nacionales cuentan con una herramienta similar; se trata de los Planes de Manejo. Sin embargo, para 17 de los 46 Parques Nacionales estos planes no existen. Esto nos alerta sobre una realidad mucho más precaria: una cosa es declarar un área como protegida y otra, muy distinta, es protegerla de verdad. El Plan de Manejo es la carta de navegación esencial para la conservación; sin él, nuestros parques son barcos a la deriva en un mar de buenas intenciones.

En resumen, el proceder humano tiene un carácter reactivo y parece encausarnos hacia mejoras para la protección de la naturaleza. Sin embargo, es requerido ser consistentes entre aquello que proponemos proteger con la implementación de herramientas para la gestión de la conservación. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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