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Ante la moda socialdemócrata: derribando mitos Opinión Archivo (AgenciaUno)

Ante la moda socialdemócrata: derribando mitos

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Juan Eduardo Faúndez
Por : Juan Eduardo Faúndez Presidente de la Fundación Socialdemócrata.
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Esta nueva socialdemocracia debe ser moderna, sin complejos, orgullosa de su herencia, pero abierta a nuevas preguntas. Debe atreverse a hablar de crecimiento, productividad, seguridad y orden, sin renunciar a la justicia social y los derechos. Debe poner al Estado al servicio de las personas.


En el último tiempo, pareciera que todos quisieran vestirse con los ropajes de la socialdemocracia. Desde sectores conservadores que buscan un rebranding amable hasta antiguos detractores del Estado de Bienestar que hoy hablan de justicia social sin ruborizarse, también existen otros actores que requieren dar señales de amplitud y moderación. El término “socialdemocracia” se ha puesto de moda, pero como toda moda corre el riesgo de vaciarse de contenido y convertirse en una etiqueta sin sustancia. Por eso, es hora de derribar mitos y reivindicar, con claridad, los principios que sostienen este proyecto político de profundas raíces democráticas y transformadoras.

La socialdemocracia no es un barniz progresista sobre políticas neoliberales. Es una propuesta integral que conjuga crecimiento económico con igualdad, libertad con justicia social, y desarrollo con cohesión. Es la convicción de que el mercado es un buen servidor, pero un mal amo, y que el Estado debe jugar un rol activo en corregir desigualdades, redistribuir oportunidades y garantizar derechos sociales como la educación, la salud, las pensiones y la vivienda digna.

Chile necesita, más que nunca, una alternativa que combine estabilidad con cambios estructurales. Nuestro país requiere crecimiento económico, pero no cualquier tipo de crecimiento: uno inclusivo, sustentable y que no deje a nadie atrás. Necesita igualdad, pero no una que empobrezca a todos por igual, sino una que amplíe capacidades y redistribuya poder. Y necesita bienestar, no como caridad estatal, sino como fruto de una comunidad que se organiza para cuidar y proteger a sus integrantes.

Sin embargo, frente a esta necesidad evidente, la centroizquierda tradicional ha mostrado una preocupante parálisis. Los partidos que históricamente representaron al reformismo progresista se debaten entre la irrelevancia electoral y la incoherencia programática. Han perdido brújula ideológica y conexión con los desafíos reales de la ciudadanía. En ese vacío se ha instalado una moda discursiva que se apropia del lenguaje socialdemócrata sin asumir sus compromisos ni su agenda de transformación.

Ante ese escenario, creemos que ha llegado el momento de iniciar a fuego lento, con paciencia estratégica, pero con firmeza la construcción de una nueva agrupación amplia socialdemócrata de cara al nuevo ciclo político que comienza una vez definida la contienda presidencial y parlamentaria. Se necesitarán contrapesos, coherencia y por sobre todo “Sentido Común”.

No se trata de replicar fórmulas del pasado ni de levantar una sigla más, sino de articular un espacio político que ponga en acción los principios de la socialdemocracia en el Chile del siglo XXI. Un proyecto que convoque a nuevos actores, profesionales, trabajadores, jóvenes y liderazgos territoriales; que sea capaz de construir mayorías y disputar el sentido común, no desde la trinchera ni la consigna fácil, sino desde el rigor programático y el diálogo social.

Esta nueva socialdemocracia debe ser moderna, sin complejos, orgullosa de su herencia, pero abierta a nuevas preguntas. Debe atreverse a hablar de crecimiento, productividad, seguridad y orden, sin renunciar a la justicia social y los derechos. Debe poner al Estado al servicio de las personas, no de sí mismo. Y debe entender que el progreso no se mide solo en PIB, sino también en vidas dignas, comunidades fuertes y un país que vuelva a creer en el futuro.

No basta con que todos digan ser socialdemócratas. Es tiempo de demostrarlo con ideas, coherencia en los tiempos venideros y acción.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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