Publicidad
El alto costo de publicar ciencia abierta: ¿Quién paga la cuenta? Opinión

El alto costo de publicar ciencia abierta: ¿Quién paga la cuenta?

Publicidad
Luis Miguel Pardo Suazo
Por : Luis Miguel Pardo Suazo Vicerrector de Investigación, Desarrollo y Creación Artística, Universidad Austral de Chile (UACH).
Ver Más

Es urgente repensar el modelo. Primero, es fundamental valorar y fortalecer las revistas científicas que no cobran por publicar, muchas de ellas impulsadas desde universidades, centros de investigación o sociedades científicas.


En los últimos años, el acceso abierto a las publicaciones científicas se ha consolidado como una exigencia ética y política. La idea es simple: si la investigación se financia con fondos públicos, sus resultados deben estar disponibles para todas y todos. Esta premisa es justa y urgente, especialmente en un mundo donde la información científica resulta clave para enfrentar crisis sanitarias, climáticas y sociales. Sin embargo, en la práctica, publicar en revistas de acceso abierto (open access) tiene un costo alto que, paradójicamente, sigue recayendo en quienes menos debieran pagarlo: las y los propios científicos.

Quienes hacemos investigación sabemos que el camino desde una idea hasta una publicación es largo y exigente. Los proyectos surgen de años de formación, trabajo colaborativo y creatividad. Luego viene la ardua tarea de conseguir financiamiento competitivo, muchas veces limitado e inestable. Una vez aprobado el proyecto, toca ejecutar: recolectar datos, analizar, interpretar. Finalmente, tras horas meses frente al computador, escribimos el artículo, lo discutimos, lo corregimos. Todo este proceso lo realizan investigadores e investigadoras, muchas veces con escaso apoyo técnico o institucional.

Al final, cuando por fin logramos tener un manuscrito listo para compartir con la comunidad científica y la sociedad, aparece un nuevo obstáculo: las tarifas por publicación (Article Processing Charges, APC) que exigen muchas revistas de acceso abierto. Estos costos pueden superar en promedio fácilmente los 2.000 o 3.000 dólares por artículo, pero las tarifas para las revistas más reputadas están arriba de los 10.000 dólares. En Chile, como en muchos países, esa cifra representa una porción importante del presupuesto total de un proyecto o incluso un monto inalcanzable si no hay financiamiento adicional. Así, publicar se convierte en un nuevo filtro, uno que no mide calidad ni mérito, sino capacidad de pago.

Esta realidad es profundamente injusta. Los investigadores aportamos las ideas, hacemos el trabajo y, en muchos casos, también revisamos los artículos de otros de forma gratuita para las editoriales. ¿Por qué además debemos cubrir los costos de publicación, especialmente si el objetivo es abrir el conocimiento al mundo?

Es urgente repensar el modelo. Primero, es fundamental valorar y fortalecer las revistas científicas que no cobran por publicar, muchas de ellas impulsadas desde universidades, centros de investigación o sociedades científicas. Estas publicaciones cumplen un rol clave en democratizar la ciencia, especialmente en América Latina.

Segundo, como país, debemos avanzar hacia un sistema centralizado de pagos para publicación en revistas de acceso abierto, a través de convenios nacionales con editoriales o fondos específicos administrados por agencias públicas. Ya existen experiencias exitosas en Europa y otros países que han negociado tarifas justas o incluso acceso abierto sin costo para los autores, gracias a acuerdos con grandes editoriales.

El conocimiento científico no debe ser un privilegio. Si realmente queremos una ciencia abierta, inclusiva y comprometida con el bien común, debemos garantizar que quienes investigan puedan compartir sus hallazgos sin enfrentar barreras económicas. Publicar no puede seguir siendo un lujo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad